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No. La hija de Manuel Alejandro no se ha cambiado de apellido ni tampoco nos hemos equivocado al escribir su nombre en el título de este artículo. Alejandra Beigbedere, tal y como se llama a sí misma de forma artística, decidió añadirle una "e" a su nombre, tal y como hacía su abuelo, el compositor Germán Álvarez-Beigbeder, al escribir sus obras en memoria de su madre.
"Mi padre tampoco se llama Alejandro, al fin y al cabo es su nombre artístico", aclara la propia Alejandra a lavozdelsur.es durante la entrevista, en la que deja entrever la ilusión que le ha hecho venir a Jerez para presentar su última novela, Sobre el lomo de la ballena (Con M de Mujer, 2023) en la librería El Laberinto. Nacida en Madrid, pero enamorada de Jerez y de la provincia de Cádiz desde siempre, su casi obsesión con la tierra de su padre hizo que de pequeña se inventara hasta un carné de identidad. "Me hice un DNI falso de cartón para poner que había nacido en Jerez", ríe.
Alejandra, que estudió Filosofía en la Universidad Pontificia de Comillas, pero también piano e hizo teatro para niños y jóvenes, regenta ahora una empresa de recursos lúdicos y educativos en inglés. "Me dediqué al mundo de la Educación. Llegué a hacer espectáculos y teatro para los más pequeños, pero al final monté mi propia empresa", comenta la autora madrileña, que se define como una persona reflexiva y muy sentimental, algo con lo que creció desde pequeña en casa. "Imagínate, con un padre como el mío, las emociones siempre está pululando por todos lados... el hablar, el sentir y el pensar cómo son las personas", dice.
A pesar de que le encanta la música y tocar el piano, lo dejó a nivel profesional. "Veía que cuando me ponía delante de un tribunal o a hacer un concierto, no podía, no me lo pasaba bien... así que me fui a hacer lo que me gusta", recuerda con buen humor. Ahora reconoce que hace "mucho" que no toca, pero que tiene ganas de volver después de "haberlo estudiado tanto". "Cuando viví en Londres y volví a Madrid, me di cuenta de que había perdido mucha práctica... ¡Con la de horas que yo le he echado a esto y que ahora no me corran los dedos!", exclama.
Sin embargo, la afición que no ha dejado y que le ha llevado a la ciudad natal de su padre es la lectura y, en consecuencia, la escritura. Aficionada a la literatura desde muy pequeña, recuerda que su madre le reprendía porque leía a todas horas y en todos sitios, incluyendo en el baño. "Recuerdo una vez que me dijo: ¿tú no estarás leyendo, no? Y yo con el libro encima de la tapa del váter", ríe.
No obstante, Alejandra se veía como una niña "muy rara" que leía algunas cosas de moda de la época, de literatura infantil y juvenil, y otras que no eran tan frecuentes a su edad. El motivo: la biblioteca de su padre. "Era muy buena, me guiaba por ella. Mi padre es un gran lector de filosofía y de poesía, por lo que bebí mucho de ahí", dice. Y así, de joven, se empapaba de obras de Platón o del emblemático escritor italiano Giovanni Papini. Entre obras de tanto calado, también tenía huecos para clásicos infantiles como Esther y su mundo.
"Leía cosas muy variadas, pero sí que leía literatura porque no sé... me gustaba lidiar con lo que tenía a mano", recuerda. De ahí sus estudios filosóficos y su especialización en Estética. Su afición por la novela no es tan compartida por Manuel Alejandro quien, sin embargo, le ha dado el visto bueno a esta última creación. "Mi padre no lee novelas, pero la mía la ha leído y le ha gustado, tanto que me está pidiendo que la continúe, que quiere saber lo que le pasa a la protagonista", explica. Pero, ¿qué cuenta Sobre el lomo de la ballena?
La novela de Alejandra habla de la historia de Ana, una treintañera en un momento difícil de su vida. Después de regresar a casa de sus padres y haberlo dejado con su novio, tiene una vida hastiada y monótona hasta que su hermana la invita a ir a México y ser la madrina de su hijo. En el vuelo en el que cruza el charco, descubre en una carta que ella misma escribe a su amiga Silvia, que pasado y presente "están entrelazados irremediablemente". Un compañero de viaje, llamado Carlos, hará que cambie su perspectiva de la vida, cayendo rendida ante él.
"No es solo una novela romántica, es reflexiva, filosófica... habla de que la vida te puede sorprender en cualquier parte, que hay que ser valiente y estar preparado para lo que te venga; te puede venir una sorpresa sin tocar tierra, como en el caso de Ana", narra. A la espera de que vea la luz otro libro colaborativo en el que ha participado con uno de sus relatos, Alejandra está "muy contenta" de la buena aceptación de la obra y para alegría de su padre, ya está dándole vueltas a una posible segunda parte: "Quiere más, él quiere más... no es la única persona, aunque fue el primero; tendré que darle más vida a esta chica".
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