Un cuarto de siglo con "un amigo en el cielo": a Luis de la Pica, in memoriam

El siete de agosto de 1999 decidía poner rumbo a los cielos uno de los artistas más genuinos a la vez que singulares del barrio de Santiago de Jerez; 25 años después de su muerte, amigos y aficionados del mundo flamenco recuerdan su figura en lavozdelsur.es

Luis de la Pica en los pinceles de Mame Rios.
Luis de la Pica en los pinceles de Mame Rios.

Hay veces en la vida que el calendario corre más deprisa de lo que desearíamos y, sin darnos precisamente cuenta, lo único cierto y fijo es que el invento del hombre llamado tiempo es un arma que marca el devenir de las cosas de forma inexorable, si bien se expone como gran verdad esta cita que dice: "Solo se muere cuando se cae en el olvido".

Y al igual que aquel siete de agosto de 1999 muchos recordarán aún cómo corría a la velocidad de la luz la noticia de la muerte de Luis Cortés Barca Luis de la Pica (Jerez, 1951 – 1999), no es menos cierto que un cuarto de siglo después su figura sigue siendo objeto de estudio y admiración por artistas y aficionados al mundo del flamenco, así como por amigos y familiares.

Por ello, como voces autorizadas, tanto por su relación con él a nivel personal como profesional, nos hemos querido acercar en este reportaje a quienes compartieron algún momento de su vida con este artista del barrio de Santiago. Y al que de forma unánime todos definen como "un bohemio al que el cante le permitió ser libre", como apunta Manuel Moreno o, por otro lado, "un gurú para los más jóvenes", tal y como señala Dolores Barroso.

"Cuando le recuerdo las noches me huelen a azahar", apunta Antonio Peña Carpio El Tolo, añorando "las fiestas en las que estuve con él"; o bien, como expone María José Santiago, era un artista que "poseía una sensibilidad de otro mundo y que a mí me arañaba las entrañas"; por su parte, Jesús Méndez, uno de sus más acérrimos seguidores, que le recuerda en muchas ocasiones sobre los escenarios, destaca "su naturalidad" por encima de todo, al igual que Pedro Heredia El Granaíno, apuntes en mano con letras suyas, aboga por su "especial sensibilidad", así como "la humildad que me transmitía" cuando estaba con él.

Apuntes de Pedro El Granaíno - Reportaje Luis de la Pica
Apuntes de Pedro El Granaíno con las letras que cantaba Luis de la Pica por bulerías.

"Era poesía pura y uno de los últimos bohemios", añade María del Mar Moreno, palabras que Antonio Malena refrenda con los calificativos de "buena persona y soñador". "Nunca olvidaré el día que me casé", rememora Miguel Ángel Collantes Pantoja porque "desde el primer minuto estuvo cantando en la misa flamenca que se celebró en la Ermita del Cristo y fue un partícipe total de esas noches especiales que tanto le gustaban a él". "No hubo que esperarlo hasta altas horas de la noche, como normalmente frecuentaba", apostilla. "Un cantaor con luz propia", tal y como reconoce Joaquín El Zambo.

Por otro lado, Tere Peña, productora que consiguió su participación en el disco Cayos Reales – Juncales de Jerez (Flamenco y Duende, 1998), incide en "el compás, la elegancia, gitanería y jerezanía de su tierra" que dejó en la única grabación de estudio que tiene Luis de la Pica y que, personalmente, tiene "la satisfacción de paladear la música de un gitano con buen gusto y personalidad durante muchas horas".

El Torta, Terremoto, Luis de la Pica
Luis de la Pica (a la derecha), junto a Juan Moneo El Torta y Fernando Terremoto.

Otro de sus valedores, el productor José Luis Lara, subraya "su inocencia y la sensación de persona indefensa" que, al transformarse sobre los escenarios, convertían en "un artistazo a un gran aficionado, aunque no diera esa sensación". "Un ser único al que hemos admirado mucho, por sus formas de hacer las cosas, que ha vivido a su manera y a su aire, con una nobleza y un corazón muy grande", abunda Luis Perdiguero.

Para David Carpio, "las noches de corinto son eternas" en su memoria, al igual que los ratos que Luis de Perikín tuvo la suerte de "verle con mi padre", ya que juntos buscaban "la manera de meter a compás las letras que escribía Juan Grande" y que hizo inmortales. "Es uno de nuestros referentes en el barrio de Santiago", incide, señalando que incluso cuando esos jóvenes fueron creciendo pudieron "gozar su compañía". "Las vivencias que nos ha dejado son increíbles", apunta el alma mater de Así canta Jerez por Navidad.

Desde ese plano vivencial y convivencial, Ezequiel Benítez recuerda "su llegada a Jerez muy jovencito" después de una turbulenta adolescencia en Barcelona, así como sus inicios en las misas flamencas que organizaba su padre — Alfredo Benítez— y dejaron "una época gloriosa junto a Manolo Palacín, Manolo Domingo, Dani de Jerez o José María Molero, entre otros". "Era un pedazo de artista" añade Joaquín Marín El Quini, que tuvo la suerte de "disfrutar de su compañía muchas veces".

"En mi casa era muy querido", añade Alfonso Carpio Mijita (hijo), refrendando, por otro lado, su "carácter bohemio, pero con una música exquisita" su hermano José. Entre tanto, Juan Pedro Carabante añora "los ratos de cante que he disfrutado muchísimas veces junto a él y que, comparándolo con lo que hay ahora, eso ya no lo hay".

Luis de la Pica
Luis de la Pica en el Barrio de Santiago de Jerez.

Era un "bohemio irredento" indica Joaquín López Bustamante, que vivía lleno de "sentimiento y humanidad, a compás", según José Manuel Gamboa y al que enfunda Arturo Fernández en un traje de "duende blanco", cuando Faustino Núñez lo cataloga como "cantautor".

Son muchos los que coinciden en la palabra bohemio a la hora de definirle y enumerarlos a todos es imposible. Y, ciertamente, quizás es la que mejor defina a Luis de la Pica. Un artista que, desde la alegría de los cantes a compás — donde era un especialista— combatía la pena que le sumergía en el día a día y que hizo de la noche su fiel compañera, al igual que a Juan Moneo El Torta.

Luis de la Pica en el programa La Venta del Duende de Canal Sur Televisión en 1999.

Un ser que iba más allá de lo que cualquiera pudiese imaginar

Junto con Enrique El Zambo, el polifacético José Gálvez puede ser quien conociese más y mejor a Luis de la Pica, en todas sus facetas. Tanto personal, como profesional. En este sentido, sostiene que su "incomprensión" nadie llegó a entenderla en su totalidad "salvo los que pasábamos horas, días, noches y madrugadas con él".

Por eso, señala que "la gente podría llegar a pensar que era un loco más o incluso una persona que se quedó en el submundo o en el limbo del pensamiento, pero su ser iba más allá de los que cualquiera pudiese imaginar".

"Enrique (El Zambo) y yo, pasábamos todas las tardes a recogerlo a su casa", relata recordando como "su madre lo vestía y peinaba con cuidado", para que se fuese con ellos a la extinta peña flamenca Los Juncales "a leer el periódico o a pasar la tarde jugando a las cartas".

Emocionado, rememora cuando "Enrique me dice en alguna fiesta o celebración, ¿te acuerdas de José? Y me mata, porque cómo olvidarme de Luis". "A mí me marcó muchísimo y lo que he vivido con él queda ya en el cajón de nuestra memoria, como un pañuelo viejo y roto que ya no te pones, pero que no lo tiras a la basura, por el valor sentimental que tiene", expone.

"Tengo tantos recuerdos con él y de tantas formas, que es imposible olvidarlos", prosigue devolviendo a la vida viejos recuerdos de fiestas, pedías o casamientos en los que "cuando todo parecía estar acabándose y llegábamos nosotros tres, todos guardaban silencio esperando a que alguno les partiese el alma".

Y así ocurría, porque "Enrique (El Zambo) volvía a poner la fiesta en pie con su ritmo tropical y yo le seguía con alguna de mis letras", siempre melancólicas y enamoradas, pero finalmente era "la voz de Luis la que comenzaba a llenarte de emoción", palabra por palabra.

"Era como quedarse desnudo cada vez que cantaba y ninguno podríamos explicar lo que sentía y la que formaba", argumenta incidiendo en que "de puertas para adentro, en nuestras fiestas o ratitos de manera privada, ahí ya te tenías que morir". "Muchas veces yo volvía a casa a los dos días, con sus tardes, sus noches y sus madrugadas" evoca Gálvez, quien no se lo pensaba dos veces "volvía a Santiago y lo veía sentado con la misma ropa, sin arrugar ni despeinar, con la entereza como si no hubiera pasado nada, con un cortito de La Ina en la mano, su Winston del Águila y sin inmutarse".

El torero José Mari Manzanares abraza a Camarón, en presencia de Luis de la Pica.
El torero José Mari Manzanares abraza a Camarón, en presencia de Luis de la Pica.

Una fiesta permanente en el cielo

En ese reino de los cielos lleno de "nubes blancas y jardines de terciopelo" se tiene que estar formando "una fiesta muy grande todos los días". "Fíjate quienes está ahí arriba ya", señalan muchos de los consultados como José Enrique Gallardo, José Manuel Rodríguez, Rosario La Reina Gitana, Kina Méndez, las hermanas Ana y Coral de los Reyes o Jorge Grande, e inciden en su libertad y heterodoxia cantaora con una personalidad arrolladora Cristina Cruces, Antonio Barberán, Ángeles Castellano, Fernando Soto o Alejandro Luque.

En "los vuelos del capote de Paula y el alma de Terremoto", tal y como afirma Andrés Villagrán, está concentrado el sentir de un barrio que tiene como espejos celestiales a Moraíto, Fernando de la Morena y su hermano Curro, Periquín Niño Jero, Sordera, Tío Borrico y tantos otros que han hecho del arrabal jerezano un punto neurálgico vital para el flamenco.

Para Luis Lara, el comandante del humor, Luis de la Pica se llevó "las tiritas de mis entrañas" y, a pesar de su corta edad como escudero a la bajañí, Alfredo Lagos recuerda "la singularidad de un artista que ya no hay". "Era una sílfide, un ser que vive en el aire, en los bosques y en los campos, que vuelan gracias a unas alas transparentes, que si se mojan caen al suelo y no pueden levantarse hasta que se secan; así era Luis, un corazón puro y libre en días de sol", apostilla Antonio Campos.

Por eso, Luis de la Pica es para el mundo del flamenco un hermano en el cielo que, aunque llegue tarde a casa, perfuma los aromas que nos trae el aire con su recuerdo, en las eternas noches que él quiso pintar de corinto y vestirse de negro para mandarnos besos hasta que llegue el alba.

Sobre el autor:

David Montes

David Montes

Comunicador. Experto en gestión cultural del flamenco.

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