Manuel Garrido, de Espera a la Ópera de París: "La danza requiere ser muy fuerte mentalmente"

El bailarín gaditano repasa su trayectoria, desde la escuela de danza de Belén Fernández, en Jerez, hasta una de las más prestigiosas compañías de ballet del mundo

El espereño Manuel Garrido es bailarín de danza clásica, y forma parte de la compañía de la Ópera de París desde 2022.
El espereño Manuel Garrido es bailarín de danza clásica, y forma parte de la compañía de la Ópera de París desde 2022. MANU GARCÍA

La historia de Manuel Garrido (Espera, 1995) podría ser la de cualquier chico con una pasión irrefrenable por una disciplina artística o por un deporte; en este caso, por la danza. Las comparaciones de cualquier joven que baile danza clásica con Billy Elliot ya son manidas, pero la suya es una trayectoria, como la del protagonista de la película, de trabajo duro, mucho esfuerzo, estar lejos de la familia y crecer en el extranjero a marchas forzadas.

Durante un año, fue a clases de gimnasia rítmica, hasta que la escuela a la que iba tuvo que cerrar. "Entonces mi madre me dijo: ¿por qué no pruebas el ballet? Y yo le dije: mira, mamá, el ballet es súper aburrido. Claro, yo acostumbrado a dar volteretas, con la cinta, la pelota... Pero al final dije: voy a intentarlo", explica Manuel. Así, a los once años, tomó su primera clase de ballet en la escuela de danza de Belén Fernández, en Jerez. "Y desde entonces, no he parado", se sincera.

Lo habitual para un bailarín de danza clásica es que, tras pasar por una escuela de renombre, pase a formar parte de la propia compañía; por ejemplo, pasar de estudiar en la Royal Ballet School a bailar en la compañía del Royal Ballet Theatre. Pero no es el caso de Manuel Garrido.

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Manuel Garrido posa para lavozdelsur.es en la escuela de danza Belén Fernández, en Jerez.  MANU GARCÍA

Su trayectoria es larga y cambiante. Tras una audición a los 14 años para la Royal Ballet School, donde fue aceptado, tuvo que mudarse a Ecuador con su familia por el trabajo de su padre, por lo que tuvo que rechazar la plaza. Después de vivir un año en este país, donde continuó estudiando con el bailarín cubano Rolando Sarabia, se presentó a una audición para la escuela del American Ballet, en Nueva York, donde estuvo un año. Por motivos económicos, luego pasó a la Canada's National Ballet School, en Toronto, donde consiguió una beca completa. 

Tras graduarse en Toronto, decidió seguir su sueño. "Yo siempre he querido bailar con los rusos, porque tuve un profesor ruso y me motivó muchísimo en ese método y en esa tradición. Hice una audición por vídeo a la Vaganova Ballet Academy en San Petersburgo, y me cogieron. Y allí me fui un año a estudiar", relata. 

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Manuel en el centro de Jerez, donde comenzó su formación como bailarín.  MANU GARCÍA

Luego, Manuel pasó por compañías de tanto prestigio como el Czech National Ballet, en Praga, y la compañía del Teatro de La Scalla, en Milán. Hasta llegar a la Ópera de París, donde estuvo cuatro años con contratos temporales, hasta 2022, cuando ya le hicieron fijo en la compañía. El confinamiento, que fue tan duro para los profesionales de disciplinas como la danza, lo pasó junto a su familia en Espera, y en ese tiempo participó además en el programa Tierra de talentos.

"La mía es una trayectoria poco habitual, porque un bailarín, a no ser que sea un loco como yo, que quiera cambiar de ciudad, de país, de método, lo normal es que entre en una escuela prestigiosa y luego en la compañía. Pero lo bonito es que, de cada sitio, y de los diferentes profesores, he aprendido muchísimas cosas y he cogido lo bueno, ya sea con experiencias buenas o experiencias malas", expresa. 

Las dificultades de una carrera meteórica en la danza

Manuel Garrido pasa parte de sus vacaciones de verano en Espera, junto a su familia, y aprovecha también para regresar al que fue su hogar, donde comenzó su amor por la danza: la escuela de Belén Fernández, en Jerez. "Para mí, volver a casa es siempre un orgullo y un placer. Me hace muchísima ilusión, sobre todo ver a mi profesora Belén Fernández, que es la que me ha transmitido esa pasión y ese amor por la danza", se sincera.

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El bailarín gaditano recalca que la danza le ha enseñado mucho "como persona", más allá del propio arte.  MANU GARCÍA

Además, es para él casi una necesidad: "Volver a casa es también necesario para mi energía y para mi motivación. Porque ya, al haber estado en la Ópera de París tantos años, a veces no me doy cuenta de dónde estoy. Me acostumbro y hago mi día a día, y  aunque cada vez que entro en ese teatro maravilloso, me motivo, al final me voy acostumbrando. Por eso, volver a casa y pensar: aquí he empezado, en esta escuela pequeñita, y ver a los alumnos, que yo era uno de ellos, y pensar hasta dónde he llegado, todos los países que he recorrido, para estar donde estoy, me ayuda".

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Manuel, durante una mañana en la escuela de Belén Fernández, que le transmitió el amor por la danza.  MANU GARCÍA

La danza no es un mundo fácil, por la propia esencia de esta disciplina artística y también por el contexto en que viven los bailarines: muchas veces precarios, con contratos temporales, fuera de casa y enfrentados a un idioma y una cultura que no son las suyas. Así lo corrobora Manuel: "Los cambios de países han sido muy duros, porque las culturas diferentes, el idioma diferente... He tenido que esforzarme mucho para poder comunicarme, sobre todo en Rusia. Yo ya hablo inglés, español, francés e italiano perfectamente, y aprendí un poco de ruso, pero fue complicado. Y el cambio de país y a esa edad, tan joven, y estando solo, sin tener a tu familia cerca, y teniendo dificultades, no solamente en el baile, ha sido complicado".

Ese aprendizaje ha ido más allá de la danza. "Gracias a la danza he aprendido muchas cosas, pero no solo sobre la danza. Me ha hecho crecer muchísimo como persona. La danza no solamente es baile, sino que te enseña mucho como ser humano: sobre el respeto, sobre la disciplina, sobre el cuidado... Sobre muchos temas que quizá no los tenemos en cuenta y son importantes", sostiene.

El joven bailarín gaditano también enfatiza algo que quizá no se conoce tanto sobre este ámbito: la salud mental. "Un bailarín que tiene muchas posibilidades, pero que no tiene la cabeza, no va a llegar a ningún lado. Mentalmente, hay que ser muy fuerte. Es muy duro salir fuera y currárselo solo. Hay que decirlo todo: hay gente que llega porque es 'amigo de', o por posibilidades económicas... Yo estoy donde estoy porque me lo he currado solo, y gracias a mis profesores y a mi familia. Es un mundo injusto. Hay que superar muchas dificultades mentales: depresiones, mucho estrés... Es un mundo muy estresante, muy exigente, siempre estamos compitiendo, y a veces olvidamos que estamos ahí porque queremos bailar. La salud mental para mí es muy importante, y creo que no lo hablamos lo suficiente. La gente ve una actuación, y dice: qué bonito, o: no me ha gustado, pero no sabe todo el trabajo que hay detrás", detalla.

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Para Manuel Garrido, lo más duro fueron los cambios de país, y adaptarse al idioma y la cultura.  MANU GARCÍA

Preguntado por un momento 'estrella' de su carrera, lo tiene claro: cuando le hicieron fijo en la Ópera de París. "Para mí eso fue un regalo, porque ya sé que tengo ese sitio que es mío", tras tantos años de trabajo, explica.

Un bailarín de la Ópera de París se jubila a los 42 años y, aunque aún le quedan bastantes por delante, ya sabe que, en la siguiente etapa de su carrera, le gustaría trabajar como coreógrafo, y ya está empezando a estudiar y trabajar en ese sentido.

Por el momento, hasta el 26 de agosto que comienza la nueva temporada, Manuel Garrido aprovecha para disfrutar de su casa y su familia, y de algo que disfruta especialmente cuando viene: el ritual gaditano de salir a desayunar. "Allí no se desayuna en la calle, la gente desayuna en su casa", apunta risueño.

Sobre el autor:

Alaia Rotaeche

Alaia Rotaeche

Graduada en Periodismo y Máster en Estudios Literarios por la Universidad Complutense. He pasado por medios locales, por comunicación política y de organizaciones y he participado en proyectos autogestionados. Me interesan particularmente la cultura, la política, las migraciones y los feminismos, e intento siempre tener la mirada puesta en quienes tradicionalmente han habitado los márgenes de la sociedad.

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