De la 'derechona' a la 'fachosfera'

El inmigrante es el 'nuevo judío' al que se le desprestigia y se le acusa de los males del mundo. Se les mira con lupa

Jesús Caballero Ragel

Licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Sevilla y doctor en Artes Humanidades por la Universidad de Cádiz 

Donald Trump, candidato del Partido Republicano.
Donald Trump, candidato del Partido Republicano.

El aumento de la ultraderecha en España, Europa y el mundo occidental está siendo meteórico. Aunque cada partido o sección ultranacionalista posee sus características propias, coinciden en muchas cosas. El aumento de la ultraderecha a nivel mundial está relacionado con el aumento del fenómeno migratorio y el rechazo del mismo. El emigrante es visto por la ultraderecha de forma xenofóbica como un invasor que lleva consigo la destrucción de la cultura tradicional autóctona. La ultraderecha identifica intencionadamente al inmigrante con el aumento de la delincuencia, con mayores problemas de convivencia y con mayores gastos sociales. Se recrimina al inmigrante el apego a sus costumbres y la falta de integración. Las soluciones que proponen ante un problema tan grave como la inmigración son el cierre total de las fronteras, edificando muros infranqueables y las deportaciones masivas, obviando incluso las leyes internacionales de asistencia humanitaria, asistencia al menor, derecho de asilo, etc.

El fenómeno de la ultraderecha es internacional. Donald Trump no tiene pelos en la lengua en señalar negativamente a la comunidad haitiana de EEUU con el bulo de que se comen las mascotas, sembrando el odio y el miedo, que es lo que persigue la ultraderecha. El Brexit fue la respuesta de los británicos rechazando el fenómeno migratorio, algo que no ha impedido que sigan llegando emigrantes a su país. En España, Italia o Francia, los líderes ultranacionalistas señalan a los inmigrantes, o a los nacionales de origen extranjero, y les colocan una diana promoviendo su rechazo. 

El inmigrante es el 'nuevo judío' al que se le desprestigia y se le acusa de los males del mundo. Se les mira con lupa. No están lejos los nuevos progromos contra los inmigrantes y los linchamientos públicos, que es lo que están alentando de forma irresponsable con sus discursos xenofóbicos. No quieren entender que la inmigración es el resultado de la desigualdad económica del mundo. Una desigualdad promovida durante siglo por los países occidentales, que ahora se les vuelve en contra. Y su solución es compleja.

Pero las ideas ultras se alimentan de más leña. Económicamente, apoyan el neoliberalismo económico, que ya se desplomó en la grave crisis de 2008, y rechazan la fortaleza de los estados para financiar servicios públicos esenciales. Para los ultras, que cada uno se pague sus escuelas y su asistencia médica, fomentando el negocio en los servicios más esenciales. Por ello, fomentan la privatización de servicios y la reducción de los impuestos, sobre todo a los más ricos. Para ellos, la economía está por encima de la protección del medio ambiente, de la salud general. Son negacionistas ante el cambio climático y rechazan la agenda 2030 de reducción de gases contaminantes. 

La ideología ultra europea se caracteriza por un patriotismo nacionalista exacerbado que raya en el populismo, el rechazo al sometimiento a la UE y el aumento de la soberanía e independencia de las naciones,  la aversión y el desprecio a la social democracia y cualquier ideología de izquierdas, la vuelta a la penalización del aborto en todos sus supuestos, el rechazo de los derechos adquiridos por el colectivo homosexual o transgénero, el no reconocimientos de la violencia machista –miles de mujeres son asesinadas cada año en el mundo por sus parejas o ex parejas- sin diferenciarla de una violencia general, solo para negar el movimiento feminista, al que odian. Algunos son plenamente afines a dictadores como Putin, porque les puede proporcionar gas más barato (Orban, Fico, etc.) priorizando lo económico sobre todo lo demás.

En España el aumento de la ultraderecha no solo se relaciona con el aumento de la inmigración, sino que su avance también es respuesta a los movimientos independentistas, sobre todo tras el procés catalán. Cuanto más nacionalismo, más ultraderecha. Defienden la unidad de España a ultranza y el centralismo político. No se acepta un avance en el autogobierno de las comunidades autónomas. Es más, quieren eliminarlas. Rechazan cualquier sistema federal o confederado – sobre todo en gestión económica- plenamente aceptado en países como EEUU, Suiza o Alemania. 

Para ellos, el federalismo es la destrucción de España, secuela del franquismo, obviando los intereses nacionalistas históricos de varias zonas de España para lo que solo proponen como solución la represión, fórmula que sabemos que no funciona. Ni siquiera quieren debatir sobre un sistema federal, que quizá pueda ser la solución de los problemas nacionalistas en España y el encaje de todas las comunidades. Ignoran que al independentismo solo se le va a vencer en las urnas.

Defienden la moral católica tradicionalista española, consecuencia de 40 años de nacional catolicismo, y rechazan el movimiento LGTBI, a los que quieren recortar sus derechos. Les hierve la sangre con la ley de Memoria Histórica Democrática que ha permitido conocer la gran represión física e ideológica del franquismo. Quieren eliminarla alegando que produce división entre los españoles, cuando en realidad esconden su simpatía por el franquismo, al que muchos idolatran. 

La ultraderecha española ha tomado partido por Israel frente a los palestinos, a los que identifican todos como terroristas. Son insensibles ante los bombardeos masivos de Israel sobre la población civil palestina, claros crímenes de guerra que se asemejan a un genocidio. Incluso acusan a la izquierda de antisemitismo por clamar contra tanta matanza. Israel tiene derecho a defenderse, pero siguiendo la legislación internacional en referencia a la salvaguarda de la población civil en los conflictos bélicos, cosa que no hace.

Si esta nueva ideología es claramente preocupante, grave es que tiene una mayoritaria acogida en amplios sectores como el ejército, cuerpos de seguridad del estado o funcionarios de prisiones. Llamativo es su acogida entre algunos jueces, que no esconden en redes sociales su ideología ultra. Unas ideas que están teniendo una gran acogida entre muchos jóvenes, sobre todo de clases más pudientes. Incluso la derecha moderada tradicional ha girado su discurso hacia el discurso ultra, sobre todo en materia migratoria. Más penoso aún es ver que muchos intelectuales y profesores universitarios profesan abiertamente esta ideología en sus artículos periodísticos diarios.

El problema es que mucha gente simpatiza con muchos de estos postulados de ultraderecha, aunque no les voten, sin darse cuenta que son de ultraderecha. Cualquier familiar, amigo o vecino te comenta una barbaridad sobre los inmigrantes y se queda tan pancho: que si todos los menas son delincuentes, que si todos los negros son violadores, que si todos los moros son terroristas…Es el neofascismo del siglo XXI, que bajo el escudo de las libertades democráticas defiende los mismos postulados xenófobos, racistas y discriminatorios que en su momento la Alemania nazi. Una ideología ultra que no va a traer nada bueno, que hay que combatirla ideológicamente y frenarla. 

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