Jerez, ese manantial inagotable del que brota el flamenco

Bajo la dirección de Manuel Valencia, el Muelle Camaronero de la Bienal de Flamenco de Sevilla acoge un espectáculo donde Jerez se revindicaba como territorio flamenco fundamental e indispensable

Tia Juana la del Pipa cerrando con una debla la primera intervención del espectáculo Territorio Jerez en el Muelle Camaronero de la XXIII Bienal de Flamenco de Sevilla.

XXIII Bienal de Flamenco de Sevilla - Territorio Jerez - Muelle Camaronero

Ficha técnica:
Espectáculo: Territorio Jerez – Lugar: Muelle Camaronero (XXIII Bienal del Flamenco de Sevilla) – Fecha: 21 de septiembre de 2024 – Aforo: Lleno – Cante: Tía Juana la del Pipa, David Carpio, Ezequiel Benítez y Manuel Monje (chico) – Toque: Manuel Valencia y Antonio Higuero – Palmas: Juan Diego Valencia y Javi Peña

El Muelle Camaronero de la orilla trianera de la manga del río Guadalquivir que refresca — o asfixia— a Sevilla en los días de verano, dejaba patente que Jerez es mucho más que un territorio flamenco, en el festival jondo más importante del mundo.

Sobre todo porque, en la noche de ayer, se volvía a mostrar como un manantial indispensable para la continuidad y la evolución de un género musical y dancístico que es el principal embajador cultural que tiene la marca España en el mundo. Y, además, por demostrar bajo la dirección de Manuel Valencia que ya quedaron atrás aquellos tiempos donde los escribanos dejaban más borrones que cuentas nuevas — aunque algunas de ellas inolvidables—, con producciones más interesadas en otros menesteres que los propiamente artísticos.

Tan es así, que incluso el Muelle Camaronero se nos antojaba un espacio poco adecuado para lo que se pudo ver y disfrutar — mucho— durante la hora y media en la que el cante, el toque y el baile con denominación de origen Jerez puso bandera en la Bienal de Flamenco de Sevilla como territorio jondo. Porque fue una noche de las que tardarán en olvidarse y quien dejó la silla sin ocupar no era consciente de lo que se iba a perder, por muy bueno que estuviera el piripi que tuviera en la mano  

Y lo fue no solo por lo que se vivió, sino también por lo bien elaborado y ejecutado que estuvo un espectáculo, donde el oriente y el occidente del clasicismo jondo jerezano estuvo presente de forma elegante y cuidada. Que Jerez es la cuna, la capital, el epicentro y un bastión flamenco fundamental para el género no hace falta decírselo a todos ustedes. Ni a la presidenta de la Comunidad de Madrid.

Tía Juana la del Pipa, Ezequiel Benítez, David Carpio y Manuel Monje chico en el Muelle Camaronero. Laura León (Archivo fotográfico Bienal)

Pero lo que sí hay que dejar patente es que el relevo generacional es algo que sí es uno de los pocos lugares donde se está dando de forma natural. Y puede dar fe de ello el elenco que estaba sobre el escenario. A todos los niveles. Cantaor, tocaor y soniquetero. Desde el pitón hasta el rabo, como diría un taurino.

Desde el martinete agujetero de Manuel Monje chico, pasando por el rescate de las trilleras de David Carpio y Ezequiel Benítez y que recoge la voz de bronce de Tía Juana la del Pipa con la clásica debla que cierra habitualmente este cante, hasta la bulería final donde cada uno de ellos saca a relucir lo mejor de su repertorio.

Como también lo tiene en la bajañí a compás de doce tiempos. En las manos de dos Fórmula 1 de la prima y el bordón, Valencia e Higuero devolvieron a la vida mano a mano falsetas históricas de Parrilla, Manuel Morao, Cepero o Moraíto con compás de metrónomo, antes de que un infante de solo once años se sacara de la chistera otra de sus genialidades.

Manuel Monje chico no deja de sorprender. Una vez tras otra. Si no hace mucho les indicábamos que a su corta edad domina el escenario y el cante una soltura inusitada, también es capaz de crear y recrear situaciones únicas como la zambra de su intervención en solitario, donde las letras de la Nana por soleá de La Paquera fueron las que le dieron contenido.

Y si ello no fuera suficiente, tras la granaína chaconiana no abandolaba el cante, sino que lo buleaerizaba, recordando al inconmensurable Luis de la Pica, ese artista tan bohemio como genuino que es santo y seña del cante despacito y a compás. ¿Alguien duda de que el Premio Revelación de esta Bienal de Flamenco de Sevilla no tiene dueño ya nombre y apellidos?

Manuel Monje chico, junto a Manuel Valencia, cantando por granaínas.

Y tras el huracán Monje, era a David Carpio a quien le tocaba plegar las velas y fajarse con los cantes más duros y exigentes. Un artista de trayectoria absolutamente consagrada y que está saboreando las mieles de cantaor protagonista en primera persona, se dejaba el alma en la soleá y la jondura en la seguiriya.

Primero, recordando a Frijones, Juanito Mojama, Juaniquí, apolando el cante o incluso rescatando el cierre con el que La Piriñaca recordaba a Tío José de Paula, a través de ese ligadillo de matices alcalaínos, del Mellizo y Frijones que ejecutaba más dicho y cortito que cantado. Y después, porque el cante del dolor presente hacia que la sangre de Chocolate y Molina brotara por el Muelle Camaronero, mientras el Valencia se moría entre los bordones, y las cabales situaban en el altar de los cantes de Jerez a la casa Moneo.

Por alegrías y cantiñas, Ezequiel Benítez y Antonio Higuero consiguieron que hasta los barcos que navegaban por el Guadalquivir se acercaran para ver el espectáculo de balde. ¿Y si dentro de dos años somos nosotros los que estamos ahí dentro?, se preguntaba alguno del patio de butacas — sin almohadillas—, mientras engarzaba un ole tras otro con el cante de un artista que se gusta y se viene arriba cuando tiene al público cerca. Y que también es capaz de tirar de letras propias de hondo calado por malagueñas porque "son cosas que salen de mi corazón", antes de recordar a su padre en la primera y dejar volar "mis pensamientos" en la segunda, dedicada a la belleza que siempre atesora una madre.

"Si me sale algo regular, ustedes me perdonáis ¿no?", espoleaba Tía Juana la del Pipa sabedora de que el pescao estaba esa noche bastante caro y le tocaba abrochar lo que estaba siendo una velada en la que no importaba que la silla fuera de incómoda madera. "La próxima vez me traigo la almohadilla de los toros", se escuchaba en la casi solitaria y desierta fila reservasa para la prensa.

El Muelle Camaronero lucía sus mejores galas para acoger el espectáculo 'Territorio Jerez'

Y con Tía Juana en estado de gracia, las estrellitas del cielo se vistieron de colorao, para poner contraste a su vestido verde limón a compás de bulería por soleá y disfrutar de una cantaora que ya no va a cambiar a estas alturas de la vida. Ella siempre es capaz de echar leña en el corral para que el alma siga caliente y en vilo. "La Tina Turner del flamenco", la definía uno de los guitarristas, antes de que entregaramos la cuchara por tangos con su cancionero habitual. Entre remates y replantes, sacó a relucir el evangelio de Antonio Gallardo Molina, para dar cuadratura al círculo flamenco jerezano del cante, el toque, el baile y la composición.

Por fandangos y bulerías llegaba el final. Es pieza obligada, si eres de Jerez, despedir el espectáculo con la reina de los cantes a compás. Y tal y como llegaron al inicio, fueron pasando cada uno de los cantaores para dejar su sentencia a golpe de fandango y, con el aroma y el acervo bailaor de La Plazuela, de Santiago, del Chozas, de Luis de la Pica y de tantos y tantos otros que la lista sería interminable, porque Jerez ahí no tiene rival, ni nadie que se le acerque a respirarle cerca, el fin de fiesta por bulerias daba colofón a la noche  

Jerez demostró por qué es uno de los vértices fundamentales del Triángulo del Flamenco y parada fundamental para el Tren del cante. Y no lo hacía de cualquier forma ni de cualquier manera, sino de aquella que es digna de una tierra santo y seña de lo más y lo menos jondo.

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