Sucedía la noche del pasado jueves en el programa de La 1 que lleva por título 59 segundos. Trataban los tertulianos sobre las declaraciones de Aldama contra el mundo y en su intervención Javier Aroca ofreció la mejor definición de Feijóo que he oido en mucho tiempo. Decía Aroca que Feijóo es como el palomo ajedrecista que se sube al tablero, tira la pieza, se caga en el tablero y después dice que ha ganado. Difícilmente se puede sintetizar de manera más clara la personalidad del líder popular a tenor de su comportamiento desde que llegó a Madrid para a darse a conocer ante el gran público.
Si algo sirve de hilo conductor al discurso del político gallego, más allá de la indigencia intelectual y su insolvencia política, es su patetismo, ese que se desprende de cada una de sus intervenciones no importa cual sea el tema del que se trate. Y esto, aunque se ha agravado en los últimos tiempos, no es algo nuevo sino que arranca ya en su intento de ser elegido presidente cuando resultaba evidente que no reunía el numero de votos necesario para tal fin. Resultaba patético escucharle decir que no había sido elegido presidente porque no había querido cuando la realidad, la que compartíamos las personas cuerdas, era bien distinta.
Y ese patetismo que se desprendía de ese intento fallido de antemano, de ese desafío a las leyes de la aritmética parlamentaria, ha venido impregnando sin excepción todos los movimientos políticos que ha protagonizado hasta hacerle perder la razón que parecía tener cuando gobernaba la comunidad autónoma de Galicia. Citando nuevamente a Aroca lo de Rajoy en su labor de oposición es como un circo de tres pistas donde cuando fracasa en una de ellas pasa a la siguiente.
Ciñéndonos a los acontecimientos más recientes resulta espectacular para cualquier observador de la política española y europea el sonado fracaso al intentar boicotear el nombramiento de una mujer española como segunda en el escalafón de la Comisión Europea. El intento desesperado de desviar las responsabilidades del inepto Presidente de la Generalitat valenciana haciendo hasta lo imposible por acabar con el nombramiento de Teresa Ribera como Vicepresidenta primera de la Comisión ha puesto de manifiesto una vez más la insolvencia política del líder popular. Hemos visto como el líder de los populares europeos, el señor Manfred Weber, le ha utilizado para conseguir su objetivo que no era otro que los socialdemócratas terminaran admitiendo el nombramiento de Fitto, el hombre de Meloni en la Comisión, al tiempo que el vicepresidente de Orbán, el señor Várhelyi.
Resulta evidente que Weber ha jugado con el líder del Partido Popular y con sus figuras europeas, González Pons y Dolors Monserrat, como le ha venido en gana utilizándolos para su fin último que no era otro que rehacer con los nombramientos las relaciones con la extrema derecha de Meloni y Orbán por aquello de que siempre, a la hora de futuras negociaciones, mejor un banco de tres patas.
Y mientras tanto el palomo ajedrecista pensando ya en cambiar a la pista de Aldama contra el mundo ofreciéndose para una hipotética moción de censura como si no hubiese un mañana, ofrecimiento que resuma el mismo patetismo de aquel intento fallido de investidura haciendo realidad aquello de que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.