‘Si la libertad estuviera en peligro, las barricadas estarían en Cádiz’ dejó dicho Carlos Cano. Y es una verdad grande por sencilla y por histórica. Es una verdad como de oráculo: en la península Ibérica, la edad contemporánea empezó en Cádiz y en esta distopía de desigualdad que vivimos en España en el siglo XXI, Cádiz es la última frontera de la libertad y, por tanto, de la esperanza.
En la manifestación de la Marea Blanca en defensa de la Sanidad pública del pasado 26 de enero, en las calles de Sevilla alguien con voz de tenor cantaba con un megáfono ‘Andalucía camina palante, la privada camina patrás’. Luego, el grupo de personas que acompañaba al solista repetía la frase y el estribillo tradicional del ‘eo eo eo eo’. Y también es una verdad grande por sencilla y por histórica. Y porque el solista y el coro son la voz de la conciencia popular de las y los andaluces: cuando Andalucía se empodera y camina adelante con la elegancia de un tigre bengala, los derechos avanzan y se generalizan, lo público avanza y se consolida, el estado es ‘escuela gratis, medicina y hospital’, el bienestar se redistribuye y el negocio no se hace con la vida de la gente, por eso la coplilla sentencia ‘la privada camina patrás’.
En la reciente ceremonia de los Goya hubo muchas y hermosas voces. La de Benito Zambrano hablando de país de países y de Andalucía viva, como la que más. Y lo dijo delante del presidente del gobierno y sus ministros, que le aplaudieron. Porque la voz de Andalucía nunca desentona, al contrario, señala, define y alumbra. La voz no es el eco de un sonido replicante, la voz, incluso como metáfora de los seres vivos de cualquier especie, requiere siempre de un sujeto.
Pues de eso va esta reflexión: de la necesidad y del valor de un sujeto político andaluz. Obviamente, como andalucista mi posición no puede ser otra. Pero no pretendo escribir sobre convicciones sino sobre razones, que es la materia con la que se hace la política.
Estamos en un tiempo político, por fin, después de un larguísimo e intenso tiempo electoral. Es urgente hacer política con y para la gente, por eso, cuanto antes apaguemos las maquinarias electorales, más lucidez y más templanza tendremos para el análisis y la toma de decisiones, que el ciclo electoral trastorna hasta las mentes más brillantes. El propio Infante nunca tuvo un acierto electoral aunque nadie, salvo los herederos de sus asesinos, puede negarle la victoria política.
Comparto la sensación de alivio de la gente que me rodea ante el desenlace de este ciclo: hay un gobierno progresista, de izquierda, una coalición entre PSOE y UP, que supone una novación importante en nuestra historia democrática. Yo voté para un gobierno de estas características. En abril y en noviembre. Porque la otra opción representa, desde mi punto de vista, la vuelta a las cavernas de los neandertales y, evidentemente, no es lo que quiero para mí ni para mi gente. Voté porque entendí que un gobierno progresista y de izquierda trabajará por la igualdad, restaurará los derechos perdidos y/o recortados y velará por las personas más vulnerables poniendo la vida y la calidad de los servicios públicos en el centro de su acción política. Voté porque todo eso, la igualdad, los derechos y la vida, significa que un gobierno progresista y de izquierda necesita un sujeto andaluz para hacer política con mayúsculas.
Porque un sujeto político con la voz de Andalucía será inequívoca y mayoritariamente de izquierda, situará la vida y las necesidades de la gente por delante del negocio, protegerá los derechos y ampliará la democracia en vez de recortarla. Un sujeto político andaluz de izquierda no es la expresión singular de nadie en Andalucía, es la expresión singular de Andalucía en alianza con otros actores políticos. Porque no es contra nadie. Nunca es contra nadie: llevamos el estado y la Humanidad en el escudo. Y es una verdad sencilla e histórica. Nunca es contra nadie, las y los andaluces no queremos el ‘a por ellos’ para reconocernos ni para autogobernarnos. Cuando alguien quiere liderar el ‘a por ellos’ sólo atrae desgracia para sí mismo. Se le puede preguntar a la anterior Presidenta de la Junta de Andalucía por si hubiera alguna duda.
Andalucía tiene una agenda propia y necesita un sujeto político propio. Hasta la derecha que gobierna la Junta lo sabe y hará lo posible por ocupar ese espacio. El andalucismo legitima, el PSOE lo sabe, el PP lo sabe y el 28F está en la próxima hoja del calendario.
Y el gobierno central necesita resolver las cuestiones sociales y las tensiones territoriales. Si no lo consigue fracasará. Por eso necesita Andalucía mucho más de lo que piensa. Si Andalucía no tiene voz nadie hablará de federalismo ni de futuro y los ‘acuerdos’ territoriales que se alcancen abundarán en la distopía de la desigualdad. La fase del ‘diálogo’ para resolver el problema de Cataluña terminará con ‘acuerdo’, el problema territorial se resolverá con un acuerdo político, más allá de la reforma del Código Penal. Y si Andalucía es invisible y no tiene voz, no habrá equilibrio posible, la tensión centralismo/periferia se convertirá en abismo norte/sur, riqueza/pobreza, con lo cual el Gobierno central no habrá resuelto la cuestión social ni la tensión territorial.
Por eso ¿quién teme a la Andalucía empoderada? Las y los andalucistas no, desde luego. La derecha, que tal vez debería, no sólo no teme sino que ronea con un andalucismo moderado y centrado, más al estilo de Feijoo que al de Casado. Olvidada ya aquella posición demente del ‘andaluz, este no es tu referéndum’.
El PSOE andaluz está en su laberinto. No teme porque confía en salir de la melancolía y embridar otra vez al tigre bengala. La izquierda, que no debiera temer porque sabe que el rugido del tigre es rabia y dolor de siglos y esperanza de un mañana, se ensimisma un poquito con el destello del triunfo y puede equivocarse de adversario.
Tenemos que volver a los espacios de encuentro, a la mirada serena y común sobre la realidad y a la razón política de la agenda andaluza y el interés general por encima de las legítimas razones particulares.
Porque de lo contrario, temamos o no, las y los andaluces no tardarán en ponernos a todas y todos en el rincón del olvido. Las y los andaluces que una vez fueron tigres bengala, aunque durante mucho tiempo después hayamos sido pajaritos. El rugido de la Andalucía feroz está en las entrañas y de ahí a la garganta sólo hay una bocanada de aire.