"Aitor nos ha dado una lección a su madre y a mí, tiene una fuerza y un carisma que no se puede imaginar"

Una visita al domicilio de Aitor Palomeque, meses después de ser arrollado por un conductor ebrio y drogado

Aitor, en su casa, sonriendo mientras juega a la Play Station. FOTO: CLAUDIA GONZÁLEZ ROMERO
Aitor, en su casa, sonriendo mientras juega a la Play Station. FOTO: CLAUDIA GONZÁLEZ ROMERO

No despega los ojos de la pantalla del televisor. Mando en mano, elimina un enemigo tras otro en uno de los videojuegos de moda, mientras se comunica con sus amigos a través de un micrófono. Gesticula, se enfada y se emociona a partes iguales. “¡He matado a 65!”, grita. Aitor, diez años, no hace ni un mes que recibió el alta hospitalaria tras ser arrollado por un conductor ebrio y drogado. “Todo fue muy rápido. No lo vi. Fue como el que ve un relámpago o cómo el que recibe una colleja sin saber de dónde viene”, relata su padre, Andrés, mientras ve a su hijo obnubilado con la Play Station 4. “Viéndolo animado su madre y yo estamos bien. Lo malo sería lo contrario”.

Aquel 3 de mayo, hace solo tres meses, cambiaba por completo la vida de la familia Palomeque. Tres meses después del triste suceso que desembocaría en la amputación de la pierna izquierda del joven, prometedor benjamín del Marianistas que ya estaba siendo seguido por varios equipos, las cosas empiezan a verse de otra manera. Aitor parece haberse hecho a su silla de ruedas y ahora luce el pelo teñido de rubio, para imitar a uno de sus jugadores preferidos, Joaquín, del Betis, al que conoció recientemente tras la visita del club verdiblanco al estadio de Chapín para disputar un amistoso. “No me contó ningún chiste, pero me dijo que me dedicará un gol”, logramos arrancarle al niño, que echa más cuenta a la Play que al entrevistador.

Aitor, con la camiseta de Leo Messi, firmada por el argentino. FOTO: CLAUDIA GONZÁLEZ ROMERO

“En un primer momento no sabían si trasladarlo en helicóptero a Sevilla o mandarlo a Cádiz, porque no creían que llegara vivo”, dice Andrés. Tras el fuerte impacto del turismo sobre la moto en la que circulaban tanto él como su hijo recuerda poco. Tan solo que sacó fuerzas de donde no tenía para socorrer a su hijo. Ya en un primer momento se dio cuenta de que la pierna de Aitor no estaba bien. Empezó a sangrar y le hizo un torniquete como pudo. “Si hubiera perdido la conciencia con el golpe, lo mismo mi hijo hoy no estaría vivo”, piensa.

Aitor pasó dos meses en el Hospital Puerta del Mar, de Cádiz, donde se le amputó su pierna tras una primera intervención de urgencia en Jerez. “No quiero ni recordar el momento en que despertó y se vio sin pierna. Es una situación que no se la deseo a ningún padre. Aitor es un niño muy activo, apasionado del fútbol y que estaba muy bien visto. El fútbol es su gran pasión y ahora se le ha truncado el sueño de su vida, que era el de ser profesional”.

Aitor, junto a su padre Andrés, en su domicilio. FOTO: CLAUDIA GONZÁLEZ ROMERO

Afortunadamente, el mundo del fútbol se ha volcado con el pequeño. Multitud de futbolistas, algunos de primerísimo nivel, le han dedicado palabras de ánimo a través de vídeos o con mensajes en sus camisetas. La más especial para Aitor, la de su ídolo Leo Messi. “De su amigo, para Aitor”, reza junto a la firma del argentino, en una camiseta del FC Barcelona con la que el niño posa sonriente. El otro gran crack del fútbol mundial, el hoy jugador de la Juventus, Cristiano Ronaldo, también tuvo la deferencia de enviarle una camiseta firmada. “No tenemos palabras de agradecimiento. Siempre nos quedaremos cortos para dar las gracias a tantísima gente que se ha volcado con mi hijo”, dice Andrés.

El padre del pequeño, que en su juventud fue futbolista amateur —llegó a jugar hasta la Preferente en el CD Guadalcacín—, afirma que ha aprendido “a valorar más la vida, a disfrutar más de mis hijos —además de Aitor tiene a Álex, de 15 años— y a pensar que no todo es trabajo”. Lo dice quien ha llegado a compatibilizar el oficio de panadero con la gestión de un bar en la barriada de La Granja: “Había veces que empalmaba la noche con el día”. A la vida, además, le pide “que pase rápido para poder ver a Aitor saltar y pegar botes, porque todavía tengo la incertidumbre de que vuelva a ser quien era, no en lo físico, sino en su carácter”. Y es que, como reconoce, “esto es muy largo. Hoy está bien, pero nadie nos asegura que mañana pueda dar un bajón. Él sabe la gravedad de lo que tiene, pero aún no ve la realidad”. Lo que tiene claro su padre es que el niño “ha madurado antes de tiempo. A su madre y a mí nos ha dado una lección. Tiene una fuerza y un carisma que no te lo puedes imaginar”.

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Jorge Miró

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