Mediodía de jueves de un primero de agosto. El calor, el de verdad, llega tras un mes de julio atípico con temperaturas más propias de la primavera que de la canícula. En el campo de fútbol de Vallesequillo, en Jerez, no hay un alma. Nadie se atrevería, con la que está cayendo, a echar ni tan siquiera una pachanga entre amigos.
“Esto me recuerda a la primera pretemporada que hice con el Cádiz en la playa. ¡Qué calor hacía!”, nos dice, tras saludarnos, Diego Garrido Valencia, jerezano del 59, futbolista y bailaor a partes iguales, aunque él afirma considerarse más lo primero que lo segundo. Lo que está claro es que nació con un don, el de manejarse a las mil maravillas con los pies, ya fuera sobre el césped o sobre un tablao.
Nacido en el barrio de Santiago, primo de la Paquera, mitad gitano —por mamá— y mitad gachó —por papá—, él se considera “persona antes que nada”. Por su nombre completo casi no lo conoce nadie, ya que en el mundo flamenco es conocido como Dieguito de la Margara y en el futbolístico era simplemente Dieguito, interior diestro de la mejor época del Cádiz, la de los años 80, que alternaba la Primera con la Segunda y en la que jugaron algunos de sus futbolistas más representativos como Juan José, Mané, Pepe Mejías, Hugo Vaca, Escobar, Dos Santos y, como no, Mágico González.
Huimos del calor en una pequeña oficina habilitada junto al campo de césped artificial. Diego es, desde hace años, trabajador municipal de la delegación de Deportes del Ayuntamiento de Jerez, realizando tareas de celador. Pero también es embajador del baile jerezano en tablaos de medio mundo. Sin ir más lejos, comenta que en unos días partirá hacia Japón para subirse a los escenarios. Aun así, reconoce que actualmente no vive del flamenco porque “la edad de oro ya pasó”.
Diego, durante su entrevista con lavozdelsur.es. FOTO: CLAUDIA GONZÁLEZ ROMERO
Diego empezó en el baile y en el fútbol prácticamente a la par, siendo muy joven. De hecho, En Youtube pueden disfrutar de vídeos en los que se lo ve, con seis o siete años, bailando, al cante de la Perla de Cádiz y con el inconfundible toque de Manuel Morao. Pero por entonces ya se había enrolado en las filas del Cervantes, desaparecido equipo de fútbol base jerezano, para luego pasar al Jerez Balompié.
Pero antes de dedicarse profesionalmente al fútbol, Dieguito marcha a Madrid, como muchos artistas de la época, debido a la gran proliferación de tablaos y salas de fiesta que había en la capital. Contaba solo con 13 años en 1972 y allí descubren su arte muchos aficionados. El por entonces niño deslumbra bailando por bulerías a artistas como Nano de Jerez o Enrique Morente.
Pero el joven sabe también que el fútbol se le da bien. Tras jugar en el infantil y en el juvenil del Balompié recala en el Xerez Club Deportivo, debutando con apenas 17 años en el primer equipo. Su primer partido como profesional con la camiseta azulina lo juega como interior diestro en Badajoz en 1977, con Negrillo como entrenador. De aquel partido recuerda la corpulencia de su marcador.
Tras cuatro campañas en Segunda B con el equipo de su ciudad, en la que incluso le toca hacer el servicio militar en Cerro Muriano, aunque “enchufado, porque al ser futbolista podía seguir jugando”, Manuel Irigoyen lo ficha para el Cádiz, recién ascendido a Primera División por segunda vez en su historia. Aunque Diego admite que tuvo otra oferta del Hércules, prefiere jugar en su tierra, en un equipo cuajado de jugadores de la provincia y de la cantera.
Diego, sentado sobre unas redes de portería. FOTO: CLAUDIA GONZÁLEZ ROMERO
Su estreno como amarillo no puede ser mejor. Antes de arrancar la liga, un gol suyo al Sevilla le da al Cádiz su primer trofeo Carranza. Su temporada también es positiva, juega 29 partidos y marca cinco tantos. Sin embargo, y a pesar de caer en Carranza los principales equipos del campeonato —Madrid, Barcelona, Sevilla, Real Sociedad, Athletic de Bilbao, Zaragoza y Atlético de Madrid— el equipo acaba descendiendo de categoría.
En total, el jerezano juega seis temporadas en el Cádiz, en las que vive un ciclo de descensos (temporadas 81-82 y 83-84) y de ascensos (82-83 y 84-85) y en las que siempre cuenta para los diferentes entrenadores que pasan por el banquillo — Milosevic, Joanet, Paquito y Manolo Cardo—. Aquella época la recuerda como “muy buena, la gente me quería y de hecho me lo demostraron el otro día en el homenaje a Mágico”, futbolista con el que tuvo la suerte de compartir vestuario y al que denomina “un genio que hacía cosas anormales con un balón. Había veces en el vestuario que me decía, estoy mal, Diego, pero luego en diez minutos la formaba, porque había partidos en los que no cogía un balón, pero cuando destapaba el tarro de las esencias era de olé. Era como un cante de la Paquera, o como un capotazo de Paula. A él le encantaba el flamenco y me pedía de vez en cuando que diera una pataíta en el vestuario. Gustándole Camarón no podía ser malo”.
Tras la campaña 86-87 Dieguito cumple contrato y aunque a mitad de esa temporada tiene constancia de una gran oferta del Logroñés —“me ofrecía mucho dinero”—, acaba regresando al Xerez CD, que entonces juega en Segunda División y con aspiraciones al ascenso a Primera. Juega los últimos partidos en el viejo estadio Domecq y con la camiseta azulina, al igual que haría con el Cádiz, marca un gol histórico, el primero del Xerez en Chapín. Sin embargo, su vuelta a casa es efímera y no como esperaba. En dos temporadas apenas juega 32 partidos en liga, marcando cinco goles. Sus últimos años como futbolista los pasa entre Segunda B con el Atlético Sanluqueño (temporadas 89-90 y 90-91) y Tercera, en el Jerez Industrial (91-92) y San Fernando (92-93).
Diego, de espaldas, en el transcurso de la entrevista. FOTO: CLAUDIA GONZÁLEZ ROMERO
25 años después de su retirada, Diego reconoce que, hasta hace poco, seguía soñando que se calzaba las botas. Admite que el fútbol ha cambiado, sobre todo, en el plano físico, porque “ahora los futbolistas son atletas. Y antes no es que no corriéramos o no entrenásemos tanto, porque se entrenaba mucho, pero es que ahora llega una pretemporada y a los futbolistas se les controla hasta el mínimo gramo. También han cambiado los staff técnicos. Antes estaba el primer y el segundo entrenador y el médico. Ahora hay 20 personas alrededor de los jugadores”.
Además de Mágico González, entre sus antiguos compañeros destaca a Pepe Mejías, “de los futbolistas más completos que he visto”, y de sus rivales, se queda con Butragueño —“que hacía una cosa muy difícil, parar el tiempo en el área”— y con Schuster, de quien se llevó una gran impresión en su debut ante el Barcelona en el Camp Nou, un estadio del que recuerda sus dimensiones y la manera del Barça de jugar allá. “Cuando debuté, decíamos que a ver cuándo salía fuera la pelota para que pudiéramos respirar, porque no veas…”.
Ahora los futbolistas son atletas. Y antes no es que no corriéramos o no entrenásemos tanto, porque se entrenaba mucho, pero es que ahora llega una pretemporada y a los futbolistas se les controla hasta el mínimo gramo"
Diego, que piensa que hubiera tenido su sitio en Primera de haberle tocado esta época, también da su opinión sobre sus dos grandes equipos en la actualidad. Sobre el Cádiz, piensa que “no hay que exigirle desde el primer día el objetivo del ascenso a Primera”, mientas que del Xerez CD lamenta su situación actual y la bicefalia que se ha creado entre la afición con la existencia también del FC. “No quiero entrar mucho en el tema, porque yo respeto al nuevo y al viejo Xerez, pero al final es que hablamos de los mismos aficionados y lo que hace falta es que uno de los dos ascienda para tener, al menos, un equipo en Segunda B. Si es el CD mejor, pero que todo el mundo sea respetuoso. Aquí lo que se necesita es un equipo arriba”.
Desde que se retiró del fútbol, el jerezano compagina su trabajo como empleado municipal con el flamenco. Diego señala que es “un hobby con el que gano dinero”, aunque admite que no lo suficiente para vivir de ello. Eso sí: él, quien según los aficionados jugaba bailando, reconoce que encuentra similitudes entre el baile y el fútbol. “Yo era de los de amagar, como en la bulería. Siempre hay que ir al amago tanto en lo uno como en lo otro”.
Comentarios