La vieja fábrica de tabacos que sirve de sede al Palacio de Congresos de Cádiz vuelve a echar humo, 50 años después. Desde el miércoles hasta este viernes acogía uno de los muchos congresos profesionales y especializados que recibe cada año. Uno distinto.
El organizador era la Asociación Empresarial Eólica (AEE), la patronal que construye, instala y explota esos molinos gigantescos que han pasado a ser pieza esencial del horizonte en muchos parajes de la provincia de Cádiz y de otros territorios.
El debate ciudadano está hace años en la conveniencia de plantar esas torres metálicas también frente a las costas o mar adentro, con el consiguiente impacto estético y ecológico que se presupone y está en cuestión.
El rechazo es tan frecuente, quizás no tan amplio, que la mesa estrella de la convocatoria de tres días abordaba sin tapujos, este jueves, un debate específico: Desarrollo en los territorios y aceptación social, era el título.
Juan Virgilio Márquez, director de AEE, en la víspera de la mesa pública, fue lo primero que quiso poner sobre la mesa durante la presentación de una nueva edición del congreso: "Cádiz no tendrá parque eólico marino".
Gran conocedor y sufridor de la polémica que acompaña, más en el mar que en tierra firme, estos proyectos energéticos, Márquez, se adelantaba a la pregunta que ha sobrevolado el recinto gaditano durante tres días.
Le faltó aclarar si el topónimo se refería a la ciudad, a la bahía o a la provincia. Inmediatamente, como le obliga el cargo, defendió que Cádiz sí se beneficiará de la creciente construcción de estructuras gracias a su pujante sector naval. Actividad y empleo para muchos años. La zona fabricará molinos pero no los verá frente a sus orillas, vino a decir.
Además de limitar el significado geográfico de la palabra Cádiz, pudo faltarle también una coletilla: "Por ahora". La duda llegó a las 24 horas en el mismo foro.
Dos prestigiosos expertos profesionales, gallego y catalán, y dos altos dirigentes autonómicos, de Canarias y Cataluña, matizaron de forma involuntaria su compromiso apenas un día después en uno de los foros más esperados, el de "la aceptación social" de los parques eólicos marinos.
Unánime petición de urgente regulación legislativa: "No puede ser que los afectados hagan 20 preguntas y podamos responder 4"
Esta mesa reunió a unos 300 espectadores y congresistas. Su conclusión colectiva fue clara: los molinos frente a las costas irán llegando a todos los parajes españoles, suponen una alternativa mucho más sostenible y barata, ofrecen más ventajas que inconvenientes y entre los que rechazan hay tanta pose como desinformación.
El más reconocible, fuera del sector, de los participantes en la conversación pública era Joan Herrera. Los pocos seguidores que le queden a la política institucional española le recordarán como niño prodigio de la política catalana en la década anterior.
Jurista especializado en ecología, fue parlamentario nacional y autonómico, siempre por Iniciativa per Catalunya-Los Verdes, partido que dirigió. También llegó a presidir el Instituto para la Energía de España.
Dio un paso al lado, se alejó de las instituciones y regresó al Derecho centrado en la energía y el medio ambiente. Ahora es responsable de uno de los despachos especializados más prestigiosos de España, Samso.
Herrera compartió una reclamación común con todos sus compañeros de mesa: es urgente aclarar y definir la legislación, "la gobernanza", los límites y las condiciones de los parques eólicos marinos. El sector va tarde, necesita reglas del juego claras, diáfanas. En eso coincidieron todos, sin excepción.
El acrónimo POEM (planes de ordenación del espacio marítimo) fue repetido hasta la saciedad. Empresas y administraciones los necesitan ya. Una vez esté clara esa premisa "será posible que determinados alegatos en contra, no fundamentados, sean mejor rebatidos".
Con esa herramienta, aseguró el ex diputado, "será posible combatir la resistencia preventiva" que existe contra los molinos frente a las costas, "acrecentada con mucha más presión por las redes sociales".
"Para la sociedad, mayor coste tendrá no hacer nada y seguir con gas y petróleo"
El abogado catalán resaltó que la energía eólica, en tierra o en el mar, es imprescindible para abaratar costes, para electrificar mejor y, sobre todo, para rebajar la contaminante dependencia de gas y petróleo. No usarla sería un error colectivo a medio plazo, defiende: "Para la sociedad, mayor coste tendrá no hacer nada y seguir con los combustibles fósiles".
Herrera, pese a su larga carrera como líder ecologista, ironizó sobre el rechazo que despiertan las torres aerogeneradoras: "Hay mucho paisajista que no es ecologista. Alguno es más lo primero que lo segundo".
"Luego hay colectivos que están afectados y otros que se sienten afectados sin estarlo. Con ellos hay que hablar claro, con datos. Por último está el que levanta la persiana el fin de semana, ve un molino al fondo, por la ventana, y se enfada. Con este hay poco que hacer".
Como propuesta, el jurista y responsable de Samso, concluyó que es necesario explicar a la ciudadanía las mejoras que supone la energía eólica respecto al gas o el petróleo: "Hay que transmitir las mejoras que puede suponer, en el caso de la pesca, en biodiversidad, en la recuperación de entornos degradados, por ejemplo, por la sequía".
"También hay que trasladar a sectores como los hoteles y la hostelería que los beneficios, en mayor potencia de electrificación, en menor contaminación, pueden suponer mucho más que el posible impacto en el turismo".
Quizás por jugar en casa, en el foro de la patronal eólica, todos se posicionaron en el mismo lugar: las ventajas de las torres en el mar son mayores que los perjuicios. La directora del Institut Català D'Energia, Marta Morera, localizó el principal foco de rechazo social.
"Siempre se habla del impacto como si cruceros, agricultura, factorías o pesca no lo tuvieran y sin ofrecer las mismas ventajas"
"Según mi experiencia está más en los ayuntamientos que en los vecinos, hay que tener muy en cuenta en el debate a los ayuntamientos". Coincidió la dirigente autonómica en que la definición legal y los datos técnicos exactos son necesarios porque servirán para disipar "las dudas y los miedos" en los vecindarios costeros.
Morera entiende que mucha de la oposición ciudadana está basada "en comentarios que no coinciden con la realidad y luego están los que llegan con el dogma, grupos que siempre van a estar en contra porque ya vienen predispuestos al debate, no quieren dialogar".
La responsable autonómica no puedo contenerse, "lo tengo que decir", y afirmó que el sector eólico sufre una especie de estigma social, un sambenito: "Siempre se habla de su impacto, de sus inconvenientes, como si otros sectores industriales, económicos o energéticos no los tuvieran, y peores, sin ofrecer las mismas ventajas".
"Los cruceros, la agricultura, las factorías, la pesca... Todos producen un impacto en el ecosistema, en el entorno. El debate está en calibrar el tamaño del impacto y las alternativas", concluyó con vehemencia.
Otro dirigente autonómico, el equivalente al consejero de Energía andaluz en el gobierno canario, Raúl Salvador García Brink, incidió en el síndrome "no en mi patio trasero".
Ese giro define la oposición automática que lleva a muchos ciudadanos a defender la creación de instalaciones o infraestructuras que suponen progreso y beneficio, como sería el caso de las torres eólicas, pero en cualquier otro lugar, nunca cerca de su casa o de su costa.
El miembro del Cabildo de Canarias asegura que la resistencia social en su comunidad es muy baja porque los parques marítimos proyectados están lejos de la costa y de la vista de los que miran desde el litoral.
Sin caer en la autocomplacencia, deja una previsora puerta abierta: "Puede que ese rechazo crezca cuando aumenten los parques porque habrá algún impacto pero lo importante es decir que habrá mayores beneficios".
Respecto a las movilizaciones, lamentó: "Hay mucho bulo y hay que combatirlo". Para hacerlo, es necesaria legislación clara y específica. Fue la misma reclamación de Enrique Mallón, secretario general de la Asociación de Industrias del Metal de Galicia.
"Necesitamos tener todos los datos, no es posible que tengas una reunión con sectores afectados y de 20 preguntas que te hagan sólo puedas responder 4 porque se van tan intranquilos como vinieron".
"El aerogenerador no es ninguna molestia. Es más, será necesario si queremos buenos servicios energéticos en el futuro. En el caso de la pesca, fundamental en el caso de Galicia con una flota única en el mundo, el impacto es prácticamente nulo y los pescadores lo han entendido".
Sobre las protestas ciudadanas que se han producido contra la instalación de molinos en el mar, resumió: "Nos alarmamos demasiado cuando vemos una pancarta. Detrás, a veces, no hay más de 50 personas".
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