Menos incendios que un año antes, pero más complejos de extinguir. 40 días de ola de calor supusieron que la campaña de incendios del verano del 2022, que se extendió hasta el pasado 15 de octubre (cuando el nivel era de riesgo extremo), se cerró en Andalucía con un total de 153 incendios forestales y más de 15.564 hectáreas quemadas. La Junta de Andalucía ha apostado, en un contexto de cambio climático acechante, por prevenir antes que curar.
El departamento que dirige Ramón Fernández-Pacheco lleva meses realizando trabajos de prevención para reducir los materiales que puedan suponer combustible para los incendios forestales. "Como bien dice la población rural, los incendios se apagan en otoño y en invierno", ha asegurado el consejero de Sostenibilidad.
Se trata de actuaciones que persiguen actuar sobre el combustible agreste de forma que pueda romperse su continuidad horizontal y vertical, y disminuir así el riesgo ante un incendio.
En esta línea, se trabaja en cortas de árboles decrépitos, mal formados, debilitados, y otros que tienen una densidad muy elevada y corran el riesgo de convertirse en pasto fácil para las llamas. El objetivo es doble: evitar los incendios, y tratar de frenar su expansión en el caso de que se produzcan.
El presupuesto para 2023 destinado a la lucha contra los incendios forestales en materia de prevención y extinción asciende a 223 millones de euros, lo que supone un crecimiento de un 27% respecto al año anterior y un 33% respecto a 2018. De estas cantidades, 125 millones se están invirtiendo en prevención (un 24% más que en el año 2022), y casi 98 millones, se destinan a los dispositivos de extinción de los incendios.
El dispositivo de prevención es muy completo, consta de trabajos manuales, mecanizados, y también de un proyecto de pastoreo que rescata esta tradición aplicándola, de forma controlada, al mantenimiento de los cortafuegos, toda vez que el paso del ganado permite eliminar el combustible ya que se utiliza como alimento de las ovejas.
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