Resulta imposible sortear la sombra de su padre, pilar de la literatura española del siglo XX. Nadie lo pretende. Comienza la presentación de Gracias a la vida (editorial Destino) con una confesión personal. La obra es un amenísimo -"encantador" según el editor- alegato por la naturaleza pero también una deuda familiar.
En 2004, hace 20 años, con el padre "deprimido" por la enfermedad, el hijo le convenció de escribir un libro a cuatro manos que tuvo sorprendentes efectos terapéuticos en el mayor de la familia. La tierra herida ¿qué mundo heredarán nuestros hijos? fue el resultado de aquellas charlas en el pueblo castellano en el que veraneaban.
De aquella obra le quedó a Miguel Delibes de Castro, biólogo, responsable de la estación de Doñana hasta hace apenas medio año, la sensación de que su padre no sentía la misma preocupación que él por el deterioro de la naturaleza. "Es una pena que cada vez haya menos pájaros, pero no pasa de pena, ya está, no es un problema vital", decía el mayor.
"Escribiré un libro entero para convencerte de que es importante", le contestó Delibes de Castro pero la muerte del novelista en 2010 impidió el propósito. Ahora, gracias a la pausa forzada de la pandemia, el hijo salda el viejo compromiso truncado y dirige el ensayo pendiente a todos los que, como hiciera su padre, dudan de la gravedad de la situación biológica.
Lo hace con tres herramientas. La primera es la fascinación, recurre a los mejores poetas porque "nadie ha descrito Doñana mejor que Caballero Bonald en un párrafo de Ágata, ojo de gato, es imposible para cualquier científico con todos los datos del mundo transmitirlo así".
La segunda es "el temor" a que la naturaleza "de la que somos dependientes" sufra cada día más daños irreversibles, a gran velocidad.
La tercera es el rigor. Por más divertida y divulgativa que sea la obra, presentada este martes en la Facultad de Ciencias de Puerto Real, los datos que contiene deben ser irrefutables.
Ante un centenar de alumnos, profesores, amigos y antiguos colaboradores, la alcaldesa de Puerto Real, Aurora Salvador, y dirigentes ecologistas provinciales como Juan Clavero, Delibes de Castro detalló su nueva publicación, un ensayo que viene a ser una afable, "brillante por sencilla" dijo un lector, y contundente llamada de auxilio para un planeta que agoniza.
"Lo mejor que me ha dicho alguien del libro fue en un parque, en Valladolid. Yo estaba con mis nietos y otro abuelo, al que conozco de siempre, me dijo que ahora ve los árboles y las plantas de otra forma, que ahora entiende que hacen cosas mientras nosotros estamos ahí, mirándolos. Antes creía que eran un decorado, un paisaje".
Con la didáctica hipnótica de los grandes profesores, Delibes de Castro embelesaba al auditorio con el afán de explicar su libro, un ejercicio de amor por la naturaleza y la biodiversidad, por transmitir su función esencial para los humanos que tienden a dañarla.
"Darwin tenía una piedra en su jardín, le llamaba la piedra de las lombrices. Durante 40 años estuvo midiendo cómo las lombrices sacaban tierra del suelo y el peso de los montículos que hacían para calcular la cantidad de tierra que las lombrices movían en el planeta".
"La primera charla que hizo al volver de sus viajes, en la Royal Society de Londres, fue sobre lombrices y el último libro que publicó poco antes de morir fue sobre lombrices ¡45 años estudiando lombrices! ¡Le hacian ilusión! ¡A Darwin!" dijo entre las risas de los asistentes para poner un ejemplo de la emoción ante la naturaleza que persigue con su nuevo libro.
"Creo que mi profesión de biólogo, la universitaria también, debe transmitir la fascinación por el conocimiento, por la ciencia". Como otro ejemplo incluido en su libro, recordaba el hallazgo de un científico que encontró el mecanismo "de renovación de las células nerviosas y las neuronas. Estableció que precisan del carbono para evitar su decaimiento".
"En esas células nerviosas tenemos el conocimiento, el movimiento, la actividad intelectual. Se renuevan con átomos de carbono cada 14 días, los mismos átomos que están en las patatas. Así que decía ese científico que nuestro pensamiento proviene justamente de las papas que nos comimos hace dos semanas. Es exactamente así".
Con ese afán divulgativo se desarrolla Gracias a la vida, título sacado de la canción que popularizó Joan Baez y que su madre cantaba incluso "días antes de morir, bastante joven". Ha tratado de eludir la obviedad, "no voy a detallar que nos alimentamos de sardinas pero sí lo importante que es el fitoplancton para las sardinas que nos alimentan".
O como un científico descubrió la clave para las píldoras anticonceptivas en México, mirando plantas silvestres. "Tampoco pretendo parecer San Francisco de Asís, hablar de la hermana lombriz o el hermano sol pero sí explicar. Por ejemplo, que los humanos somos tan plaga como las cucarachas. De hecho, viven de nosotros y con nosotros, nos siguen".
Con una elegancia notable, evitó detallar la relación de episodios como la tragedia de Valencia con el calentamiento global aunque reseñó que "todos sabemos que algunos desastres vividos en las últimas décadas proceden de estos cambios tan acelerados".
Aunque admite que en su obra hay algunas referencias económicas, "porque ayudan a entender", se resiste a mercantilizar el medio ambiente, la naturaleza: "Un amigo dice, con mucha razón, que un árbol vale más por la sombra que da que por la madera que contiene".
"Los humanos nos creemos de verdad el mandato bíblico aquel, eso de dominarás la Tierra, pero no podemos y de vez en cuando la Tierra nos lo recuerda. Hay robots con forma de abeja que se usan para polinizar porque se extinguen los insectos pero por ahora son muy grandes".
"Resulta que cientos de esos robots no llegan ni a la centésima parte de flores en las que una sola abeja se puede posar en un solo día".
"Mucha gente cree todavía que es posible reponer, restituir, lo destruido en la naturaleza pero no podemos o no sabemos".
"Yo ya tengo 77 años y me queda menos tiempo de pelear. Pero los que estáis aquí en la facultad tenéis un campo de batalla relevante, como ambientalistas, en la naturaleza".
Esos debates tienen incluso fisuras entre los denominados ecologistas de forma genérica. Es el caso de los animalistas que defienden a determinadas especies, "los gatos o los ciervos", por ejemplo, más allá del equilibrio biológico de un ecosistema.
"Es muy preocupante que haya gente en la universidad que pide la eliminación de los depredadores porque hacen sufrir a las presas"
"Me parece muy preocupante que haya gente en la universidad que está publicando cosas como pedir la eliminación de los depredadores porque hacen sufrir a las presas, que piden el fin de los tigres o los lobos. No tiene sentido".
"Hay libros enteros dedicados a cómo convertir los tigres en vegetarianos, para mí es absurdo. Es algo salido de la creciente conciencia ecológica de los últimos años pero me parece muy grave. Proteger al gato no puede llevarnos a olvidar que se come al pájaro. También es depredador".
"Prohibir al tigre es tan ilógico como prohibir los noviazgos a los 18 años porque se sufre mucho si te dejan, por miedo, porque se puede pasar mal".
Comentarios