Mucha polvareda ha levantado el documento que el Gobierno de España presentó la pasada semana, España 2050: Fundamentos y propuestas para una estrategia Nacional de Largo Plazo, pero hay una pequeña población rural andaluza que ya vive en ese horizonte que dibuja en sus 676 páginas un documento, aparentemente, tan utópico. Apenas unos días antes de que el presidente Pedro Sánchez hiciera pública esta relación de 9 retos, 50 objetivos y 200 medidas a tan largo plazo, la localidad de Almócita, en la Alpujarra almeriense, conocía que era distinguida con el primer premio Conama a la Sostenibilidad de Pequeños y Medianos Municipios de España en la categoría de localidades de menos de cinco mil habitantes.
Un reconocimiento a su firme apuesta por la agroecología, la cultura y la democracia participativa como ejes de su desarrollo sostenible. Pero también un premio al trabajo de siembra durante tantos años que le ha llevado no solo a mantenerse en población, e incluso rejuvenecer su censo, sino a posicionarse como referente en poner en marcha medidas que, incluso, han sido sugeridas a ese documento estatal. Así lo reconoce, “con toda modestia”, el alcalde de Almócita, el socialista Francisco García, que gobierna esta localidad (en la provincia de Almería) de unos 180-190 habitantes (178 pone en el censo, entre las diez con menos población de Andalucía) desde 1995.
A sus 60 años, en las últimas municipales obtuvo 5 de los 5 concejales del Consistorio (el PP obtuvo 10 de los 120 votos contabilizados) y cuenta que su secreto no es otro que realizar un intenso trabajo de participación democrática con sus vecinos para que los proyectos se materialicen y se consoliden. Esa labor del llamado foro por Almócita ha dado sus frutos y, para sorpresa de algunos, marca el camino de la España que viene. Con pleno empleo y solo 5 casos de covid en toda la pandemia (un fallecido), Almócita está a la vanguardia en muchas cosas. Muchas cosas que realmente no son más que volver a lo que se hacía antes de que el Cambio Climático amenazara con llevárselo todo por delante o de que un virus microscópico pusiera patas arriba el mundo que conocíamos.
Entre las actuaciones más novedosas, o que empiezan a ser una prioridad ahora para los Gobiernos más avanzados de Occidente, el municipio almeriense tiene un proyecto de viviendas biosostenibles (biodomo), es un pueblo sin coches, promueve un turismo de calidad (y eso que tiene La Noche de los Candiles y el Candil más grande del mundo, Récord Guinness), sus vecinos están plantando un bosque mediterráneo que ponga su granito de arena contra el avance de la desertización en Almería, o se ha creado una comunidad energética donde los vecinos participan y “todos nos beneficiamos de lo que producimos”.
Por si fuera poco, el pueblo tiene tres composteras con las que, mediante la colaboración ciudadana, se prevén producir hasta 20 toneladas de compost al año para abonar el huerto comunitario de Almócita, donde también hay un gallinero del que se sirven los vecinos que lo necesitan, especialmente los pobladores neorurales que han comenzado a llegar al pueblo y no tiene bancales —la escuela rural tiene ahora unos 10 niños y niñas; hace años temían que cerrase—.
Y es que, a todo esto, se suma que uno de los pilares del pueblo es la agroecología, y su devoción por los nuevos-viejos sistemas productivos sostenibles y de kilómetro cero, y la cultura, que lo inunda todo. No en vano, cuenta con el Ecomuseo participativo, que concibe a Almócita como un museo abierto y ha transformado sus calles y plazas en verdaderas salas de arte donde se exponen poesías, fotografías, murales y esculturas, creadas algunas de ellas por sus vecinas y vecinos.
Al otro lado del teléfono, el alcalde, que se encuentran en faena en el campo y teme por su cobertura —finalmente marcha perfectamente—, asegura que el reconocimiento nacional para Almócita ha sido recibido “con mucha felicidad y orgullo para nuestros vecinos, esto empodera a la gente”. La Fundación Conama, que otorga este premio y está dedicada al intercambio de conocimiento ambiental (además de ser organizadora del Congreso Nacional del Medio Ambiente en España y de encuentros en América Latina), ha valorado y reconocido primeramente el trabajo de participación democrática en el pueblo. “Hay reuniones vecinales para cualquier decisión importante, a veces se vota, pero suele salir todo por unanimidad, ya que todo es de interés municipal y general. Y la verdad es que de ahí surgen todos los proyectos e iniciativas, y por eso se consolidan. Somos un pueblo pequeñito, si no participara todo el mundo, sería imposible”, reconoce su regidor.
Creer en lo rural sin olvidar que el mundo avanza. Ese es otro de los leitmotiv de la gestión que encabeza García pero que atañe a todos los residentes. En el caso energético, por ejemplo, “hemos democratizado la energía que consumimos y los excedentes. No solo somos consumidores pasivos, sino que nos hemos convertido en productores y gestionamos lo que sobra, eso ha creado lazos importantes”. El Ayuntamiento es el primero dar ejemplo: instaló una planta de 100 kw en el tejado del teatro. El pueblo, con esta iniciativa, es pionera en Europa en crear esta comunidad energética inteligente.
“Vamos trabajando como si fuera una gota de aceite, llevamos más de década y media sembrando, para que no haya coches, para que la cultura esté nada más salir a la calle y sirva para que nos visiten, para tener voluntarios que planten árboles y creen un bosque en el entorno del pueblo…”, desgrana García. En la red Terrae, que une a nivel nacional a municipios agroecológicos, Almócita solo se entiende en comunidad y con un camino marcado que es el del respeto al medio ambiente. Nada de pachamama hippy, ni falsa revolución verde del capital: volver a lo de siempre, cuidar las raíces que heredamos.
Con la materia orgánica, en sus tres composteras, tiene voluntarios que voltean de cuando en cuando los restos. Hay residuos orgánicos cero. Ahorro para un Ayuntamiento con un presupuesto anual de 350.000 euros. “Realmente dan para muy poco, pero se le echan muchas ganas y mucha imaginación… Ahora estamos preparando un proyecto de almazara ecológica, siempre pensando en la economía del bien común, juntarnos muchos y aportar un poquito”, avanza entusiasta un munícipe feliz de que sigan llegando nuevas familias al pueblo. “Acogemos a todo el mundo con mucho corazón y cariño, se les ofrece lo que podemos y se les ayuda”, reconoce. Por ello, están inmersos en una promoción en cooperativa de viviendas biosaludables, que producen su propia energía y tienen zonas compartidas como la lavandería. “Todo es filosofía de sostenibilidad y, a veces, los materiales son más caros, pero aíslan más y a la postre salen rentables porque hay menor consumo, para empezar de energía”.
Con una población muy volcada en la agroecología, García defiende la filosofía de Almócita sin fisuras: “Es nuestro camino y es el de todos los sitios, y más en el mundo rural. Es la manera de que la gente sea feliz por estar en su pueblo y de que a gente que vive en el mundo urbano le entren ganas de vivir aquí. Pero es que el Cambio Climático es imparable y nuestra supervivencia en el planeta y el futuro del equilibrio territorial comienzan por atacar todas estas cosas que atacamos aquí”.
Al hilo de lo anterior, abunda: “Muchas de las cosas que se están haciendo o proponiendo ya las pusimos en marcha… lo digo con toda la modestia del mundo porque son pequeñas cosas que van sumando; creemos que ese es el camino, el camino del medio rural, que la gente esté feliz y orgullosa de donde vive”. Eso sí, advierte, “no solamente nos lo tenemos que creer nosotros, y en el medio rural nos lo creemos más que en ningún sitio, también necesitamos que se lo crean nuestros representantes políticos”. Antes que ellos, los primeros pobladores de Almócita, fundada por los descendientes de Tubal, y donde pervive la historia árabe tanto en sus calles como en su arquitectura urbana, conservando aún la Judería en el Barrio Bajo, seguro que ya planteaban muchas de las soluciones que ahora son vanguardia en sostenibilidad a nivel mundial.