Los agricultores y ganaderos de la cuenca del Guadalquivir han enfrentado uno de los momentos más difíciles que se han vivido en el campo en las últimas décadas. Una dura sequía golpea sus tierras, convirtiéndose, paradójicamente, en la gota que colma el vaso. “Esto no viene de la sequía”, reconocía, hace un días, Guillermo Romero, un ganadero de Lebrija. “Esta situación la llevamos arrastrando muchos años; la sequía lo único que ha hecho ha sido agudizarla”, subraya.
No hace falta más que echar un vistazo a las tierras en blanco de las provincias de Cádiz y Sevilla para comprender la situación devastadora en la que se encuentran. Según COAG, alrededor de un 50% de las tierras de la cuenca del Guadalquivir se han quedado sin sembrar este año por miedo a no recoger nada.
La falta de lluvia también ha provocado la escasez de los pastos. Sin pastos con los que alimentar a los animales, los ganaderos han tenido que recurrir al pienso, que a su vez, en tan solo unos meses, se ha encarecido un 20%.
Por eso, las lluvias de estos días han sido recibidas con gran alegría por parte de agricultores y ganaderos, que, no obstante, reconocen que no son suficientes para paliar la dura sequía que sufren: estos sectores llevan seis años con déficit de agua y tres con restricciones en los regadíos.
En concreto, ha llovido con fuerza en la parte occidental de Andalucía, sobre todo en las provincias de Sevilla y Cádiz. Estas precipitaciones han sido tan intensas que han provocado daños en La Ribera del Marisco del Puerto de Santa María y Vejer (Cádiz) y en Sevilla.
Sin embargo, las precipitaciones apenas se notan en los embalses de la Cuenca del Guadalquivir. A pesar de la lluvia, el agua embalsada por la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir está al 27% de su capacidad. Una demarcación hidrográfica que da servicio a las provincias de Jaén, Norte de Granada, Córdoba, Sevilla y parte de Cádiz y Huelva. Los agricultores siguen mirando al cielo.
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