“La fotografía en blanco y negro es mágica, como un agujerito en el tiempo por el que poder mirar y ver cómo era la gente hace 100 años o el tiempo que sea. Pero la posibilidad de que la foto parezca hecha ayer es una cosa tremenda. Cuando lo consigues, el subidón que te pega es tremendo”. Y así es como de repente aparecieron los ojos color oliva de Miguel Hernández, Cortázar tocaba una brillante trompeta dorada y la mirada de Lorca nos desafiaba sobre un fondo rojizo. Rafael Navarrete, ciudadrealeño de nacimiento y sevillano de adopción, lleva cuatro años dándole color a la historia.
Rafael tiene 55 años y trabaja como funcionario en la consejería de Igualdad de la Junta de Andalucía, pero reconoce que siempre le gustaron las artes plásticas y es un gran amante de Photoshop. “En 2013 o 2014 descubrí gente que, fuera de España, se dedicaba a esta técnica con fotos de la Guerra de Secesión norteamericana o la Primera Guerra Mundial. Utilizaban fotografías de la Biblioteca del Congreso, que tienen un catálogo muy grande a disposición del público en alta resolución, lo que animó a mucha gente al trabajo de coloreado. Entré en contacto con este grupo y empecé a aprender técnicas. La verdad es que nos conocemos casi todos los que nos dedicamos a esto. Poco a poco fui mejorando la técnica y hasta ahora”, nos cuenta.
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El proceso que nos permite dar color a una imagen en blanco y negro es casi tan antiguo como la fotografía misma. Después de que el francés Joseph Nicéphore Niépce consiguiera la primera toma fotográfica en el año 1826 –en blanco y negro, claro–, comenzó la búsqueda del color. Como las técnicas aún no permitían capturar el color, los fotógrafos de la época optaron por colorear sus fotografías mediante técnicas artesanales, utilizando tintes y pigmentos similares a los empleados por los pintores en sus lienzos. La evolución hizo que se crearan películas a color que en la segunda mitad del siglo XX se fueron haciendo cada vez más asequibles. Entonces desaparecieron las fotografías coloreadas hasta que hace algunas décadas llegara el coloreado digital.
Y aunque los tiempos de coloreado se han acortado bastante gracias a las nuevas tecnologías, el proceso aún sigue siendo lento y laborioso. Rafael asegura que tarda unos tres o cuatro días por cada fotografía que edita, aunque algunas requieren más tiempo. Aun así, reconoce que “es una actividad muy adictiva y muy enriquecedora". En estos cuatro años ha podido colorear entre 300 y 400 imágenes que van desde escenas de la Guerra Civil o la vida en la España del siglo XX hasta personajes como Juan Ramón Jiménez, Dalí o Sofía de Grecia siendo apenas una niña.
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Como mencionaba Rafael anteriormente, la temática que eligen la mayoría de personas que se dedican a esta técnica es la Guerra de Secesión, la Primera Guerra Mundial o incluso la edad de oro de Hollywood. Sin embargo, él ha preferido centrarse en temas hispanos. “Es más fácil encontrar material norteamericano, pero a mí no me apetecía repetir lo mismo que hacía el resto. Además, me interesa mucho más saber qué estaba haciendo la sociedad aquí, por eso trabajo con material hispano, aunque sea muy difícil conseguir archivos originales”.
El pasado mes de mayo la Biblioteca Nacional de España incorporaba más de 11.000 fotografías a la colección digitalizada de la Guerra Civil, de las más de 44 000 imágenes que ilustran la narrativa bélica de ambos bandos de la contienda. Muchas de estas imágenes fueron en su origen un arma propagandística, pero hoy mantienen un uso inestimable como fuente para acercarse a la realidad del conflicto y también para investigar la historia del fotoperiodismo. Rafael está utilizando muchas de estas imágenes para dotarlas de color y de vida. "Uno de los problemas en España es que los particulares que poseen colecciones pretenden rentabilizarlas al máximo, mientras que en otros lugares ha llegado el Estado y ha comprado colecciones completas para digitalizarlas y ponerlas a disposición del público", comenta.
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Los trabajos de coloreado de Navarrete pueden verse en su página de Facebook, La Historia, a color, que cuenta con casi 14.500 seguidores, y también desde su cuenta de Twitter @historiacolor. Para él estas galerías en línea ya son “en sí mismas una exposición”, pero a la pregunta de si le gustaría llegar a exponer en algún lugar físico reconoce que “sí, porque a nadie le amarga un dulce, pero no es algo que me suponga demasiada prisa ni preocupación”. De hecho, el Ateneo de Madrid le propuso llevar una muestra expositiva de sus trabajos “pero me da un poco de miedo, me superan un poco estas cosas. Yo tengo mi trabajo y mi vida más o menos resulta, y esto empezó sólo como un hobby y no tengo la necesidad por ahora de llevarlo más allá”.