Irene Villa González (Madrid, 1978) volvió a nacer un 17 de octubre de 1991. Contaba con 12 años. Un comando de ETA había colocado una bomba lapa en los bajos del coche de su madre, empleada en la comisaría madrileña de Los Cármenes. El objetivo era hacer volar esa instalación policial, pero el artefacto hizo explosión unos metros antes de llegar a su destino, cuando Irene se bajaba del coche para ir al colegio. La tragedia podría haber sido mayor, pero está claro que madre e hija estaban predestinadas a ser dos víctimas colaterales de la brutalidad de la banda terrotista. Ambas sobrevivieron. Irene perdía a consecuencia del atentado las dos piernas y tres dedos de la mano izquierda. Su madre, una pierna y un brazo. La imagen de ambas, ensangrentadas y con sus miembros amputados, dieron la vuelta en televisiones de todo el mundo.
Tras semanas de recuperación en el hospital, Irene tuvo que adaptarse a su nueva vida. El deporte y los estudios centraron sus años de adolescente. Luego en su edad adulta estudió Comunicación Audiovisual, Psicología y Humanidades, fue deportista paralímpica, delegada en Madrid de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, conferenciante, columnista de prensa y tertuliana de radio… Pero sobre todo ha transmitido, y sigue transmitiendo, el valor de la superación y del perdón en conferencias por España y el extranjero, además de en libros como Saber que se puede. Recuerdos y reflexiones de una víctima del terrorismo, que en 2011 volvió a publicarse en una edición revisada con la coletilla 20 años después. Madre de tres hijos y casada desde 2011, en los últimos tiempos está al frente de la fundación que lleva su nombre y con la que busca “devolver todo el cariño que nos han dado”.
En estos días de finales de junio ha visitado la provincia de Cádiz, y ha hecho parada en Jerez, donde ha conocido el proyecto que se lleva a cabo en el restaurante Universo Santi, en el que se funde la cocina de autor con la integración de personas con discapacidad. En sus privilegiadas instalaciones de la finca de El Altillo, Irene Villa concede una entrevista a lavozdelsur.es.
Ha estado presentando en la provincia la última edición de Saber que se puede veinte años después, en el que ha añadido las cosas que le han sucedido en los últimos tiempos. ¿Tiene la sensación de que ha conseguido todas sus metas?
Pensaba que sí hasta hace poco. En septiembre me quedé embarazada, pensé que venía una niña en camino y resultó ser un embarazo ectópico. Me quitaron las trompas y ya no puedo tener más hijos. Es lo que más daño me ha hecho en la vida. Tengo tres hijos, sí, todo el mundo me lo dice, pero mi sueño siempre había sido tener una hija y tener una relación como la que tengo yo con mi madre. En fin, es lo único que me ha quedado por hacer, pero ciertamente todas las metas que me he propuesto las he conseguido, tanto a nivel personal como profesional, como deportivo como con mi fundación. Todas las vías que he necesitado llenar, como es sentirme útil, en forma, ayudar o ser feliz las tengo cubiertas con mi familia, con el deporte, con mi formación, con mis amigos… Pero por eso he reeditado también mi libro, para contar que en la vida todo no es maravilloso.
¿Le cansa que le recuerden tanto el atentado?
En el entorno de víctimas del terrorismo dicen que somos las víctimas privilegiadas, y tienen razón, porque a una amiga le mataron a su primo y dejó cuatro hijos huérfanos aquí en San Fernando y nadie se acuerda de él ni de su viuda. Me siguen parando por la calle, dándome el cariño que otras víctimas no tienen, y no me importa que me saquen el tema, porque cuando lo has superado no te importa tener que contarlo. Lo cuento en el libro, en mis conferencias y cuando voy fuera de España y nadie conoce mi historia y les pongo las imágenes del atentado, ahí tirada, desangrada y medio muerta y luego hablo de la historia de superación, de la psicología positiva, del trabajo, que estudié tres carreras para finalizar con la foto de mi familia, la gente alucina.
¿Qué recuerdos le quedan de aquel 17 de octubre de 1991?
Solo recuerdo que le pregunté a mi madre si nos habían puesto una bomba a nosotras. Pusieron la bomba porque mi madre trabajaba en la comisaría de Los Cármenes, justo al lado de mi colegio, y en lugar de explotar en la comisaría explotó cuando me dejaba en el cole. Mi madre era la única que aparcaba donde lo hacían los policías. Fue un blanco fácil.
¿Cómo se supera sobrevivir a un atentado y luego la presión de estar en el centro del foco mediático?
Eso ha sido lo que nos ha salvado, el hecho de que la gente te quiera, te apoye, te abrace por la calle, pregunten por mi padre y te digan qué valientes sois. Eso es un acicate para levantarte todos los días y yo por eso quiero trasladar esa fuerza a otras víctimas anónimas. Y el hecho de verme sin piernas fue muy duro, porque con 12 años lo que yo quería era jugar al baloncesto, patinar sobre hielo y correr, no sabía lo que era andar, porque iba a todos sitios siempre corriendo. Era todo piernas, y verte de pronto así fue lógicamente muy duro. Y en el libro lo cuento, fue desgarrador los gritos y todo. Pero una vez que asumes que esa eres tú, que ese es tu cuerpo y que no va a cambiar por mucho que llores, pues solo te queda dar la bienvenida a tu nueva vida y decir que, para atrás, ni para coger impulso. Y si además puedes ayudar a otras personas gracias al eco mediático… Recuerdo que cuando me quedé embarazada por primera vez fui portada de varios periódicos, y yo decía: “pero si simplemente voy a ser mamá como tantísimas mujeres en el mundo…”. Pero luego leías: “Irene Villa, el triunfo de la vida. La niña que tenía que estar muerta está dando vida”.
¿Cómo está viviendo estos últimos meses en los que se ha anunciado la disolución de ETA, primero, y ahora el interés del Gobierno por acercar a las cárceles vascas a los presos etarras e incluso excarcelar a otros?
Yo no soy política y ya no quiero saber nada de ETA. Hay víctimas que dirán que la lucha continúa, que tenemos que hacer que los terroristas cumplan sus penas íntegras, que no se reagrupen… Y yo les digo que sí, que luchen y que cojan el testigo. Yo ya dejé la Asociación de Víctimas del Terrorismo, mi lucha antiterrorista terminó el 20 de octubre de 2011, que fue el día en que ETA anunciaba que no iba a matar más, justo un día de Santa Irene y justo en el mes en que me quedo embarazada de mi primer hijo y el año en que me casé. Y justo, también, en el mes en que mi atentado prescribía sin culpables. Sentí que se cerraba el círculo. ¿Que quiero que se pudran en la cárcel? Sí, porque han hecho mucho daño, pero qué mas quiero. Que no maten más, así que mi objetivo acabó ahí. Yo he dejado el testigo a asociaciones de víctimas, a plataformas cívicas por España, por la memoria, pero yo ya me voy a dedicar a mi fundación, a la inserción de personas con discapacidad, a mi trabajo, a mis conferencias y a mis hijos. Yo fui muy activa y muy beligerante contra ETA durante 20 años, del 91 hasta 2011, 20 años luchando, manifestándome, llorando, pidiendo que no matasen a Miguel Ángel Blanco, estando con Ortega Lara, estando con los familiares del matrimonio Jiménez Becerril, con las víctimas del 11M como psicóloga… Y lo seguiré estando, pero a nivel político, de qué pasa o no con ETA, ya he hecho bastante.
¿Entiende a aquellos que abogan por el “ni olvido ni perdono”?
Lo tengo en casa, mi hermana y mi padre, mira si lo entiendo, pero pienso que eso es sufrir. La memoria está ahí, y de hecho mis libros me los han comprado colegios porque hay profesores que quieren que esa historia no se olvide, que no hace tanto ETA asesinaba a niños. Es nuestra historia y parte de nuestra memoria histórica. Sin embargo el no perdonar no te ayuda, es un lastre en tu vida que te hace sentir infeliz, vulnerable, enfadado, triste, derrotado en parte. Porque el que no perdona, vive con el corazón arrastrándolo.
También perdonó a aquellos que hacían chistes de su drama, como Guillermo Zapata con sus chistes en Twitter.
Es que no me molesta. Los chistes han existido toda la vida y el humor negro está ahí y yo no voy a ser una señorita Rottenmeier que los prohíba. Quien los quiera consumir, que los consuma, a mi no me gusta, igual que los de las niñas de Alcácer, que para mi fue muy doloroso. Mi padre se puso negrísimo con el tema, pero le dije que les perdonara, porque no saben lo que dicen. Hay que perdonar a todo el mundo, pero no por ellos, por ti, para no envenenarte, para no pasarlo mal.
Mi lucha antiterrorista terminó el 20 de octubre de 2011, que fue el día en que ETA anunciaba que no iba a matar más"
Ahora está volcada con su fundación…
Teníamos que devolver todo el cariño que nos han dado de alguna forma. Siempre he estado ligada a fundaciones y he hecho un montón de cosas benéficas, pero mi marido quería que tuviera nuestro sello, mi nombre, que los valores que transmito en mis libros y mis charlas se hicieran a través de la fundación. Y como estamos con tantas cosas hemos tenido que reducirlas a dos proyectos al año, La flor dulce de Navidad y luego otro de deporte. Hemos hecho vela, piragüismo y este año queremos hacer el Camino de Santiago con personas con todo tipo de discapacidad.
¿Qué habría sido de Irene Villa si no hubiera sufrido el atentado?
Mi padre lo tiene claro, peluquera en Aluche, mi barrio. Yo le digo si acaso no se alegra de que haya podido estudiar tres carreras, que haya conocido mundo, que haya llevado prótesis a niños en la India, que haya hecho cosas que de haber sido peluquera en Aluche nunca habría hecho, y él me dice que todo eso está muy bien, pero que al menos tendría mis piernas.
¿Cambiaría el atentado por haber tenido otra vida?
Por supuesto que no. Yo prefiero haberlo pasado mal para poder haber tocado el corazón de tanta gente en el mundo y haber tenido una vida más profunda y vivida que no saliendo de mi barrio. Todo pasa por algo, y eso es para contagiar amor y alegría al mundo. Mi madre dice que yo tenía un mensaje especial que dar, pero que como no tenía un talento especial, por lo menos me ha tenido que pasar esto para poder contarlo.