Ana Fernández de Cosa (Jerez, 1986) ha dejado de ser concejala de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Jerez después de renunciar a su acta como edil de la Corporación municipal. La joven gestora cultural ha decidido también dimitir de sus puestos como dirigente en las coordinadoras andaluza, provincial y local de la coalición de izquierdas, alegando motivos personales y profesionales, pero también —a través de una carta interna remitida a la militancia— discrepancias con el funcionamiento interno de la organización. Después de aterrizar en la primera línea política en 2014, y poco más de tres años desde que tomara posesión como concejala en su ciudad natal, Fernández ha registrado formalmente su renuncia al cargo institucional y su consecuente salida de las responsabilidades que venía desempeñado en la organización política.
Con un fuerte compromiso político heredado de su familia y unas férreas convicciones, podría decirse, a la manera de Cortázar, que Fernández pareciera haber nacido para no aceptar las cosas tal y como le son dadas. Desde el principio del mandato actual, la ya exconcejala, que se califica a sí misma como feminista, atea, comunista y antifascista, ha desempeñado un importante papel en el dúo de ediles —Raúl Ruiz-Berdejo fue el alcaldable y es el actual portavoz— que logró obtener IU en las pasadas municipales.
Aunque en ocasiones en estos años ha vivido momentos tensos y controvertidos, como cuando apartó en su toma de posesión el crucifijo para jurar el cargo sobre la Constitución —un gesto que debiera ser normal pero que recibió furibundos ataques— o cuando fue perseguida judicialmente —y acosada anónimamente— por llamar en un pleno al escritor filofranquista José María Pemán “misógino” y “asesino” —litigio del que finalmente fue absuelta—, Ana Fernández ha destacado por su faceta de política conciliadora, coherente y siempre dispuesta a la participación y al diálogo.
Igualmente, independiente de su participación dentro de iniciativas como la Marea Violeta o la plataforma de la memoria histórica, algunos de los proyectos de IU llevan su firma, como por ejemplo el celebrado festival de cultura alternativa Intramuros Jerez, que en poco más de un mes celebrará su segunda edición; la semipeatonalización de Las Angustias; o su pelea codo a codo con el gobierno socialista por buscar salidas y una solución al cierre que planeaba sobre el Teatro Villamarta.
Lo que no ha podido superar en cierta manera, además de la altísima exigencia de combinar su actividad política con su parcela profesional ligada a la distribución y producción de espectáculos —lo que en algunos momentos del mandato le ha exigido ausentarse de los plenos—, ha sido lo que ella misma confesaba en una entrevista mantenida en noviembre pasado con lavozdelsur.es: "Asumir que la política tiene mucho de teatro y mentira da rabia”. Sin embargo, como entonces advirtió, "Pocos políticos pueden decir que tienen un trabajo al que volver”. Ella, por suerte, sí. Es la diferencia entre los políticos profesionales y aquellos que tienen su profesión y, en un momento puntual, prestan su vida al ejercicio de servir al pueblo. Fernández, en este sentido, ha entendido su paso en política en la mejor acepción de la palabra: defensora del interés común, de lo público, y de la educación y la cultura como únicas formas de hallar horizonte y esperanza.
Dentro de su organización, esta filóloga y saxofonista jerezana gozaba de un gran cartel, habiendo tenido la posibilidad incluso de reorientar su carrera política hacia una clave más andaluza, tal y como le propuso en su día el coordinador andaluz de IU, Antonio Maíllo. En cambio, Ana Fernández, cuyo interés siempre ha estado en construir desde lo local, ha decidido que era el momento de dar un giro a su vida, descargarse de la losa ingrata del día a día que encierra la primera línea de combate político y volcarse en sus ocupaciones profesionales y personales. A la manera de Cortázar, uno de sus autores de cabecera, sus detractores podrán decir que hay ausencias que representan un verdadero triunfo; sin embargo, quienes la conocen y valoran estos años de entrega en pos de la justicia social, la igualdad y el bien común, siempre podrán recurrir a eso que anunciaba el autor argentino: “Nada está perdido si se tiene el valor de proclamar que todo está perdido y hay que empezar de nuevo”.