Ciudadanos irrumpió en 2015 en la política andaluza y española. Un partido nuevo, sin la carga de una historia que pudiera torpedear su crecimiento. La propuesta económica no era muy diferente a las recetas ya exploradas anteriormente por Partido Popular y Partido Socialista. Sin embargo, a diferencia de estos, era un partido joven, con caras nuevas que podía aportar 'frescura' a la política española y que, además, a diferencia de Podemos, contaba con el visto bueno de los grandes poderes económicos.
Con todo esto, Ciudadanos hizo de la regeneración política una de sus grande sbanderas. Tolerancia cero a la corrupción, limitación de mandatos, no a las puertas giratorias, el fin de los aforamientos... Muchas medidas que iban en la línea de depurar la política española tras años y años de escándalos de corrupción. Ciudadanos se convirtió en un partido que apoyaba gobiernos — más del PP que del PSOE — bajo ciertos condicionantes, muchos de ellos sobre estas cuestiones. Por ejemplo, estas ideas provocaron las salidas de José Antonio Griñán y Manuel Chaves del Senado.
Sin embargo el tiempo ha ido pasando, Ciudadanos creció, tomó cierto poder y ahora está en vías de extinción. Gran parte de su programa electoral se ha quedado sin cumplir en aquellos lguares donde tocó el Gobierno. En Andalucía una de las grandes propuestas era la limitación de mandatos para evitar que los políticos andaluces se perpetuaran en un cargo público. La legislatura con Ciudadanos en la Junta acabó sin aprobar esta medida.
En diferentes ocasiones, dirigentes de la formación han señalado su intención de volver al sector privado una vez acabaran los mandatos públicos. Una de las señas de identidad del partido era que no estaba formada por profesionales de la política que aprenden desde jóvenes en unas 'juventudes'. Ciudadanos lo formaban personas que se dedicaban a profesiones liberales y que presumía de tener a dónde volver una vez se quedaran sin representación pública.
Pero la paulatina desaparición de los naranjas y el crecimiento del Partido Popular, además de la afinidad ideológica, ha provocado que todo este discurso haya quedado en sacos rotos. Aunque ya hubo algunos casos en Madrid, como el de Toni Cantó o el de Marta Rivera, el verdadero experimento se ha producido en Andalucía. Tras las elecciones, la absorción 'amable' que ha realizado el Partido Popular ha sido total. Los principales cargos de Ciudadanos, que afirmaban tener muchas ofertas del sector privado o de tener la intención de volver a sus antiguos oficios, han aceptado en su mayoría cargos en la administración pública andaluza, con sueldos públicos. Todos propuestos por el PP.
Empezó Rocío Blanco al repetir como consejera de Empelo. Aunque era independiente, fue parte de la cuota de Ciudadanos. A partir de ahí ha sido un no parar, independientemente del bando en el que estuvieran dentro de la formación naranja. En este sentido, han recibido puestos en la nueva Junta de Andalucía Sergio Romero, que fue el primer portavoz y acabó enfrentado a Juan Marín, y Teresa Pardo, su sustituta y afín al sanluqueño. El más mediático ha sido el propio Marín, que tras varios ofrecimientos en el Gobierno acabó aceptando la presidencia del Consejo Económico y Social. Su principal rival en Ciudadanos, la exconsejera Rocío Ruiz, también ha sido 'colocada' por el PP en el Consejo Audiovisual en Andalucía.
La última ha sido Marta Bosquet, presidenta del Parlamento en la pasada legislatura. Bosquet, en una entrevista para lavozdelsur.es, afirmó que mientras existiese el partido, formaría parte de Ciudadanos. Sin embargo se dio de baja hace semanas y ahora será la directora del Instituto Andaluz de Formación e Investigación Agraria gracias al nombramiento del Consejo de Gobierno.
El Partido Popular lanzó sus propuestas antes de las elecciones ofreciendo listas conjuntas con varios puestos de salida para diputados de Ciudadanos. Juan Marín lo rechazó por preservar sus siglas a pesar de que él tenía garantizado continuar como vicepresidente de la Junta de Andalucía con las mismas competencias. Pese a ello, los nefastos resultados electorarles no han evitado un éxodo masivo hacia salarios públicos de personas que garantizaron no llegar a la política para vivir de ella.
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