Un debate como excusa para lanzar la campaña

Los próximos días 27 y 28 de octubre se volverá a celebrar en Andalucía un Debate sobre el Estado de la Comunidad que permitirá a los cinco grupos parlamentarios comenzar a lanzar los mensajes que dentro de unos meses amplificarán en las campañas electorales

Un debate como excusa para lanzar la campaña
Un debate como excusa para lanzar la campaña JUNTA DE ANDALUCÍA

Poco más de tres meses han pasado desde el último debate de estas características que hubo en el Parlamento. Juan Manuel Moreno Bonilla, presidente de la Junta de Andalucía, se comprometió a hacer dos al año y esta semana se celebrará el segundo Debate sobre el Estado de la Comunidad. Si la situación es distinta al que tuvo lugar en julio, nada tiene que ver con el debate de octubre de 2020. De hecho, ninguno de los tres portavoces que participaron entonces lo hará en esta ocasión. Relevo en Vox, cambio de liderazgo en el PSOE y ruptura en Adelante Andalucía, ahora Unidas Podemos. Hasta el socio del cogobierno andaluz, Ciudadanos, comparecerá roto por dentro y desangrándose electoralmente, según las encuestas, en Andalucía.

Las circunstancias también han cambiado. Tanto en octubre como en julio, el tema, prácticamente monotema, era la pandemia. Su gestión, la desescalada, la estrategia de vacunación y poco más. Ni había tiempo, ni era el momento de tratar otros asuntos. Esta vez todo es diferente, tras año y medio, las formaciones políticas podrán fiscalizar la legislatura y exponer sus programas sin que el covid se anteponga. La dinámica será la de siempre: discurso del presidente, respuesta de los tres partidos de la oposición y cierre por parte de los grupos parlamentarios que componen el Gobierno.

Pese a que el primer objetivo del Gobierno es encarrilar las negociaciones para sacar adelante los próximos Presupuestos, el contexto de las últimas semanas propicia que el debate se convierta en el punto de partida de la campaña electoral. Más allá de la campaña permanente o de que los comicios puedan adelantarse, hemos entrado en el último año de legislatura y la mayoría de formaciones necesitan poner sus cartas bocarriba para no terminar concurriendo a contrarreloj.

Pese a que el primer objetivo del Gobierno es encarrilar las negociaciones para sacar adelante los próximos Presupuestos, el contexto de las últimas semanas propicia que el debate se convierta en el punto de partida de la campaña electoral

Es difícil pensar que Moreno Bonilla haya solicitado una comparecencia en un momento de la legislatura en el que le venga mal. Sin embargo, estamos en una situación que podemos considerar inédita dentro del mandato de PP y Ciudadanos ya que, por primera vez en estos tres años, parece haber ciertas grietas en el discurso y la gestión, sobre todo por parte del Partido Popular. A la mal comunicada bajada de impuestos —con la familia que ganaba 80.000 euros como ejemplo de beneficiarios— hay que sumar un problema que sí puede tener recorrido, la sanidad. El poco tacto de los estrategas de Moreno, haciendo coincidir la inauguración del monumento de homenaje a los sanitarios en Sevilla con las protestas en todos los centros hospitalarios andaluces no ha hecho más que prender más la mecha. 

En cualquier caso, tanto Moreno Bonilla como el Partido Popular han conseguido lo que pretendían desde que se establecieron en San Telmo, capitalizar el cambio tras los 37 años del Partido Socialista. Al menos, así lo dicen las encuestas. La última del Centro de Estudios Andaluces permite a los populares repetir gobierno con Ciudadanos, aunque disminuyendo fuertemente el peso de los naranjas, que apenas tendrían fuerzas para entrar en el Consejo de Gobierno. Vox sería segunda fuerza en la derecha y volvería a jugar un papel capital.

Lo normal es que el presidente de la Junta presuma de gestión y ofrezca numerosos datos para constatar que Andalucía ahora va mejor que hace tres años. La principal duda es si en su discurso otorgará algún tipo de mérito a Ciudadanos como compañero de viaje para intentar darle un impulso al partido de Juan Marín de cara a la opinión pública y facilitar la repetición de la coalición en un futuro cercano. Si, por el contrario, el Partido Popular opta por una exposición en la que aglutine los méritos y cambios en busca de la mayoría absoluta, corre el riesgo de quedar en manos de Vox. Y la ultraderecha lleva avisando varias semanas de que no será un socio cómodo. Moreno Bonilla confesó esta semana su aspiración a un gobierno monocolor en una entrevista en TVE, aunque Elías Bendodo viene reconociendo en sus ruedas de prensa que están cómodos con la fórmula actual. Sin despreciar los guiños que pueda realizar hacia el Partido Socialista para encauzar la negociación sobre los Presupuestos.

El tono moderado y el agravio disfrazado de andalucismo ha conseguido convertir al presidente de la Junta en un perfil de candidato de consenso. A buen seguro veremos muchas referencias en esta dirección durante su discurso. Desde la financiación autonómica a las inversiones en los Presupuestos Generales del Estado pasando por su vocación de sacar adelante unos presupuestos transversales y dialogados con totas las formaciones. El objetivo es mostrarse como un candidato votable para todos y conseguir dejar la asociación de Partido Popular y derecha en un segundo plano.

Decía Ángeles Férriz, la portavoz del PSOE-A que volverá a ser la cara visible en el debate, en su entrevista a lavozdelsur.es que se veían preparados para ganar las elecciones. Realmente, pese al optimismo en las filas socialistas, en ese momento era difícil imaginar un PSOE competitivo en la cita electoral. Ni siquiera el cambio de liderazgo ha supuesto ese revulsivo en la opinión pública que se podía esperar. Sigue siendo difícil pensar que el PSOE tenga opciones de volver a la Junta en la próxima legislatura, pero al menos ahora tiene un tema con el que desgastar al Gobierno.

La llegada de Juan Espadas cambió el paso del partido y, seguramente, también descolocó al inicio al Partido Popular. La formación que dirige Moreno Bonilla aceptó el reto o, más bien, la oportunidad que suponía acercarse a los socialistas para ensanchar la base de votantes. Sin embargo, el PSOE-A, a la vez que se ofrecía para negociar, observó – con buen tino – que la gestión de la sanidad se le podía complicar a la Junta. Lo hizo a través de la Atención Primaria y la tardía vuelta a la presencialidad. Pocas semanas después se ha sumado el despido de 8.000 sanitarios contratados durante la pandemia.

Los socialistas saben muy bien lo que supone el descontento de las mareas en términos electorales. Podemos considerar las movilizaciones de la Marea Blanca como uno de los grandes causantes del fin de la hegemonía del PSOE en Andalucía. Es esperable que los minutos de Férriz sean monotemáticos para convertir esta grieta del Gobierno en un agujero que sea difícil de controlar. Si el PSOE quiere que algún antiguo votante regrese a sus filas, debe ser capaz de transmitir a la opinión pública que los servicios públicos funcionan peor que hace cuatro años.

En Ciudadanos la situación es más complicada. No ya por la división dentro del propio grupo parlamentario y el discutido liderazgo de Juan Marín, sino porque, a pesar de los esfuerzos realizados en las últimas semanas en las redes sociales para hacer ver su influencia en el Gobierno, las opciones electorales de Ciudadanos pasan más por lo que permita el Partido Popular que por lo que haga Ciudadanos. De hecho, la representación del Gobierno en el debate será Moreno Bonilla y de él dependerá el reparto de méritos.

Desde que Espadas tendió la mano al Gobierno, la posición de Juan Marín siempre ha sido más escéptica —y crítica— que la de los miembros del Partido Popular. No sólo influye que la relación entre Ciudadanos y PSOE en la anterior legislatura acabase mal, sino que, Marín es consciente de que, si Ciudadanos no es un actor relevante para mediar y conectar a populares y socialistas, el papel de Ciudadanos —que creció como partido bisagra— en la política española carece de sentido.

Si bien es cierto que la oposición de Unidas Podemos —antes como Adelante Andalucía— ha sido la más frontal que se ha encontrado el Gobierno durante la legislatura, también es evidente que los problemas internos se han llevado todo el foco de la actividad parlamentaria de la formación. Además, la falta de candidato y el ruido sobre las intenciones de Yolanda Díaz en la izquierda estatal dejan un futuro incierto.

Aun así, el debate vuelve a permitir a Unidas Podemos tener la visibilidad de la que carece su principal competidor electoral, Adelante Andalucía, que, a pesar de contar con 11 escaños en el Parlamento, no tendrá la opción de participar al ser todos ellos diputados no adscritos. El desplazamiento del PSOE también provoca que Unidas Podemos pueda marcar un perfil propio para intentar a traer a determinado votante progresista.

La posición de Vox parece la más incierta. Hasta estos últimos meses ha sido compañero de legislatura para Partido Popular y Ciudadanos. Conseguía ciertas concesiones e incluía debates interesados en la agenda política y mediática. Pero la formación de ultraderecha lleva algunas semanas mostrando su descontento de forma más intensa. Vox percibe que no consigue obtener su parte de mérito en los cambios de Andalucía. Así lo hizo ver en el último pleno cuando uno de sus diputados pidió de forma explícita a Moreno Bonilla que llamara a directores de medios de comunicación para incidir en el papel de la formación.

Durante la pandemia, Vox ha expresado en diversas ocasiones que entendía que los compromisos del Gobierno se hubieran frenado por las urgencias sanitarias. Algo que ahora ha cambiado

Durante la pandemia, Vox ha expresado en diversas ocasiones que entendía que los compromisos del Gobierno se hubieran frenado por las urgencias sanitarias. Algo que ahora ha cambiado y en lo que ha influido los acercamientos del Gobierno con el PSOE. Su portavoz, Manuel Gavira, dejó claro que no se iban a conformar con bajadas de impuestos y que las fusiones de los entes instrumentales eran insuficientes. Seguramente ambos sean los dos temas en los que mayor protagonismo ha tenido Vox. A esto hay que sumar el aumento en la beligerancia del discurso contra Ciudadanos, representado principalmente en Macarena Olona, la dirigente política que llama "flojo" a Juan Marín y que asegura que si Lorca no hubiese sido asesinado por el franquismo votaría hoy en día a Vox.

La formación que dirige Santiago Abascal no ha escondido, desde la moción de censura de Murcia, sus ganas de acudir a la cita electoral cuanto antes. Aun así y a la espera de los presupuestos, todavía no ha habido una ruptura evidente en el Parlamento. Por ello, y con la ayuda del contexto que ha propiciado el PSOE, es esperable una actitud dura y crítica frente a Moreno Bonilla. La intención de entrar en el próximo Gobierno de la Junta de Andalucía es real y, aunque Moreno es un candidato con gran aceptación en la derecha, la predisposición de negociar los presupuestos a su izquierda le abre un espacio electoral a Vox que la extrema derecha tiene la oportunidad de ocupar sin ambigüedades en este debate.

Sobre el autor:

Emilio Cabrera.

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