Marcelo Expósito (Puertollano, 1966), no llegó a imaginarse nunca que acabaría sentándose entre los pesos pesados de la política nacional. Allí, en el Congreso de los Diputados, donde fue elegido como representante de En Comú Podem en las elecciones generales de diciembre de 2015, y en las sucesivas de junio de 2016, llegó a ser tercer secretario de la mesa del Congreso. Tras haber participado en el 15M, en Democracia Real Ya y en la PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca), se integró también en la dirección ejecutiva de Barcelona en Comú, cuya cabeza visible, Ada Colau, llegó a la alcaldía de Barcelona hace ya casi cinco años.
Ahora, el polifacético artista y ensayista manchego afincado en Cataluña,ha escrito Discursos plebeyos: la toma de la palabra y de las instituciones por la gente común (Icaria, 2019), con prólogo de la conocida politóloga belga Chantal Mouffe. En esta obra, el activista desgrana a través de sus propias intervenciones políticas, el salto de la nueva política a las instituciones democráticas del Estado español. Un proceso, cuenta el ex diputado de los comunes, en el que se describe como "plebeyo", junto a “cámaras de televisión, trabajadores sociales, profesores de primaria y secundaria o periodistas”, que llegaron a colarse en unas instituciones en el que el neoliberalismo era el “sentido común”.
¿Qué hacía un artista en la mesa del Congreso?
Lo mismo que cámaras de televisión, trabajadores sociales, profesores de primaria y secundaria, periodistas, activistas sociales… recuperar las instituciones. En 2007 y 2008 estalla una crisis financiera que precipita inmediatamente una crisis de régimen político en España, como sucedió en otros lugares. El neoliberalismo, que había producido esa crisis, con unos índices de sufrimiento enormes para la mayor parte de la población, pretendía seguir gobernando. Por fortuna en nuestro país hubo un movimiento social contra las políticas de austeridad y de los recortes, contra ese austeritarismo, de aquellos que querían hacer caer todo el peso de la crisis sobre las espaldas de quienes no la habían provocado. Dos años después del 15M, allá por 2013, hay quienes se dieron cuenta de que aquellos movimientos sociales se encontraban con una resistencia absoluta por parte de los gobiernos. No había más remedio que hacer el esfuerzo y organizarse para recuperar las instituciones. Ese fue el salto que dio la gente común, entre 2014 y 2015.
Titula su libro 'Discursos plebeyos', ¿el político nace o se hace? ¿Deja de ser plebeyo?
En esa época, cuando me decían: ¡Ahora eres político! Yo respondía: estoy político. No era político, estaba político. Lo que sucede con el 15M es que se unen varias generaciones diferentes. Unas que pensábamos que hacer política era también hacer política en la calle, en el ámbito doméstico, en el trabajo…
Que todo es política…
Claro, o todo es susceptible de ser pensado políticamente. Y otra generación de gente que nunca había pensado que hacía política y que tenía que actuar políticamente por la situación de crisis. El 15M puso sobre la mesa que había que afrontar las políticas de austeridad desde donde uno se encuentra. Podemos decir que nuestro papel como políticos era una respuesta a un Estado de excepción. Desde entonces, hay personas que continúan haciendo política en el ámbito de las instituciones y otras que hemos considerado que entrar y salir de las instituciones nos convendría más por nuestro perfil…
Sin puertas giratorias.
(Ríe). O con puertas giratorias de volver un poco al lugar donde estaba. Puertas de 360 grados. Nos han sustraído la conciencia de que para sostener la sociedad hay que pensarla en términos políticos y nos la han sustraído de diferentes maneras a lo largo de la historia. En este último ciclo a través de la idea de que la economía es una ciencia que tiene sus propios mecanismos a los cuales tú no puedes acceder o que la política no la puede hacer personas de cualquier condición, sino que hay gente nacida para ejercer tal desempeño.
Ahora con un gobierno de PSOE y Unidas Podemos, ¿se puede seguir siendo plebeyo desde el Ejecutivo o es una cuestión meramente performativa?
El libro tiene un doble título [Discursos Plebeyos. La toma de las instituciones por la gente común] porque contiene dos conceptos: el concepto de lo plebeyo y el concepto de lo común. Lo que el libro propone es que el salto institucional se da en España a través de un doble eje. Por un lado, el ámbito de cultura por arriba que se aglutina en torno a Podemos, y la cultura por abajo, aglutinado en torno al salto municipalista. Esos dos ejes permiten una combinación interesante de trayectorias previas de partidos políticos y organizaciones sociales que venían ya pensando cómo hacer política, con personas también con trayectoria social, pero que nunca pensaron que iban a dar el salto a la política. Entre la constelación de ambos ejes están esas dos palabras clave. Para Podemos era lo plebeyo contra la élite, una forma de visualizar los de abajo contra los de arriba…
El 99% y la casta…
Exactamente. Lo plebeyo va en ese paquete del 99% de Ocuppy [Wall Street] contra la casta. Plebeyos éramos, por tanto, los que más allá de nuestras diferencias nos encontrábamos en la calle contra la gestión de la crisis, que era una ignominia. Para el municipalismo, por su parte, era muy importante la palabra común, que forma parte de todo eso que en los últimos años vuelve de lo comunitario y de la comunidad, que son conceptos ambivalentes porque también la extrema derecha habla de comunidad. Por eso el municipalismo se basa en la herramienta de la construcción de la confluencia, de la creación de un nosotros pero también considerando al otro, de forma integradora.
Cabría preguntarse, ¿Quiénes somos nosotros y quiénes son los otros? Con el peligro de la alteridad…
Es una discusión clave en la construcción de lo común y de la comunidad frente a la diferencia con la extrema derecha de Salvini o Bolsonaro, donde su concepto de pueblo es excluyente. En cualquier caso, la construcción de lo común se basa en el municipalismo. Si Podemos se basa en la idea de romper por arriba a través de la idea del asalto de los plebeyos a las posiciones que la élite monopolizaba, para el municipalismo es fundamental la reconstrucción de la vida común en el plano de lo local, en las políticas de inmediatez.
¿Por qué cree que el apoyo social a Podemos, las mareas o las formaciones municipalistas se ha contraído en estos últimos años?
Nosotros hicimos un uso muy inteligente de una situación de coyuntura, con la que se abrió una ventana de oportunidades que fue favorable pero que también generó unas expectativas enormes para las posibilidades reales que teníamos de provocar cambios inmediatos. Es inevitable que haya un cierto margen de decepción en lo que hayamos representado en ese salto a las instituciones. No solo por errores o déficits que hayamos podido cometer, sino porque las expectativas son enormes, y no es fácil cambiar las cosas. El neoliberalismo no solamente ha destruido políticas públicas y servicios sociales, sino que ha sido una reconstrucción de las instituciones con un formato que permite algunas cosas, y dificulta o impide otras. Cuando hemos llegado a las instituciones nos hemos dado cuenta de que estaban reformateadas, de que no eran neutrales. El neoliberalismo se ha convertido en un sentido común. Por otro lado, nosotros pillamos a los poderes fácticos con el pie cambiado pero los poderes también se reorganizan. Desde el 15M en adelante no solo ha habido experimentos de reconstrucción de la izquierda sino también de las derechas. Hemos visto el experimento de Ciudadanos, de Vox, de derechización del PP. Las élites han querido reconducir el desencanto y la indignación que provocó el estallido de la crisis económica y de las instituciones democráticas. Además, este escenario global en el que hay un pulso entre la barbarie y los avances democráticos como salida a la crisis en todo el mundo, afecta profundamente. Hablamos de un círculo político muy largo en el que vamos a ver cambios muy vertiginosos e inesperados.
Sigue habiendo una parte de la población abstencionista o incluso que vive al margen de la información política. ¿La nueva política no es para ellos? ¿Constituye un peligro lo que viene?
Es una pregunta enormemente inteligente porque ahí es donde se está jugando todo. Se está jugando la activación política, que no ideologización, de aquellos que el sistema ya da y necesita dar por amortizados para seguir funcionando. Activación política no significa que entre en un partido nuestro, sino que piense las condiciones políticas de la situación en la que vive. Que pueda haber un trabajo de reconstrucción comunitaria, que se incorpore a la vida social y política común. En términos muy literales es la activación del voto pero claro, a ver hacia dónde votan, que es lo que tu decías…
Como en Italia.
Claro. En segundo lugar, la clave se está jugando entre las alianzas entre esos sectores desposeídos y las clases medias que han mirado a los desposeídos con simpatía mientras han estado pauperizadas por la crisis, pero que en un momento de relativa estabilización social parece que pudieran tener menos interés en mirar con simpatía a aquellos que están por debajo. Si no sucede una activación política de los sectores marginalizados y no se producen alianzas entre las clases medias relativamente establecidas y esos sectores excluidos, vamos hacia algo que es histórico: la guerra civil entre pobres. ¿Cómo se hace? Es que no es tan sencillo, no es un proceso que se pueda hacer por designación, sino procesos en los que la sociedad tiene que establecer sus propias dinámicas. Eso no surge por generación espontánea.
¿Llegó el 15M a las clases populares?
Simplificando mucho, el 15M fue un movimiento de hijos de las clases medias que de repente se dieron cuenta de que todas las promesas de ascenso social que el Estado del bienestar prometió, no se cumplían. Hubo una ruptura de ese pacto por parte de las élites que provocó una politización muy fuerte que por su abstracción de clase no se puede obviar. Es la politización de una generación indignada que con capacidades comunicativas, pedagógicas e intelectuales enormes pudieron plantear un reto político, que además no miraba con desprecio al contrario. Esas alianzas sí se dieron, aunque fueran virtualmente, en el salto institucional. Se vio con Podemos y se vio más en el salto municipalista, donde percibimos una reorientación electoral, la confluencia entre esos hijos e hijas de clases medias y con aquellos que tradicionalmente no creían en el sistema electoral y que finalmente tuvieron la esperanza de que su voto sirviera para algo. Es en la confluencia de intereses entre diferentes sectores sociales donde tenemos una potencialidad enorme.
En los últimos días y a colación del 8M, el tuit del Ministerio de Igualdad sobre la nueva ley de Libertad Sexual en el que se decía “Sola y borracha quiero llegar a casa”, ha causado polémica. ¿Se puede estar en la calle y en el gobierno?
Una cosa es el lenguaje del activismo y otro el de la calle. Muchas veces los que venimos desde el activismo pensamos que tenemos el mismo lenguaje que el de la calle, y no es cierto, porque hay diferentes códigos. Que tengamos que hacer que las instituciones se parezcan más al conjunto de la ciudadanía, no quiere decir que tengamos que utilizar un lenguaje activista en las instituciones. El lenguaje activista desactiva en las instituciones la posibilidad de establecer alianzas complejas y un marco de diálogo, y también plantear la confrontación en términos que sean comprensibles para todas las partes. Tienes que renunciar al lenguaje activista porque nosotros no venimos a hacer oposición a la institución, venimos a gobernar o como mínimo a influir en esos gobiernos. Pero tampoco podemos renunciar a este para tener un lenguaje asimilado que nos convierta en la casta, en la élite. Tenemos que inventar un lenguaje propio y de eso va el libro también, de cómo inventar un lenguaje comprensible en lo institucional y que también se identifique con la calle.
Y afrontar esa realidad, ese capital cultural tan diverso.
Por eso creemos que recordamos con un punto de épica nuestra entrada en el Congreso, porque se vio que la confluencia era posible. Era posible ver en la tribuna la conexión pero también la diferencia entre la palabra de Diego Cañamero, la de Gloria Elizo, la de Irene Montero, la de Alberto Garzón, la de Yolanda Díaz o a mi palabra. Hay una diferencia de trayectoria, de subjetividades, pero como la palabra plebeya, era la conjunción de diversidades.
Es un firme defensor del derecho de autodeterminación. ¿Cómo se puede solucionar la crisis catalana que más bien parece española?
No soy independentista y ni el espacio de los comunes ni el nuevo municipalismo lo es, pero hemos confluido personas que vienen del catalanismo político y otras que no bajo el principio de radicalidad democrática. Si hay que salir de la crisis con más democracia y no con menos, no podemos obviarlo. El conflicto catalán es un problema histórico, es el de la articulación del Estado moderno en España. El Estado moderno en España arrastra déficits democráticos incalculables e incluso el que crea en España como nación tiene que reconocerlo. Lo interesante es pensar que en que cada momento que ha habido una crisis política en el Estado español que ha planteado una reforma radical el problema que siempre ha surgido es la crisis territorial: en la Primera República, en la Segunda o en la propia Transición. No es un problema virtual, es uno de los conflictos centrales. Sin embargo, en cada momento se ha solucionado de una forma coyuntural. Por ello hay que replantear una solución, con un margen de diálogo muy amplio, con mayor reconocimiento de las partes y planteando en términos técnicos y políticos una reforma de la estructura de la administración Estado muy amplia que tiene que afectar al encaje o no de los territorios históricos y que también tiene que afectar a una mayor distribución hacia las administraciones territoriales y locales. Es lo que también el municipalismo pone en la mesa. Lo que alguien en Jerez tiene que entender es que el derecho de autodeterminación de Cataluña como comunidad política está estrictamente ligado a qué tipo de Andalucía queremos, y a cómo pensamos nuestro Ayuntamiento con más o menos potestades. Todo está ligado, son problemas interconectados.