El 10 de noviembre solo ha servido para descolocar aún más las piezas del tablero político nacional, ahondar en el bloqueo y echar paletadas de incertidumbre a la incertidumbre. Si esto era una partida de ajedrez del ideólogo de Pedro Sánchez, Iván Redondo, mañana mismo debería ser destituido. Es una reflexión que hacen muchos socialistas en clave interna, que consideran que se debieron amarrar acuerdos de gobernabilidad en tiempo y forma y haber evitado este domingo negro de noviembre en España.
Porque el PSOE, con el 99,95% escrutado, ha vuelto a ganar las elecciones generales seis meses después (120 escaños), pero se ha dejado tres escaños por el camino, ha bajado la participación, ha dado alas a la extrema derecha de Vox (28 parlamentarios más que el pasado 28A, un total de 52), y ha hecho que el PP de Pablo Casado abandone la UCI y pase a planta (22 escaños más que en abril pasado, sube hasta los 88).
Solo el batacazo sin precedentes de la marca naranja de la derecha, Ciudadanos (que pierde 47 diputados y se queda en 10), provoca cierto alivio en los socialistas —que ven cómo las tres derechas no suman a nivel nacional—, que han puesto al país con estas nuevas elecciones en una posición aún más enrevesada que con los resultados del pasado 28A. Albert Rivera está contra las cuerdas y deja su liderazgo al frente del partido en manos de un próximo congreso extraordinario.
Las fuerzas de izquierda pueden gobernar, cierto, pero ahora habrá que definitivamente sacudirse complejos y entender que la política española está muy lejos de las claves que hasta ahora se conocían. 16 partidos conformarán el hemiciclo —incluyendo a Teruel Existe—, y PSOE, Unidas Podemos y Más País (3 escaños) suman 158 escaños frente a los 152 de PP, Vox, Cs y NA+. La mayoría absoluta está en 176 escaños. ¿Gran coalición o Podemos más independentistas? Los nacionalistas, por cierto, crecen también. ERC pierde 2, pero entra la CUP con dos representantes; el PNV gana uno y pasa a tener 7; Bildu gana otro y pasa a contar con 5 diputados; JxCat suma uno más y tendrá 8; vuelve el BNG con un escaño.
En Andalucía, apenas unas décimas separan al dato de participación de este 10N del más bajo de la historia. El PSOE y su izquierda superan al bloque de la derecha, donde también sufre una derrota sin paliativos Ciudadanos. Susana Díaz se ha currado la campaña y su pedrismo de última hora le facilitará colocarse en la pole position si llegara un adelanto electoral —no lo parece— en la comunidad autonómica.
Los socialistas logran 25 diputados, mientras que el PP se mantiene como segunda fuerza con 15 parlamentarios y Vox con 12 (el doble que hace seis meses). Cs cae de 11 a 3. Unidas Podemos se deja tres por el camino y se conforma con 6 escaños. Ni siquiera la entente cordiale entre Pablo Iglesias y Teresa Rodríguez en esta campaña ha podido frenar el desgarro (menor) de la aparición de Íñigo Errejón, que no ha servido para nada (como era de esperar) salvo para restar votantes a la izquierda en favor de la derecha.
Vox, segunda fuerza en Cádiz con un general que hace apología de Franco
Aquí aparece Cádiz, donde Vox ha acabado el día como segunda fuerza política (2 escaños, uno más que el 28A) de la provincia, mientras que el PP recupera otro parlamentario y suma un total de dos. Unidas Podemos pierde uno, al igual que Cs. Ambas formaciones retienen al menos un diputado al Congreso, lo que no pueden decir en todas las provincias andaluzas. El PSOE, eso sí, ha vuelto a ganar las elecciones en un territorio gaditano con unos cuatro puntos menos de participación que el 28A.
El número 1 de Vox en la provincia, Agustín Rosety, es un general retirado firmante de un documento que hace apología de Franco y del franquismo. "Hemos podido abrir un cambio político y cultural", ha dicho ante sus fieles en Madrid el líder de Vox, Santiago Abascal, al que la Junta Electoral Central ha forzado a no vetar a medios de comunicación y que ha centrado su campaña electoral en un bombardeo continuo de mensajes xenófobos y de odio. Ya puede darle las gracias en gran parte a Redondo y a Pedro Sánchez, auténticos médiums de una España negra que desde este 10 de noviembre está más viva que nunca en los últimos 40 años.