Ni Trump ni Biden, por ahora. Las elecciones de EEUU de este 2020 no se cerraron en la noche electoral. Todo apunta a un litigio como el del año 2000. Entonces, George W. Bush llegó a la presidencia después de una batalla legal en Florida, que le dio la victoria por apenas 500 votos. Antes, Trump ganaba en estados como Florida u Ohio, que se esperaban podrían dar un cierre rápido a las elecciones. Pero las encuestas en varios estados que daban una ventaja, aunque corta, a Biden, fueron cayendo del lado republicano. Ni el Black Lives Matters, ni las polémicas, ni la gestión del coronavirus han podido con Trump, que llega vivo a la madrugada americana.
La situación es la siguiente. Como, salvo dos excepciones, quien tenga el voto mayoritario en un estado se lleva la cesta completa (y las más grandes son las de los estados con más habitantes), cada voto cuenta. Pongamos el ejemplo de España. Lo que pasa en EEUU, para elegir presidente, es como si el partido que ganase un voto más que el resto se llevase al completo los 61 diputados elegidos al Congreso por Andalucía.
Y en esta noche electoral americana, hay tres estados importantísimos que están igualados y que avisaron poco después de cerrar las urnas que los votos que se emitieron por adelantado y por correo no podrán contarse hasta, como poco, algunas horas más tarde. En algunos casos, hasta varios días. Con dos apuntes importantes: Trump ha estado meses, en el contexto de la pandemia, diciendo que el voto por correo sería fraudulento, aunque nunca aportó pruebas para sostener esa afirmación. Y es que además los analistas indican que en el voto por correo (los trasladados a otros lugares o quienes quisieron evitar, por el covid, hacer colas masivas para votar) esos votos favorecerían a Biden.
A última hora de la noche, Biden llamó a la espera. Salió a hablar cuando le habría tocado dar el discurso de victoria o derrota para decir que tenía buenas sensaciones, que estaban en la línea para ganar, pero que esta noche no podría haber vencedores ni vencidos. "Ni yo ni Trump podemos declarar el ganador, lo harán los votos". Lo contrario que Trump, que tenía prisa y, a la vez, está preparado para llevar las urnas a la batalla. "Una gran victoria", decía el presidente en Twitter apenas unos segundos después de la intevención del demócrata, declarándose ganador. "Están intentando robarnos las elecciones. Nunca se lo permitiremos, los votos no pueden emitirse cuando las urnas ya están cerradas".
En pleno recuento, el Partido Republicano pidió a sus inscritos en un correo electrónico que donaran dinero para la previsible batalla legal, que implicará, por ejemplo, que se acepten o no los votos que lleguen tarde a las oficinas postales, saturadas por la alta participación. Trump ya dijo que no aceptaría los votos llegados tarde por considerarlos fraudulentos. Lo cierto es que las autoridades competentes tendrían que aceptar un nuevo plazo para permitir contarlos todos. Y eso acabará en los tribunales, posiblemente en el Supremo (lo que en España sería una unión del Constitucional y nuestro propio Tribunal Supremo, con jueces elegidos de por vida), donde los magistrados elegidos por administraciones conservadoras son mayoría.
Mientras tanto, la noche electoral empezó con optimismo demócrata y, a medida que avanzaban los recuentos, Biden solo ganaba lo que ya sabría que ganaría y Trump se llevaba todo lo que estaba igualado. La citada Florida, pero también Ohio, Carolina del Norte... Ohio, además, siempre ha votado al que luego ha ganado la presidencia desde hace más de medio siglo. Lo dijo la hija de Donlad, Ivanka Trump, que hablaba de un déjà vu. Porque todo comenzaba a parecerse a lo ocurrido en 2016.
Biden solo pudo dar una sorpresa, relativa, la de ganar un estado propio los republicanos, Arizona, pero que tiene una explicación concreta: Trump ha pasado años criticando al ya fallecido John McCain, veterano de guerra y ex candidato a la presidencia contra Obama en 2008, que hizo la gran oposición al actual presidente dentro de su propio partido. Su viuda indicó que votaría por Biden, y eso arrastró a la ciudadanía. En el voto general del país, todo apunta a que tendrá más votos el demócrata, como hace cuatro años. Pero lo que importa es el voto electoral.
Lo que ocurra en Michigan, Wisconsin y Pensilvania será la clave. Suman 46 puntos, que llevarían la balanza a un lado o a otro. Quizás no haya presidente hasta el viernes. La ventaja de Trump sobre el papel mantuvo, al menos al principio, cualquier protesta de parte de los seguidores del presidente. Los analistas no se ponen de acuerdo. De la victoria clara de Biden que preveían, ha pasado prácticamente a un 50-50. La más prestigiosa entidad de análisis, FiveThirtyEight, aún le daban más posibilidades a Biden. Le vale con llevarse alguno de los estados en disputa, aunque en todos tiene más opciones el color rojo de los republicanos. Incluso le vale que alguno de los que, en teoría, ya se le apuntaba a Trump diera un giro de último hora como Georgia o Carolina del Norte. Un recuento que, probablemente, también se alargará y será ajustado.
Las claves sobre la no-victoria, al menos esta madrugada, de los demócratas, se basa, primero, en que los latinos han optado por Trump. Una comunidad vasta y tan importante como la de la comunidad negra, es una población muy variada. Ni los jóvenes votan como sus mayores, más religiosos y, por tanto, más conservadores, ni los de origen mexicano, machacados por Trump, votan igual que las comunidades de americocubanos o incluso venezolanos, que rechazan mayoritariamente los acercamientos de la Casa Blanca de Obama, y por tanto de Biden, su ex vicepresidente. En definitiva, Trump necesitaba una serie de victorias estratégicas y Biden no caer, al menos, en todos los que de verdad se disputaban la presidencia. Y esa igualdad se daba cuando ya amanecía en España.
Esas pasaban, en gran parte, por las zonas industriales del Norte del país. Ahí están estados en batalla legal, de hecho. Trump consiguió su gran victoria de 2016 en ese espacio, apelando al voto a los ciudadanos que tradicionalmente iban con los demócratas, los obreros blancos.
La noche en la calle, según los principales medios norteamericanos, se celebró sin las temidas protestas masivas. Calles comerciales en grandes ciudades se pertrecharon, tapiando escaparates y contratando seguridad privada. El precedente eran las movilizaciones por la muerte de George Floyd, que derivó en ciertos momentos en saqueos o tiroteos en las calles. Quizás las armas ya estaban cargadas, pero aún no se empuñaron. Todo estaba en un suspiro, que durará días salvo sorpresa. Trump, eso sí, ya encendió la mecha hablando de robo de elecciones, sin pruebas. Una vez más.