Lo había dicho durante años. Y en su Twitter ya hablaba de fraude. Pero Donald Trump, alrededor de las ocho y media horas españolas, ha ido mucho más allá. Ha llamado a sus partidarios a tomar las calles para "celebrar" la victoria. Y eso porque mantiene cierta ventaja en estados clave. La cuestión es que quedan millones de votos por contar, los votos por correo y los realizados en días previos. En total, 100 millones de votos de votos adelantados, de los cuales queda una buena parte en los estados fundamentales.
En un discurso irresponsable, sobre todo por llamar a tomar las calles justo tras acusar a los demócratas de montar un fraude, Trump ha asegurado que ya han ganado en Georgia, Pensilvania o Michigan. "Coges todos esos estados y miras los márgenes y hemos ganado. Tenemos mucha diferencia, las elecciones se han acabado. ¿Sabéis? Ellos saben que no han ganado y han decidido ir a los tribunales", indicaba antes de que los demócratas lo hayan anunciado.
"Es un fraude a la ciudadanía, una vergïuenza para nuestro país. Estábamos preparados para ganar y francamente, hemos ganado. Es un momento importante, vamos a ir al Tribunal Supremo porque no queremos que encuentren papeletas a las cuatro de la mañana para ganar. En lo que nos concierne, esto se ha acabado", indicaba. El vicepresidente, Mike Pence, también señaló que "vamos a mantenernos vigilantes y vamos a proteger estas elecciones".
El giro en este momento es el más importante. Ni siquiera hace 20 años, cuando hubo presiones sobre qué decidirían los tribunales sobre las papeletas mariposa de Florida. Es la mayor crisis democrática de Estados Unidos ocurrida fuera de tiempos de guerra. Desde que la democracia americana está asentada en los estánadares propios de las democracias actuales, jamás se había puesto en duda la limpieza de las elecciones.
Y todo eso lo hace sin ninguna prueba. Trump, simplemente, quiere acabar con las elecciones porque en el voto presencial ha ganado, pero no en el telemático. Millones de votos que no quiere abrir. Tampoco hay precedentes en otras democracias occidentales de poner en duda la limpieza de unas elecciones por parte de un presidente en el cargo.
El detalle de salir a las calles es el más importante, pues sus partidarios ya han demostrado en varias ocasiones este mismo 2020 que está dispuesto a armarse, como ocurrió en respuesta a las protestas del Black Lives Matters. Invitó a sus actos de campaña a un matrimonio que encañonó a participantes en manifestaciones, y defendió a un joven que mató a otro ciudadano.
Nunca antes una democracia como Estados Unidos había estado tan cerca, desde que la democracia actual occidental es la actual, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, de un golpe de estado, el de parar los recuentos porque va por delante. Y todo eso, cuando a las ocho y media de la mañana de hora española, Biden le saca un millón y medio de votos a Trump en el voto popular. Pero el que vale es el electoral, el de ganar las circunscripciones y los delegados que luego eligen al presidente. La carrera al Supremo es solo una parte de la carrera. La otra será la presión en las calles. En el Supremo, los jueces conservadores son mayoría, dos de ellos nombrados directamente por Trump. Así tiene Trump a la democracia americana, mientras Biden pidió una hora antes seguir esperando, sin darse por ganador ni por perdedor.