"Se abre una etapa para el diálogo con el PSOE". Con estas palabras en el diario El País inauguraba Juan Manuel Moreno, presidente de la Junta de Andalucía, una nueva etapa en la política española. El anuncio no es tibio ni ambiguo. Directamente señala el camino que van a tomar los partidos que componían el clásico bipartidismo para reforzar sus posiciones en un momento de mucha volatilidad política en el que están surgiendo movimientos – con sus respectivas reacciones – que dificultan una gobernabilidad plácida para ambas formaciones.
La relación entre Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, y Pablo Casado, exlíder de la oposición, no era buena y la comunicación no era fluida. Es algo que se demostró hasta en la intervención de despedida de Casado. Sin un exceso de sangre, Sánchez basó su respuesta en reproches hacia el que sigue siendo el presidente del Partido Popular, pese a que ya tiene fecha de entierro político.
Esta situación, en cierta medida, ya ocurrió en Andalucía, aunque con las tornas cambiadas. Con la salida de Susana Díaz y la llegada de Juan Espadas, el PSOE-A giró en su estrategia parlamentaria. La confrontación constante de la anterior dirección se convirtió en una mano tendida que, posteriormente, las votaciones en el Parlamento de Andalucía han confirmado que no era un farol de Juan Espadas.
La vía de Juan Espadas se mantiene. Este mismo lunes, en un desayuno informativo de la Cadena SER ha vuelto a retar a Moreno a que elija compañero de viaje. Algo similar hizo Pedro Sánchez una vez pasadas las elecciones de Castilla y León, cuando ofreció al PSOE para pactar investiduras siempre que los populares rompieran con Vox en todos los territorios. Y eso incluía a Andalucía.
Esta circunstancia comenzó con la Ley del Suelo, en la que el PSOE se abstuvo, y, de momento, ha finalizado con la Ley de Economía Circular, donde los socialistas también han apoyado al Gobierno de PP y Cs. La tendencia únicamente se quebró con el voto negativo, en una coyuntura de colapso sanitario, en los Presupuestos de 2022. Todos los grupos que no forman parte del Gobierno votaron en contra, aunque por diferentes razones. Pese a que aquello ha sido una de las pocas cosas que Moreno Bonilla no ha podido sacar adelante, su equipo hizo de esta votación un discurso de precampaña con la ‘pinza’ cuando las elecciones parecían al acecho.
La posibilidad de ese gran acuerdo entre PP y PSOE incluso provocó cierto temor en Ciudadanos. El ejemplo más evidente fue el audio del líder en Andalucía y vicepresidente de la Junta, Juan Marín, en el que afirmaba que "mostrarse útil" era la única opción que le quedaba al PSOE para competir en las elecciones. El tono y las palabras usadas en esa reunión privada del grupo parlamentario sonaron a un 'autoboicot' de las cuentas públicas con el único objetivo de que el PSOE quedase arrinconado.
Con la llegada de Alberto Núñez Feijóo en un tándem con Juan Manuel Moreno, el Partido Popular vuelve a la senda del 'marianismo', una doctrina que se aleja de la estrategia de Pablo Casado. Un exministro del propio Mariano Rajoy, José Manuel García Margallo, ha reconocido en las últimas fechas que es partidario de estos grandes acuerdos.
El tema de la centralidad en un país como España no es algo baladí. Quien domina el centro en la ubicación ideológica del electorado suele ser el que venza en las elecciones, al menos en las generales. Esto únicamente se ha roto una vez y fue con Ciudadanos durante su etapa de auge en la que llegó, incluso a colocarse en primer lugar en las encuestas. Cuando llegó la hora de votar, distintos errores estratégicos y de cálculo se llevaron a la formación por delante, aunque manteniendo el centro.
No esconde el presidente de la Junta su predisposición a repetir Gobierno actual con Ciudadanos. En ocasiones anteriores habló de explorar todas las fórmulas posibles, algo que también ha repetido su número dos, Elías Bendodo. Juan Marín también apuesta por un Gobierno similar en la próxima legislatura, aunque el de Ciudadanos ha asegurado en varias ocasiones que no se va a cambiar de partido, pese a los constantes rumores.
Sin embargo, una corriente del partido naranja asegura que la dirección nacional de Ciudadanos teme que haya desbandada de cargos para integrarse en listas conjuntas del Partido Popular, con Juan Marín a la cabeza. Fuentes del grupo parlamentario señalan a lavozdelsur.es que no se les ha comunicado nada al respecto, pero que, en caso de que ocurriera, la dirección nacional tendría que dar explicaciones por haber apoyado en las primarias al candidato – Juan Marín – que sería el artífice de esta maniobra. Moreno ya ha reconocido que estaría encantado con una integración que le permitiría construir un discurso centrista donde los pactos con el Partido Socialista no tuvieran que pasar por Ciudadanos.
Durante estos días, Feijóo también ha pedido que se permita gobernar a Alfonso Fernández Mañueco por ser la lista más votada. Esta es otra de las cuestiones que el gallego puede poner encima de la mesa para acercar posturas con el PSOE y librarse de la presión que supone Vox en un Gobierno.
Este hecho es algo que, evidentemente, preocupa a Moreno Bonilla. El resultado de Castilla y León enseñó el futuro de lo que le espera a los populares en el próximo ciclo electoral. La consolidación del bibloquismo, pero con la extrema derecha sustituyendo a Ciudadanos en el papel de complemento del Partido Popular. El desembarco de Macarena Olona en Andalucía – si termina ocurriendo – dibujaría un Consejo de Gobierno muy difícil de llevar para Moreno. Más si cabe, si tenemos en cuenta que la tendencia actual no apunta a un papel residual de Vox.
El acercamiento de PP a PSOE también podría permitir que los populares sortearan uno de los obstáculos que más le complica actualmente gobernar el país: la relación con los partidos regionales e incluso locales. Durante la etapa de Casado, el Partido Popular ha demostrado falta de sensibilidad con estas formaciones hasta el punto de que ni siquiera ha conseguido tener sintonía con el PNV. Precisamente, uno de los líderes vascos, el lehendakari Íñigo Urkullu, se ha sumado al barco de los pactos entre PSOE y PP. Y si el PNV se apunta a algo, seguramente es que ese algo sea el lado correcto. Al menos para sus intereses. No suelen equivocarse.
La guerra en Ucrania es otro de los acontecimientos que puede acelerar el proceso. La posición de Podemos – partido con dos ministerios – respecto al conflicto y al envío de armas a Ucrania ha desgastado la relación de la coalición, aunque en las últimas horas, alguna de las líderes de la formación ha intentado rectificar todo lo manifestado durante el fin de semana.
La cuestión es si estos acercamientos entre los dos principales partidos no tienen un coste excesivo a medio-largo y están dispuesto a asumirlo ambas formaciones. Vox no esconde que su apuesta es definirse como algo diferente a lo que califican como "consenso progre" o la "Agenda 2030". El crecimiento de la extrema derecha en España se ha basado en recoger todo el descontento en un proceso similar a lo que llevó a Podemos a rozar el sorpasso con el PSOE.
Los acuerdos entre PP y PSOE provocarían que se reforzara esta posición que, aunque no es real al ser un partido que surge de una escisión del Partido Popular, Vox sí ha conseguido trasladar la impresión de ser una formación outsider.
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