María Jesús Montero (Sevilla, 1966) no ha parado de crecer en política. Algo vería en ella Manuel Chaves cuando contó con ella para dar el salto del SAS a la política. Nacida en Triana, se licenció en Medicina por la Universidad de Sevilla, pero no tardaría mucho en entrar de lleno en la gestión sanitaria, en los hospitales de Valme, primero, y en el Virgen del Rocío, después, para pasar a ser viceconsejera con menos de 40 años.
Cuando cumplía esas cuatro décadas en su DNI, Chaves le dio la responsabilidad de la Consejería de Salud. Casi una década al frente de quizás, con Educación, la cartera de mayor peso político en las comunidades autónomas. Al menos, las dos áreas de mayor gasto. Y tanto trabajo con los números -lidió la crisis económica y sus aparejados recortes en Salud como se pudo- que al final confiaron en Montero para que se hiciera con la cartera de Hacienda. Viniendo de una carrera sanitaria, sorprendió. Pero no se le quedó grande.
En esas etapas de Gobiernos de José Antonio Griñán y Susana Díaz, le tocó bailar con Izquierda Unida y con Ciudadanos como socios del Ejecutivo. Un sudoku, en el fondo. Y eso, en los años de recortes obligados por la política de austeridad de Europa y de Rajoy. Los famosos objetivos de estabilidad le dieron dolores de cabeza. Pero salió viva de aquello, afianzándose cada vez más como una cara amable del Ejecutivo andaluz.
Por un lado, no era un producto del partido, venía del sector profesional, algo que marca la carrera de cualquier dirigente. De hecho, de primeras, llegó a consejera sin ser afiliada del PSOE. Por otro lado, en su currículum no existe una falta sobre el caso ERE que tanto dañó al PSOE andaluz. Le habría encantado a la oposición, pero es que ella no pinchaba ni cortaba en aquel caso. Ni por comisión, ni por omisión, ni por herencia, Montero nunca ha estado involucrada ni tampoco marcada por los ERE.
Cuando Pedro Sánchez sacó adelante su moción de censura, previa remontada interna en el PSOE, fichó a Montero para el Gobierno a Montero como peso pesado de Susana Díaz, que estaba a punto de perder la Junta. Una pirueta con doble tirabuzón, Sánchez en La Moncloa y Díaz en la oposición. Y para el Ministerio de Hacienda, cartera que ha compatibilizado con la vicepresidencia en los últimos tiempos, pero también como portavoz.
En Madrid se encontró más micrófonos que nunca. Y ese rechazo al acento andaluz para llamarla Chiqui, expresión que alguna vez utilizó y, aunque ella ha venido a tolerarlo, con aire despectivo. Se dice La Chiqui como se decía Perro Sanche. Pero con la connotación de que Montero es andaluza.
Políticamente, eso nunca le ha producido daño. Ha ido creciendo hasta ser vicepresidenta primera, y vicesecretaria general del PSOE. Es decir, número dos del Gobierno y del partido. Núcleo duro de Pedro Sánchez.
Su capacidad comunicativa está fuera de toda duda, porque no hay debate donde no lidie con alguna faltada, y en general responde con algún titular, con mano izquierda, y con cierto arte, sonriente. Eso, hoy en día, en esta sociedad crispada, es un valor de peso.
Si el lunes Pedro Sánchez decide marcharse a casa, no hay otro nombre en el PSOE con más fuerza que ella para hacer avanzar la legislatura. Le costaría lo mismo que a Sánchez rearmar una mayoría de investidura nueva, reeditando la de las últimas generales. Con la ley de amnistía en proceso, principal escollo, si a Sánchez le salió, raro sería que a Montero no.
Esa necesidad de una nueva mayoría del Congreso descarta a cualquier otro perfil del PSOE como Emiliano García-Page, que si bien tiene poder orgánico, el más manifiesto antisanchista sería totalmente incapaz de convencer a catalanes y vascos.
Con la marcha de otras ministras en los últimos tiempos, no queda nadie tan sanchista de pura cepa en el Ejecutivo actual, con tanto poder socialista. Y se alinean otras cuestiones más allá: ser la primera mujer presidenta del Gobierno no es algo que rechazase el PSOE, seguramente; y en Andalucía, primera federación socialista, se vería con muy buenos ojos a Montero. No solo por andaluza, que eso está claro, sino por eso otro. Que es lo que le dijo Moreno a Espadas en el Parlamento hace poco: "Montero no viene a Andalucía por mí, sino por usted". El PP ya trató de dañar a Espadas deslizándole que Montero sería candidata a la Junta en 2026 por el PSOE. Algo que, de hecho, nunca se descartaría.
Salvo que, directamente, llegue su momento en La Moncloa. Una vez que la aventura de Susana Díaz se acabó de la peor manera, no ha habido una persona procedente de Andalucía con el poder actual de Montero desde Felipe González y Alfonso Guerra. Una médica que no paró de crecer a cuenta de hacer números en Hacienda y a cuenta de sacar el capote cuando en cualquier debate la han querido vencer.
Tiene Pedro Sánchez un Manual de resistencia. Si no resiste esta vez, Montero tiene los manuales de Medicina y de Economía.
Comentarios