Esta semana se cumplen tres años de un cambio en el Gobierno de la Junta de Andalucía que parecía que no llegaría jamás. El fin del PSOE supuso el inicio del Partido Popular, que ya había ganado años antes unas elecciones sin poder formar gobierno, y que, sin embargo, logró sumar con el peor resultado de su historia.
El 2 de diciembre de 2018 también supuso el reinicio de su líder en Andalucía, Juan Manuel Moreno. Un ‘presidente por sorpresa’ no sólo para los andaluces, sino también para su partido. Casado ya preparaba el relevo de Moreno Bonilla, uno de los últimos ‘sorayos’, con la inclusión en las listas para Andalucía de Juan Ignacio Zoido. El Partido Popular acababa de celebrar el congreso en el que Pablo Casado venció a Soraya Sáenz de Santamaría y la dirección nacional no parecía tener muchas esperanzas en su candidato andaluz.
Las urnas, además de caprichosas, son soberanas. Aquella noche ocurrió un escenario rocambolesco. Moreno Bonilla, a pesar de conseguir la mitad de escaños que Javier Arenas unos años antes, tenía un arco parlamentario favorable para convertirse en el primer presidente no socialista de la historia de la Andalucía autonómica. La irrupción de Vox, clave. Seguramente, fue más demérito del resto que mérito del Partido Popular, aunque su campaña fue muy aplaudida posteriormente. Realmente, los grandes triunfadores de la noche eran Vox con su llegada a las instituciones y Ciudadanos con una subida de 12 escaños, pero a partir de ese momento comenzaba un nuevo ciclo en la política andaluza donde Moreno Bonilla sería el encargado de liderarlo.
Llegó el cambio, no sólo en Andalucía, sino también en el propio Moreno Bonilla, que a partir de entonces haría todos los esfuerzos posibles para ser conocido como Juanma Moreno. La cercanía y, prácticamente, el compadreo como pilar principal en la creación de una imagen presidenciable para alguien cuyas opciones de llegar a San Telmo eran remotas. Por delante, la tarea de convencer a la ciudadanía andaluza –tradicionalmente de centroizquierda– de ser un líder centrado y moderado a la vez que firmaba un pacto de investidura con Vox, un partido que llegaba a las instituciones para romper consensos.
La búsqueda de esa imagen moderada llevó a Moreno Bonilla a intentar modelar un nuevo significado del andalucismo para poder usarlo en sus fines electorales. El culmen fue la reivindicación en 2020 del 4 de diciembre, una fecha tradicionalmente celebrada por la izquierda andaluza en conmemoración a las manifestaciones de 1977. Durante la legislatura, el líder del Partido Popular ha llegado a afirmar que es “un activista andalucista” –en una entrevista en El País–, o, más recientemente que “España no saldrá adelante sin Andalucía”. Por no mencionar el discurso del agravio en la financiación que ya se repite cada semana por parte de su portavoz.
Más recientemente, en Canal Sur, Moreno Bonilla habló de aspirar a una mayoría “desde la zona templada de la sociedad”. En otra ocasión, el presidente de la Junta también afirmó vivir “en una comunidad con un sesgo más de centroizquierda y eso me impregna”. Un discurso que, obviamente, buscaba conseguir el visto bueno de votantes del PSOE.
Sin embargo, mientras la cabeza visible del proyecto ha dedicado la legislatura a trabajar esa imagen centrada, su número dos, Elías Bendodo, se encargaba de lanzar los mensajes amigables con Vox. En numerosas ocasiones, Elías Bendodo se ha referido al partido de extrema derecha como la “tercera pata del cambio”. En alguna intervención, incluso, llegó a concretar más durante uno de los periodos en los que Vox amagaba con retirar el apoyo, “aunque siempre anuncien rupturas, siempre estamos juntos”, dijo entonces el portavoz de la Junta.
La legislatura, hasta cuando dure, será recordada por las bajadas de impuestos y la nueva Ley de suelo, más allá de los tres acuerdos de Presupuestos e investidura. En todos estos acuerdos estuvo presente el voto afirmativo de Vox. De hecho, sólo peligró la Ley de suelo cuando la ultraderecha apoyó la enmienda a la totalidad de Unidas Podemos. Más tarde, esta ley consiguió ser aprobada con el apoyo de Vox y con la abstención del PSOE. El resto fue saliendo gracias a la formación de Abascal con pequeñas cesiones en lo real, pero con gran repercusión mediática en lo ideológico que permitían a Vox llevar el debate de la legislatura por donde les interesaba.
Al PSOE sólo le quedaba “mostrarse útil”, según el propio Juan Marín, vicepresidente del Gobierno andaluz. Y con la llegada de Juan Espadas lo intentó – ahí está la abstención en la ley de suelo –, una situación que devolvía a los socialistas a primera línea tras dos años perdidos en la oposición, pero que le ofrecía a Moreno Bonilla el escenario pretendido: poder demostrar que estaba en el centro del tablero. Algo que, como se ha visto en la negociación de los últimos presupuestos, ha sido imposible. Lo que queda en la legislatura es que los grandes acuerdos han sido o con Vox, o con nadie.
El pasado es el que es, la cuestión ahora es saber cómo será el futuro y si Moreno Bonilla tendrá que aumentar, aún más, sus vínculos a la formación de extrema derecha. Desde Vox ya han avisado con que no se conformarán con apoyar próximos gobiernos. Macarena Olona, esta misma semana, ha pregonado que Andalucía será el primer gobierno de Vox. No es la primera vez que lo dice. Olona – diputada por Granada en el Congreso – aún no está confirmada como candidata para las andaluzas, lo que sí es evidente es que está siendo la encargada de trazar la estrategia y el discurso de la formación para esas elecciones.
La “mayoría en la zona templada” salvaría a Moreno Bonilla de esta dependencia, pero en un escenario de tanta fragmentación, en el que también habrá plataformas provinciales, conseguir esa mayoría se hace francamente complicado. Absorber a todo el votante de Ciudadanos sería insuficiente para los populares y, además, les dejaría en una posición de obligado pacto y cumplimiento de las exigencias de Vox. Moreno Bonilla tiene el poder de elegir en qué momento le conviene la cita electoral. A partir de ahí, será dependiente de las sumas parlamentarias y, en caso de que la única opción sea Vox, esta última legislatura puede quedar en una broma.
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