Cuando se tiene una mayoría absoluta el riesgo que se corre en el corto plazo es mínimo. Este jueves se jugaba el partido de vuelta de la investidura de Juan Manuel Moreno. Ya sabíamos quién ganaba la eliminatoria, pero no conocíamos el resultado exacto. Finalmente, Moreno ha sido investido como presidente de la Junta de Andalucía por segunda vez con los 58 votos favorable de su partido y la abstención de los 13 diputados de Vox por la ausencia de una parlamentaria. "Afectuosa abstención", ha respondido Macarena Olona al llamamiento.
La línea de las intervenciones del líder del PP ha sido la misma que durante el día anterior. Total, la confianza de los andaluces es suficiente como para no tener que elegir a nadie. Los discursos han sido de mayoría absoluta, con el tono amable de siempre, pero dejando claro una especie de 'aquí estoy yo y aquí están mis votos'. No lo ha dicho en ningún momento, pero ese aura existía. También es cierto que es merecido. Los resultados de las urnas así lo muestran.
En cada uno de los turnos, Juanma Moreno ha dejado claro cómo es él y en qué lugar se enamoró de Andalucía. Uno pierde la cuenta de en cuántas ocasiones expresa que Andalucía está por encima de todo, incluso de las siglas de su partido. En una de estas le ha querido dejar claro a Teresa Rodríguez que el sentimiento andaluz no es su patrimonio, igual que el español no es patrimonio de la derecha o el cambio climático no puede ser defendido sólo por la izquierda. Cada uno de estos mensajes los ha ido intercalando para dejar claro que él es pragmático y que su ideología no tiene nombre más que el de Juanma Moreno.
Y así se lo recriminaba en una de estas a Macarena Olona, de Vox, cuando la líder de extrema derecha atacaba a los partidos políticos. Moreno reaccionó acusándola de desprestigiar a la política, uno de los motivos por el que la gente confía más en las personas. "Aquí me tiene de ejemplo", le faltó decir. No lo dijo, pero la referencia era evidente.
En cualquier caso, Moreno no tiene compromiso con nadie porque no necesita los votos de nadie. Su discurso es continuista, como si la anterior legislatura no hubiera acabado y como si las elecciones hubieran sido un mero trámite. Viendo los resultados, así ha sido, un trámite. El presidente de la Junta de Andalucía ya no suplica apoyos, simplemente los solicita o recomienda. También recrimina. En todas las direcciones. Así lo ha hecho con la propia Olona por el cambio de rumbo de su grupo en el último año de la anterior legislatura, y con Juan Espadas, del PSOE, por no abstenerse en los últimos presupuestos que acabaron forzando las elecciones. "Yo confié en usted", ha dicho Moreno como si estuviéramos en una película de sobremesa de las que ponen en Antena 3 en la que de repente se rompe el amor. "Sigo confiando", dijo minutos después.
Sin compromiso y con seguridad, el líder del PP ha marcado cada uno de los temas que se hablaba. Si no le interesaba responder, no respondía. Inma Nieto, de Por Andalucía, le pidió en su primera intervención que retirase el teléfono de violencia intrafamiliar ahora que no necesitaba a Vox y que sacara a Queipo de Llano de la Macarena. A Moreno, minutos después, se le 'olvidó' contestar a ambas cuestiones. Tal era la seguridad del líder popular que en una de estas en la que le tocaba subir a la tribuna bromeó con Jesús Aguirre por no presentarlo como candidato a la Presidencia de la Junta de Andalucía. En el siguiente turno ya había sido subsanado el error.
El hecho de que uno no necesite a nadie, no significa que a uno no le guste tener sus acercamientos. Con algunos más que con otros. El afortunado, en este caso la afortunada, ha sido Macarena Olona. Haciendo funambulismo, Moreno ha tendido la mano – haciendo el mismo gesto que Olona en el debate – para pactar medidas poco después de agradecer toda la labor realizada en la anterior legislatura, "y no me duelen prendas reconocer papel importante que ha jugado hasta el año 2021". Pero no se ha llegado a fundir con la extrema derecha.
Para ser justos, Moreno ha tendido la mano a todas las formaciones a pesar de las diferentes intensidades. No ha escapado mal Juan Espadas, al que parece que Moreno buscará de vez en cuando para mantener el equilibrio, "sigo confiando", retumbaba hasta el final de la intervención. Si hay acuerdo bien, si no, Moreno no lo necesita. Por si acaso, Espadas ha propuesto cinco grandes pactos: inflación, fondos europeos, pacto por la financiación y servicios públicos, medio ambiente y políticas sociales. Entre ambos, el debate ha transcurrido entre culpas y responsabilidades entre la Junta, el Gobierno de España y los Ayuntamientos. El Moreno más andalucista ha aprovechado los continuos reproches y las constantes acusaciones sobre quién es sucursal de quién para contar cómo se fraguó su apoyo al nuevo modelo de financiación que se votó en el Parlamento cuando gobernaba el PSOE, "nos íbamos a abstener, pero Andalucía está por encima". En aquella época gobernaba Rajoy y María Jesús Montero era consejera de Hacienda. Ahora, como ministra, Moreno la acusa de haberlo engañado.
El debate con Espadas ha sido el último. Antes, le había tocado escuchar a la Macarena Olona más obrera – pese a sus acciones en Iberdrola – y, por qué no, a la Olona que más ha aprendido de Georgia Meloni, la ultraderechista que se hizo viral en un acto de Vox. Tan bien ha aprendido Olona que hasta ha mencionado eso de la "universalidad de la cruz". La batalla cultural la va a seguir librando, avisa, pero Juanma Moreno no parece haberle echado demasiada cuenta. De hecho, el líder del PP ha terminado defendiendo los entes instrumentales, esa "administración paralela" que se iba a desmantelar. De repente es muy necesaria.
Antes, había tocado la cara más amable de esta alicantina, como ella misma ha dicho en su intervención. Se ha ofrecido en varias ocasiones para cambiar Andalucía mientras atacaba sin piedad las políticas del PSOE. Tan exagerado ha sido esto que en sus primeros 15 minutos costaba creer que fuera un debate de investidura de un candidato del Partido Popular. Moreno, con su pedagogía, incluso ha intentado convencerla sobre el cambio climático mencionando la inmigración, "si no pueden cultivar, no hay muro que podamos construir que pueda parar a 1.000 millones de personas hambrientas", le ha dicho sobre el cambio climático y la desertificación de la zona subtropical africana.
Con las izquierdas ha existido la cordialidad, eso no le falta a Moreno. No le importa que Teresa Rodríguez le recuerde cada una de las promesas incumplidas de 2019. Moreno no escucha y sigue. "Entre su modelo de sociedad y el mío hay una distancia considerable”", decía el presidente de la Junta a la vez que rechazaba la lucha de clases. Rodríguez lo obligaba a elegir entre los poderosos y los vulnerables, pero Moreno insistía en la clase media y las bajadas de impuestos. "La clave es a quién se les baja", respondía la líder de Adelante Andalucía. Para no romper los puentes, el líder del PP le reconocía que seguramente coincidirían en el 95% de los problemas de la comunidad, aunque no en las soluciones. Antes de acabar, hasta lanzaba un pequeño halago, "su grupo (Adelante Andalucía) y el mío (PP) son los únicos sin tutelas de Madrid". Esto ha enfadado a Espadas.
Moreno presumía de números y hablaba de que algún día "seremos Baviera". Inma Nieto sacaba otros porcentajes, "el 38% de los andaluces está en riesgo de exclusión". Con esto, Moreno se quitaba responsabilidad y pedía colaboración del resto de las administraciones. Lo volvía a repetir con Espadas, en referencia a los barrios más pobres de España y su tiempo como alcalde de Sevilla. Nieto reprochaba a Moreno no haberlo mencionado en el día anterior. Moreno se escudaba en que había hablado hora y media y que si hablaba más le iban a llamar "el Castro de Andalucía", en referencia a Fidel Castro. En cualquier caso, la líder de Por Andalucía agradecía la propuesta de diálogo y la idea de no gobernar con el "rodillo". Habrá que verlo.