Si al presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno, le hubieran dado a elegir el momento para que se anunciara el primer pacto de Gobierno entre Partido Popular y Vox, seguramente bajo ningún concepto hubiera pedido que fuera durante una sesión de control. Poco antes de las doce del mediodía, el presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, hacía público el acuerdo donde prácticamente admitía todas las demandas de la extrema derecha. Entre ellas, la presidencia de las Cortes y una vicepresidencia del Gobierno.
A partir de ahí, a muchos kilómetros de distancia, en el Parlamento de Andalucía, el PSOE comenzaba a frotarse las manos esperando el momento en el que la portavoz de la formación, Ángeles Férriz, le tocara su particular cara a cara en la sede parlamentaria con el presidente de la Junta de Andalucía. Y el momento llegó, "¿estaría usted dispuesto a meter a la extrema derecha en el Gobierno?"
La pregunta tampoco ofrecía muchas opciones para responder, pero en el Antiguo Hospital de las Cinco Llagas no se escuchó ni un sí, ni un no, "cada uno marca sus pactos, Castilla y León es Castilla y León y Andalucía es Andalucía", intentó Moreno separarse de la polémica. Por si esta frase no tuviera suficiente fuerza, Moreno acudió al comodín que siempre está cuando se le necesita, "nosotros no vamos a pactar ni con los herederos de ETA, ni con los independentistas que quieren romper España".
El presidente de la Junta se escuda en la autonomía de los territorios y la descentralización de su partido. A la salida del pleno dijo que él iba a respetar la decisión de Alfonso Fernández Mañueco y que, por ello mismo, esperaba que, cuando llegase la hora, respetaran su decisión. La autonomía de cada comunidad parece algo evidente: Feijóo pidió al PSOE que se abstuviera para no pactar con Vox y Mañueco, ante la velocidad del reloj, pactó con Vox.
Sin embargo, la autonomía no es independencia y era evidente que esta decisión iba a salpicar a Moreno Bonilla, siguiente miembro del Partido Popular en tener que elegir. La oposición ya ha empezado su campaña, aunque en realidad ha sido el PP el que se la ha hecho. En plena semana del 8M llegó el pacto con el primer partido que rechaza el 8M. En el pleno, poco después de los intercambios, diputados de Vox se salieron durante la lectura de un manifiesto sobre este día.
Un papelón del presidente de la Junta que se vio agravado por la insistencia de la oposición con las medidas y el gasto en igualdad. Era el día. En Castilla y León se acababa de firmar por escrito que el acuerdo contemplaba sustituir la ley de violencia de género por una de violencia intrafamiliar. Un hecho que no se había contemplado hasta el momento.
Moreno defiende que es una línea roja, su Consejo de Gobierno aprobó una declaración institucional por el 8M y durante la sesión de control defendió iniciativas para acabar con la brecha salarial o dar apoyo a las mujeres víctimas de la violencia machista. No explicó, eso sí, por qué subvenciona a asociaciones que acosan a mujeres que van a abortar. En cualquier caso, hasta quince minutos antes de comenzar la sesión constitutiva de las Cortes de Castilla y León, Mañueco también defendía que no iba a ceder. Y cedió.
Pero para papelón el de Ciudadanos. Los naranjas no sabían a quién dirigirse durante la jornada del jueves para pelear votos en las próximas elecciones. Miles de adjetivos al término feminismo para demostrar que la derecha también es feminista. E interpelaciones a Vox para demostrar que Ciudadanos es igual de derechas, pero feminista. La desesperación del que ve que el que viene a sustituirle ya ha llegado.
Moreno insiste en que aún no estamos en periodo electoral en Andalucía. En realidad, llevamos en periodo electoral desde que él mencionó la posibilidad de votar en primavera. Los acontecimientos lo han evitado, peor el fondo no ha cambiado. El presidente de la Junta tarde o temprano va a tener que elegir. Gobernar en solitario ya no es posible.