"Yo les anuncio que el Gobierno de España no va a adelantar las elecciones generales". Así se despedía el miércoles el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, del que hasta ese día fue el líder de la oposición, Pablo Casado. Un Gobierno con sentido de Estado y que antepone los intereses generales a cualquier otro tipo de interés fue la definición que Sánchez hizo de su Ejecutivo.
Pero, ¿realmente tiene el PSOE interés en que desaparezca el Partido Popular? La situación actual es evidente y ha quedado aún más clara con la prórroga que le han dado los barones a Pablo Casado hasta abril. Hasta entonces, Cuca Gamarra, hasta ahora portavoz, será la que pilote el grupo parlamentario, aunque todo hace indicar que de forma provisional. Lo que deja a los populares en una posición muy débil en los careos con Sánchez y a Sánchez en un lugar privilegiado en el que difícilmente pasará apuros dentro del hemiciclo.
Luego, cuando llegue Feijóo – como todo parece indicar –, la situación no cambiará demasiado. El presidente del Gobierno se enfrentará durante año y medio a un líder del PP en el Congreso de los Diputados que no será el candidato a las próximas elecciones. Y el candidato de los populares a las próximas elecciones estará un año y medio fuera del Congreso de los Diputados. Esto ya ocurre en Andalucía con Juan Espadas, aunque la forma de llegar al liderazgo y también el tipo de votante provoca que la repercusión sea diferente.
En cualquier caso, la legislatura entre en un momento clave con la llegada de los fondos europeos y el uso que haga el Gobierno de los mismos. Enfrente no va a estar el principal partido de la oposición, al menos en la Cámara legislativa. Porque lo cierto es que el PP llevaba meses haciendo oposición desde las comunidades autónomas que preside. Primero fue Isabel Díaz Ayuso en la parte más dura de la pandemia, luego, se sumó el resto.
Entre ellos Juan Manuel Moreno, presidente de la Junta de Andalucía, que llegó a ir a Bruselas para quejarse de la gestión de Pedro Sánchez en los fondos europeos. La Unión Europea dio la razón a Sánchez. Estaba cumpliendo los requisitos. Las quejas se han trasladado a la financiación económica, el trato desigual con vascos y catalanes o un fondo de compensación por el covid para justificar los despidos en la sanidad. El problema de todo ello es que se hace desde la perspectiva andaluza, igual que Ayuso lo hacía desde la perspectiva madrileña. El escaño que debiera canalizarlo todo en el Congreso de los Diputados o va a estar vacío, o va a estar falto de autoridad.
Una de las soluciones que puede explorar Alberto Núñez Feijóo cuando sea proclamado presidente del PP puede ser lo mismo que hizo el propio Espadas, ser designado senador autonómico. En el Senado podría enfrentarse de vez en cuando a Pedro Sánchez como portavoz del grupo popular, aunque con una atención mediática mucho menor. Podría, incluso, ser contraproducente.
El Partido Popular ha saltado por los aires en la última semana. Y no por factores internos, sino por una guerra interna que se ha alargado en el tiempo. Seguramente, más de la cuenta. El detonante fue la filtración del entorno de Ayuso de que la dirección nacional de su partido la había espiado para conseguir pruebas sobre un contrato que la presidenta de la Comunidad de Madrid otorgó a su hermano a dedo en plena pandemia.
Aquello obligó al partido a posicionarse y dividirse en dos. Poco a poco, la parte de Pablo Casado y Teodoro García Egea quedó desierta. Antes, el propio Casado había deslizado en una entrevista que el Gobierno de Ayuso había otorgado 286.000 mil euros a su hermano. Este hecho llevó a la Comunidad de Madrid a emitir un comunicado en el que cifraba una factura en algo más de 55.000, aunque reconocía otras tres que no hacía públicas. En ese instante se acabó la investigación por corrupción y empezó una auténtica carnicería mediática y política.
En el fondo, una lucha de poder por el Partido Popular madrileño. Teodoro García Egea, el mismo día de su dimisión como secretario general, hizo público que las presiones para adelantar el Congreso de Madrid en el que Ayuso quería optar al poder comenzaron cuando la dirección nacional empezó a preguntar por este asunto. Luego, ocurrió todo lo demás. Ayuso y Miguel Ángel Rodríguez – su gran asesor – encontraron el momento idóneo para construir un relato en el que el espionaje tuviera más peso que la presunta corrupción.
Una vez amarrada la salida de Casado, ha quedado claro que el que sigue siendo presidente de los populares tenía información veraz y fidedigna. Este mismo jueves, la Comunidad de Madrid reconocía que las cantidades expresadas por Pablo Casado eran reales, pese a las constantes negaciones de Ayuso o las declaraciones de desconocimiento. El argumento de la dirección nacional del PP para investigar este asunto fue que estaba en manos de otros partidos y que podía perjudicar a la formación. La oposición ya había preguntado por dichos contratos meses atrás, aunque sin relevancia mediática.
El silencio de Vox y sus aspiraciones
De una forma u otra, todos los partidos han opinado sobre la situación interna del Partido Popular. Incluso aquellos que pretendían ser prudentes y respetuosos acababan dando un 'palo' a la formación. Sin embargo, ha habido un partido que ha guardado un absoluto silencio. Y lo llamativo de este partido es que es el que más tajada podría haber sacado de la situación. Efectivamente, la formación es Vox.
El líder, Santiago Abascal, simplemente manifestaba que en su formación deseaba "que esa crisis se resuelva pronto y que haya partidos con programas claro que, con diálogo, puedan sumar entre ellos para formar una alternativa al Gobierno de Pedro Sánchez". En esta línea también se manifestaba Iván Espinosa de los Monteros, "deseamos que el PP se recupere cuanto antes y acoja a todos los votantes que no se sientan cómodos con Vox". El propio partido en sus redes expresaba que el único sorpasso que interesaba era al PSOE.
Fuentes del partido cuentan a lavozdelsur.es que su silencio se debe que dijeran lo que dijeran "íbamos a perder". En la formación son conscientes de que en solitario es improbable que puedan llegar a la mayoría absoluta y que, un ensañamiento con el socio más próximo y factible, sólo podría haber perjudicado a Vox a medio y largo plazo. En el partido aseguran que prefieren seguir creciendo "sostenidamente" antes que tener una explosión de votos "como Ciudadanos" que luego les pase factura y les lleve a la desaparición.
A nadie se le escapa que, a pesar de la prudencia, el protagonismo de Vox como antagonista de Sánchez va a ganar relevancia en el Congreso de los Diputados. Aunque es una circunstancia que no tiene por qué perjudicar al PSOE electoralmente, porque es un partido mucho más preparado para ocupar la centralidad, alimentar este enfrentamiento sí supondría un riesgo para un Pedro Sánchez que está y va a estar más cómodo con un dominio del clásico bipartidismo.
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