Alexander Luria, neurocientífico ruso, defendía que si una rodilla se sometía a rehabilitación, por qué no el cerebro. Desde que Salvador Parra descubrió a este médico, que fue uno de los fundadores de la neuropsicología, se empezó a interesar por este campo. Fue en una asignatura optativa de la carrera de Psicología donde se le despertó esta inquietud a este almeriense de 63 años que ejercía como enfermero en la UCI de un hospital de Sevilla. “Cuando atendía a pacientes en coma, me preguntaba qué pasaba por sus cerebros, hasta qué punto escuchaban, por eso también estudié Psicología”, comenta el neuropsicólogo que, en 2015 abrió el Centro Luria de estimulación y rehabilitación neurológica en Jerez.
El proyecto se fraguó entre tres compañeros allá por el 2006, pero con la crisis no siguieron adelante, hasta que hace casi una década Salvador lo retomó. Es uno de los dos centros de la provincia de Cádiz que ofrece una técnica llamada neurofeedback nacida en los años 60 por el trabajo del psicólogo Barry Sterman en la Universidad de California. Surgió de esos experimentos con gatos que realizó para aplicar en la NASA.
“Pensamos que muchos dolores no están relacionados con el cerebro, tuvimos el caso de una persona que no podía ni comer porque le dolía el estómago, era un trastorno alimenticio, se sometió a esta técnica y ahora es otra”, comenta Salvador desde las instalaciones del centro donde, para detectar los posibles males que atormentan al cerebro, realizan electroencefalogramas.
A través de este software, pueden ver cómo está funcionando el cerebro y qué necesita comparando los datos del paciente con una serie de parámetros, caso de una analítica. “Lo que hacemos es entrenarlo basándonos en el condicionamiento operante para que modifique las ondas que están fuera de rango. Con el neurofeedback generamos un aprendizaje nuevo, lo engañamos, al final adquiere esa habilidad y la automatiza. Es como llevar el cerebro al gimnasio”, explica el almeriense.
"Es como llevar al cerebro al gimnasio"
En las sesiones, que suelen durar unos 30 minutos, los pacientes portan una especie de casco con cables. Es un método no invasivo, indoloro y en el que no hay que hacer absolutamente nada. El cerebro por sí solo realizará su proceso de autocorrección. “Esto no da chispazos, solo registra información”, bromea Salvador mientras explica que, de esta forma, este órgano descubre ciertos beneficios y se encarga de desencadenar mecanismos para pedir más. “Es el mismo mecanismo que cuando alguien se droga. El cerebro se siente bien y quiere más. Los pacientes me dicen que parece que están flotando”.
El almeriense, que también es secretario de la Sociedad Española de Neuroterapia, asegura que esta técnica cada vez es más demandada, aunque reconoce que “todavía es bastante desconocida”. Por eso, desde la organización, en coordinación con la Asociación Internacional de Neurofeedback, promueven la formación de este método entre los profesionales.
El neurofeedback se puede aplicar a pacientes muy diferentes y, no necesariamente, se utiliza para aliviar patologías. Puede tratar desde una migraña hasta una depresión. Salvador menciona que investigadores de Corea lo están probando con personas con Alzhéimer. “Están viendo que mejora su calidad de vida y retrasa el avance de esta enfermedad que no tiene cura”, añade el neuropsicólogo, que expone que también trata la ansiedad y es una forma de abordar la depresión sin medicamentos o combinando ambas cosas.
"Vienen familias que no quieren medicar a sus hijos"
Otras personas recurren al neurofeedback para acabar con el insomnio y así dejar de depender de tomar pastillas para dormir. Además, está extendida entre los niños y niñas con trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDH). “Vienen familias que no quieren medicar a sus hijos y buscan otras opciones. Estos niños se mueven mucho y, a medida que entrenan sus cerebros, se modifica y van aprendiendo a poner freno cuando sienten la necesidad de moverse”, detalla Salvador que destaca que cuando estos pequeños se medican suelen perder el apetito mientras dura el efecto, aunque comenta que a veces no hay otra forma de controlarlo.
Actualmente, en Francia está integrado en el sistema de la Seguridad Social y en Estados Unidos es la primera opción antes de la medicación. “Aquí vienen americanos de la base de Rota que la usan con frecuencia”, dice.
En este sentido, el neurofeedback está muy asentado en el mundo del deporte, sobre todo, para mejorar el rendimiento y la concentración. Bimba, la jerezana campeona de Europa de rugby, visita el centro Luria cada vez que regresa a su tierra. “Se sorprendió que pudiera hacerlo en su ciudad, me decía que solo lo hacía cuando estaba por Estados Unidos”, comenta Salvador, que añade que los futbolistas del Milán también entrenan el nivel cognitivo. “A los adolescentes les pongo una foto de los futbolistas con el gorro puesto para que se tranquilicen”.
El objetivo final no es otro que mejorar la calidad de vida de las personas, un lema que se aplica en todo el centro. Además de esta técnica, ofrece servicios de fisioterapia, terapia ocupacional y logopedia.
“Es importante trabajar en equipo porque el daño cerebral se manifiesta en el organismo, con dificultades en el lenguaje o en la motricidad, no solo se limita al cerebro”, sostiene el fundador, que trabaja de la mano de distintos profesionales de una forma cercana, empática e involucrándose de lleno con la familia.
“Muchos se desahogan con nosotros”, comenta Iván Arroyo, en la actualidad gerente del centro, que conoció solo hace dos años a raíz de que su padre precisamente sufriera un ictus. Mientras María Jiménez, en Administración, recibe a un paciente, en una de las salas, Isaac, que también sufrió este accidente cerebrovascular, asiste a una sesión con Antonio López, neuropsicólogo clínico, que utiliza el juego Mastermind. “Sirve para trabajar la planificación y el razonamiento. Él tiene dificultades a la hora de planificar tareas, le cuesta generar recuerdos”, comenta.
En otra sala, una niña forma con letras de colores las palabras que Jose Antonio De la Torre le dice. El logopeda trabaja con esta pequeña mientras la neuropsicóloga Carmen Gil aplica el neurofeedback a otra persona.
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