El
22 de junio de 1895, Antoine Vergier Jeune, un francés que acudía a la ciudad en representación del acaudalado hacendado burgués de Lyon, Andrés Becouze, solicitaba permiso al Ayuntamiento de Jerez para
construir una fabrica de vidrio en el margen izquierdo del kilómetro 109,30 de la línea de ferrocarril Sevilla-Cádiz, en un lugar muy cercano a la antigua estación de trenes de la ciudad. Tan solo tres días más tarde, el consistorio jerezano concedió el permiso, conocedor de lo importante que sería el proyecto para la economía local.Según señala Fernando Aroca Vicenti,
en De la Ciudad de Dios a la ciudad de Baco. La arquitectura y urbanismo del vino de Jerez (siglos XVIII - XX), un tal Sebastián Canavesse solicitó ese día la alineación para la construcción de la fábrica que acabó en el mismo año el conocido arquitecto municipal Rafael Esteve. Como procedía según la regulación municipal, el centro se situaría en las afueras de la ciudad, en una zona que por aquel entonces no estaba urbanizada para evitar cualquier riesgo de incendio o explosión entre posibles vecinos. Menos de un año después, se le concedía la licencia de apertura, inaugurándose un 5 de mayo de 1896. El titular de aquel día del periódico
El Guadalete al que ha tenido acceso lavozdelsur.es resumía la apertura de la fábrica de vidrios La Jerezana como "La fiesta del trabajo".
Dr. Rafael García del Salto brindó celebrando el primer paso dado por la industria jerezana; dijo que Jerez debía de estar agradecido a la iniciativa de Mr. Bocuze que traía su capital y su inteligencia a esta ciudad para salvar quizás a nuestros obreros de la crisis que les amenaza. Exhortó luego a la juventud jerezana (…) Los obreros de la fábrica obsequiaron a las señoras de Bocuze con elegantes ramos de flores (…) Imposible enumerar las personas que asistieron a tan simpática fiesta: basta decir que todo Jerez en sus diversas clases, estaba dignamente representado, pudiendo calcularse en cerca de 300 personas las que se sentaron a la mesa. Los Sres. de Bocuze, auxiliados por el Sr. Picardo y sus hijos, hicieron cumplidamente los honores a los invitados, enseñándoles todos los departamentos de la instalación industrial con amabilidad suma. Después de terminado el acto, el dueño de la fábrica obsequió a los obreros con un lunch tan espléndido como el servido a los invitados.
La fiesta del trabajo, El Guadalete, 5 de mayo de 1896.
El empresario francés eligió Jerez por sus exportaciones vinícolas y la propia demanda de botellas de vidrio del Marco de Jerez. Sin embargo, la fábrica acabó exportando botellas a todas partes y además no llegó a ser la única de la ciudad. Poco después convivió durante años con la fábrica de botellas del barrio de La Constancia, de homónimo nombre, situada en las inmediaciones de la Plaza de Toros y de las vías del tren, en lo que casi hoy es la rotonda del Catavino.
“Hacíamos las mejores botellas de champán para Cataluña”
Antonio Alba es testigo de algunos de los mejores años de la fábrica de botellas, que a partir de los años 80 vio disminuir su producción hasta su cierre definitivo hace unos años. "Entré con 18 años, trabajando de peón, en aquel entonces la fábrica estaba en expansión... había dos hornos e hicieron un tercero", relata el
histórico sindicalista de CCOO a lavozdelsur.es por teléfono. El militante comunista, uno de los fundadores de las Comisiones Obreras en la provincia y del PCE en la clandestinidad, llegó a ser
presidente y parte del comité de empresa de la factoría en la que trabajó durante 42 años.
Ahora se dedica a ayudar a los más necesitados.
Antonio Alba enseña a lavozdelsur.es la última botella de la Fábrica de Botellas de Jerez, en funcionamiento durante más de un siglo. FOTO: MANU GARCÍA.Antonio se llevó un año de eventual, se fue a la mili, y luego pasó a ser fijo, iniciándose poco después en la actividad sindical y política. De aquellos primeros años recuerda el elevado número de trabajadores, "700 y pico", y los cambios que se avecinaban. "Al principio quitaron esos tres hornos viejos y recompusieron la fábrica con tres hornos nuevos, con más envergadura y capacidad".
La fábrica de botellas funcionaba las 24 horas del día y los 365 días del año, con tres turnos, de 06:00 a 14:00h, de 14:00 a 22:00h y de 22.00 a 06.00h."Domingos, festivos, todos los días... ya podía venir una hecatombe, que no se paraba nunca", recuerda Antonio que cuando entró todavía había carretillas manuales. "Luego entraron las fenwick", añade. En aquellos años la producción de botellas se hacía con las tradicionales máquinas Lynch, que hacían unas 2.000 botellas en ocho horas. "Hacían una vuelta, otra y otra... ahora lo que hace una máquina lo hacía esa máquina en un mes", ríe.“Hacíamos las mejores botellas de champán (cava) para Cataluña”, apunta el trabajador de la extinta fábrica, que también producía botellas para los vinos tintos de Castilla La Mancha y todo el Marco de Jerez, desde vinos a brandy. "Hemos llegado hasta a hacer tarros de mayonesa", dice. Sin embargo y al igual que sucedió con otras industrias de la provincia, los años 80 se llevaron parte de la producción. La fábrica de vidrio de la misma multinacional en Alcalá de Guadaira provocó que Jerez quedara al margen. El auge del plástico, la decadencia del formato del vidrio, la deslocalización a Portugal y la propia decadencia del sector vitivinícola jerezano harían el resto. "Algunas bodegas de Jerez llegaron a comprar vidrio en Avilés, en Asturias, dado que era más barato que el de aquí", dice sobre la ley del mercado.La competencia fue otra de las patas que llevó a Saint-Gobain a echar el cierre definitivo hace ya diez años.
El 26 de noviembre de 2009 el último horno de la factoría se apagó para siempre. "Estuvimos 83 días peleando para que no cerrara", señala el sindicalista. La reconversión industrial cerró ya no un capítulo, sino un libro en su particular historia en Jerez. El discutido futuro del solar es todavía motivo de especulación.