Desde 1764, la lotería en Carmona ha sido mucho más que un simple negocio. Valentín Pinaglia, decimotercera generación al frente de la administración de loterías nº 1 de Carmona, es conocido por toda la ciudad. Hablar con él es siempre un placer. Ha sido tertuliano en Televisión Carmona, pregonero de la Semana Santa de la ciudad en 2024 y tantas otras cosas. Amante de la Historia, de su ciudad, sus tradiciones o del deporte local, se enorgullece al hablar de este emblemático lugar, su casa, que ha sido testigo de más de dos siglos de cambios sociales y políticos. Valentín, con orgullo y emoción, nos comparte su lucha por mantener viva una tradición familiar que ha sobrevivido a guerras, crisis económicas y giros copernicanos desde la atalaya de Carmona.
El comienzo de esta historia se remonta a 1764, cuando Pedro de Benavente y Aranda, el primer postero -como se conocía entonces a los administradores de loterías- comenzó a vender billetes en la esquina de la calle Vendederas. En aquella época, la lotería era vista como un entretenimiento reservado a la nobleza y a los funcionarios de la Corona, pero poco a poco fue adquiriendo popularidad entre las clases más humildes. Fue Carlos III quien, al buscar métodos alternativos para recaudar dinero sin aumentar los impuestos, popularizó el sistema de loterías en España. Lo que comenzó en Sevilla pronto se extendió a Carmona, y allí la familia Pinaglia se aferró a esta tradición con un empeño y dedicación que han perdurado hasta hoy.
El legado familiar
Valentín es la decimotercera generación de su familia al frente de esta administración de loterías. Y puede que la última. Su bisabuelo, Francisco Gavira, adquirió la administración a finales del siglo XIX, y desde entonces la familia ha ido traspasando el negocio de generación en generación. “Este negocio ha estado en mi familia durante más de un siglo. Cada miembro ha dejado su huella, y yo he tenido la suerte de ser parte de esa historia”, comenta Valentín, con una mezcla de orgullo y responsabilidad.
Lo que comenzó como un pequeño local en una calle concurrida, se ha convertido en un símbolo de resistencia en Carmona. Durante los años, la administración no solo ha sobrevivido, sino que ha prosperado a pesar de los cambios y desafíos. Desde los tiempos de la ocupación napoleónica hasta la Guerra Civil española, la administración ha permanecido abierta, afrontando los envites de la historia. “He encontrado documentos que mencionan a mi familia como parte de los primeros 'posteros' de Carmona”, dice Valentín. Estos descubrimientos han sido fundamentales para mantener viva la memoria de la familia y la conexión con el pasado.
En épocas de crisis, la administración de loterías de la familia Pinaglia ha sido más que un lugar donde comprar billetes. Ha sido un refugio emocional para los carmonenses, un lugar donde la esperanza parecía posible. “En la posguerra, la gente venía en busca de un sueño, de una posibilidad de cambio”, relata Valentín. Esa idea de la lotería como un ancla emocional ha sido fundamental en la historia de la administración. Pero es que, durante la Guerra Civil, este simbolismo se hizo aún más fuerte. El abuelo de Valentín le contó cómo, a pesar de los bombardeos y la incertidumbre, los ciudadanos seguían acercándose a comprar sus billetes. “Era como si comprarlos les diera una sensación de normalidad en medio del caos”, recuerda Valentín.
La lotería como reflejo de la transformación económica
El paso del tiempo ha marcado a la administración, como reflejo de la evolución económica y social de España. En los años 60, con el auge de la industrialización, la compra de lotería comenzó a reflejar los cambios en el poder adquisitivo de las familias. “Recuerdo que las familias más humildes venían a comprar un billete de vez en cuando, mientras que los trabajadores de las nuevas fábricas empezaban a verlo como una pequeña inversión”, dice Valentín. Una época en la que la lotería se convirtió en una forma de medir el éxito de esa nueva clase media de un país que comenzaba a modernizarse.
Sin embargo, la relación con los clientes también ha cambiado con el paso de los tiempos. “Antes, las familias venían en grupo, se conocían, conversaban entre ellas. Hoy en día, con la venta online, a muchos de mis clientes no los conozco hasta que ganan un premio”, comenta. Un cambio de guion que ha transformado la dinámica de un negocio que, durante décadas, fue un punto de encuentro para los carmonenses.
Por otro lado, los turistas que llegan a Carmona a menudo se sorprenden al descubrir la administración de loterías más antigua de España y muchos de ellos hacen de la compra de un billete parte de su experiencia local. “Es curioso ver cómo los turistas se involucran en nuestras tradiciones. Vienen buscando historia, pero se llevan también un pedacito de nuestra cultura lotera”, explica.
A propios y forasteros, a lo largo de su vida, Valentín ha repartido muchos premios, aunque todavía tiene pendiente uno. “He repartido premios importantes, pero el Gordo de Navidad es algo especial. Cada año lo espero con ilusión”, confiesa. Entre los premios más recordados, destaca en 1988, aquel mágico 40213, con un premio al décimo de 4.000.000 millones de pesetas. Premio que cambió “y bastante”, la forma de vivir de mucha gente. "El dinero es importante, pero lo que más me llena es ver la alegría de la gente cuando ganan. No es solo un premio individual, es la alegría de todos que logra aliviar los agujeros de la economía doméstica”, añade con una sonrisa.
Este vínculo emocional que la comunidad tiene con la lotería es algo que Valentín valora profundamente. “La lotería trae esperanza. Cuando alguien gana, no es solo el dinero lo que importa, es la felicidad que se contagia a todo el pueblo”, explica. Esta dimensión social de la lotería ha sido una constante en la historia de la administración y Valentín no deja de preservarla, incluso en tiempos de modernización y cambios tecnológicos.
El ‘CIS’ de Carmona
Además de ser un negocio familiar, la administración de loterías nº 1 de Carmona se convirtió, con la llegada de la democracia, en un barómetro social y político de la ciudad. "Siempre ha habido conversaciones importantes aquí", comenta Valentín. Durante la dictadura de Franco, la administración funcionaba como un lugar donde la gente se reunía para intercambiar opiniones sobre el futuro del país. “Escuchaba a los adultos hablando de sus esperanzas para el futuro mientras compraban su décimo”, recuerda Valentín. Para él, la administración siempre ha sido un espacio donde se ha palpado el sentir de la gente.
En los últimos años, la administración ha reflejado también los cambios profundos de la ciudad de Carmona, una localidad que ha crecido mucho en los últimos años -un 8% hasta alcanzar los casi 31000 habitantes- y se ha modernizado, pero que no ha perdido su esencia. “El turismo ha cambiado la ciudad, pero sigue habiendo esa sensación de comunidad, de que todos nos conocemos”, dice Valentín. Carmona, con sus calles llenas de historia, ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos, pero Valentín advierte que es crucial mantener el equilibrio entre tradición y modernidad, pues aunque “el turismo es importante, no podemos olvidar las necesidades de los que vivimos aquí”, subraya.
Uno de los temas que más le preocupa es la sanidad. No sólo a él, sino a los cientos de vecinos que pasan por esa pequeña “alcaldía de la calle San Pedro”. La situación, indica, “es muy preocupante. Faltan médicos y las listas de espera son interminables”, quien ha tenido conversaciones con el alcalde Juan Ávila sobre este asunto: “Juan ha hecho mucho por la ciudad, pero hay temas, como la sanidad y el empleo, que necesitan una atención más urgente”, afirma. Aunque reconoce los logros del máximo mandatario en infraestructuras, zonas verdes, vivienda o el citado turismo, insiste en que se debe trabajar más en áreas que impacten directamente en la calidad de vida de los ciudadanos, incluyéndoselo al transporte.
Un legado que perdura en el tiempo
A sus 64 años, y a solo un año de su jubilación, Valentín ya piensa en el futuro de la administración. Aunque su familia no continuará con el negocio, él no tiene dudas sobre su continuidad. Tiene varias ofertas para que la número uno siga en marcha y, aunque le han ofrecido trasladarla a otras ciudades, su decisión es firme: “este negocio pertenece a Carmona y aquí se quedará”, afirma categóricamente. Además, los que lo conocen saben que seguirá yendo de vez en cuando. “Después de tantos años, no puedo simplemente desaparecer", confiesa. Está decidido a seguir colaborando con quien tome las riendas del negocio, actuando como mentor y asegurándose de que la administración conserve la esencia que ha hecho de ella un símbolo para Carmona durante más de dos siglos.
A medida que Carmona sigue creciendo y transformándose, con sus días buenos y sus achaques, Valentín confía en que, la que siempre ha sido y será su administración, continúe como un lugar de tertulia para los carmonenses, alcaldes o gentes venidas de tantos y tantos lugares diversos. “La lotería de Carmona no tendría el mismo significado en otro lugar. Aquí está su historia y aquí debe quedarse", concluye con determinación.