Cada otoño igual en la costa de Cádiz. Llega mediados de septiembre y los veraneantes se van. Los pisos vacíos se extienden por todos los municipios costeros. Mientras, las redes sociales se inundan de gente buscando alquiler para vivir. La respuesta siempre es la misma: “Solo alquiler escolar de septiembre a junio”. Los vecinos de localidades del litoral gaditano como Sanlúcar denuncian la imposibilidad de encontrar una vivienda en la ciudad, que desde hace años se reservan para anunciarlos por plataformas como Airbnb en verano a precios elevadísimos. Los pisos turísticos se han apropiado de la ciudad y dejan a los sanluqueños sin hogares en los que vivir con una renta media. La cuestión no es ajena a otros puntos de la provincia: Chiclana, Zahara de los Atunes, Conil, Cádiz...
El problema de los alquileres está a la orden del día. Sin embargo, se centra sobre todo en las grandes ciudades como Madrid o Barcelona, donde la renta mensual sube cada vez más sin ningún tipo de regulación. No obstante, las zonas costeras pasan por el mismo problema. Al terminar la temporada alta, la ciudad se llena de pisos fantasmas reservados para los turistas que vengan el próximo verano.
El Consejo de ministros ha dado luz verde este martes en primera lectura al proyecto de ley estatal por el derecho a la vivienda. La nueva norma incluirá un impuesto para las viviendas vacías a través del recargo del IBI hasta el 150% con algunas excepciones. En este caso, serán los ayuntamientos quienes lo apliquen. Desde la Junta de Andalucía, el gobierno de Juan Manuel Moreno advierte que no regulararán los alquileres. Sobre la proposición del Ejecutivo estatal declararon que está cargada de “intervencionismo” y creen a pies juntillas que provocará el “efecto contrario” al que busca en su origen.
El caso de Marisa Listán es uno más de cientos en Sanlúcar. La sanluqueña cuenta a lavozdelsur.es su historia. Como una madre de familia con dos hijos se vio en la calle sin encontrar un sitio en el que vivir. Listán Llevaba 20 años de alquiler, ocho en el piso que consideraba su hogar. El dueño le dijo que no lo iba a vender nunca, pero no fue así. Con el tiempo a contrarreloj empezó a buscar un nuevo hogar: “Empecé a buscar y a hablar con las inmobiliarias y todas me dijeron que para todo el año era muy difícil. Hice todo lo que pude, lloré por Facebook, y miraba cada día en las páginas de Fotocasa”.
Marisa Listán: "Quería que pagase 2.500 euros al mes en la temporada de verano"
“Yo podía pagar hasta 600 euros y tenía una nómina fija, por lo que creía que iba a ser fácil. No fue así. Todos los anuncios que me llegaban eran para verano, temporadas cortas o para profesores. En junio lo teníamos que abandonar o pagarle el precio que ellos querían, que era a lo mejor 2.500 euros”, cuenta. Al principio era muy exigente, ya que buscaba un lugar para un largo tiempo, pero empezó a bajar el listón ante la imposibilidad de encontrar algo decente: “No había ni de dos dormitorios ni en la periferia. Ya me daba igual que incluso tuviera que arreglar algo. No encontraba nada. Todo era de septiembre a junio”.
Mientras buscaba desesperada, porque el día uno de noviembre se veía en la calle, la gente iba a ver su piso para comprarlo. “En plena pandemia, aguantaba un día sí y otro no que la gente viniese a ver mi casa. Mi hija tenía que parar de estudiar y salirse porque venían extraños.”, cuenta. Aunque pagaba 400 euros, tenía estabilidad económica para pagar hasta 600 euros. También intentó comprarle la propia casa al casero, pero el precio era muy elevado. “Llamaba a los particulares y le explicaba nuestra situación y les daba igual. Preferían sacarle más dinero en verano. Me veía en la calle sin saber donde vivir”, expresa Listán.
“Tenía coraje y miedo, porque nadie me ayudaba”, cuenta. “Durante ese proceso de buscar piso había noches que no podía ni dormir. Yo no les contaba a mis hijos que es lo que pasaba porque no quería que sufriesen”, sigue narrando. “Yo no soy partidaria de los okupas, pero hasta llegue a planteármelo. Me negaba a partir a mi familia y era imposible encontrar un hogar en la ciudad”, expresa. Al final, acabó por comprar un piso, pero piensa en todas esas personas que no tienen la estabilidad que ella tiene para que le concedan una hipoteca.
Alquileres solo de junio a septiembre
Su teoría se comprueba en cualquier portal de alquileres online. En una pequeña búsqueda en Idealista, poniendo un límite de 500 euros al mes, la página te ofrece 15 viviendas: De esas 15 solo una pone que es para todo el año, las demás expresan en el anuncio que es para temporada escolar o para periodos cortos. Solo un piso anual para una ciudad cuya población censada supera los 68.000 habitantes.
Alicia Rodríguez es una madre joven con dos hijas, un bebé de un año y una niña de cinco. Ante la precariedad juvenil y la imposibilidad de los jóvenes a formar una familia, su pareja y ella se atrevieron a dar el paso. “Llevábamos 6 años de alquiler y nunca había estado tan imposible encontrar un piso como ahora”, cuenta Rodríguez.
Fueron pasando de piso en piso: “En el primero que estuvimos había una deuda con la compañía de la luz del anterior inquilino. Nos cortaron la electricidad y el casero decía que teníamos que pagarla nosotros. Después fuimos a un dúplex en una urbanización e igualmente tuvimos que mudarnos porque la casa estaba mal construida y las tuberías estaban atascadas”. Al final, ante la imposibilidad de no encontrar un hogar estable en Sanlúcar acabaron mudándose a Costa Ballena, en Rota.
“Pagábamos lo mismo que aquí, pero vivíamos en otras condiciones totalmente diferentes. Eran mucho mejores, pero tenía que traer todos los días a mi hija al colegio. Cuando me quede embarazada nos volvimos de Costa ballena porque no podía estar cogiendo carretera todos los días”, cuenta Alicia. Volvieron hacia Sanlúcar y empezó otra vez la pesadilla: “No hay manera de encontrar en alquiler y además los precios no ayudan. Nosotros tenemos que vivir juntos porque tenemos hijos, pero cualquier persona joven es normal que no quiera independizarse y al final viva en casa de sus padres y ahorre”.
“Todo son alquileres escolares. La primera vez que nos fuimos de alquiler pagábamos 400 euros en el centro, era un piso con patio. Luego, en el dúplex, pagábamos lo mismo en una urbanización privada. Tenía aparcamiento. Ahora está cerca de 600 euros”, comenta. En dos años, el alquiler ha subido un 50%. Para una familia joven, es imposible permitirse esas condiciones. La subida del precio de las rentas hace cada vez los jóvenes se independicen más tarde. La imposibilidad de encontrar un sitio que no consuma más de la mitad del salió al mes corta la libertad de juventud, que se ve encadenada a vivir en casa de sus padres.