Bronce olímpico en Tokio 2020 y doble bronce mundial en pista cubierta, la gallega Ana Peleteiro, de 29 años, ha denunciado que sufrió violaciones y maltrato psicológico por parte de una expareja.
"Me despertaba por las noches teniendo relaciones sexuales sin consentimiento. Y aun así me quedé. Cambió absolutamente todo de mí, desde la vestimenta, al pelo, a la forma de actuar con mi familia, distanciarme de muchísima gente. Y aun así me quedé. Me decía que si no manteníamos relaciones sexuales siempre que él quería, deterioraría la relación y que, al fin y al cabo, quien no comía en casa comía fuera. Y que si luego me era infiel, que tampoco me sorprendiese. Y aun así me quedé", ha confesado en sus redes sociales la atleta.
@apeleteirob Y aunque parecia imposible consegui salir y ser la mejor fuerte, valiente y feliz que soy hoy en dia ❤️🩹
♬ sonido original - Ana Peleteiro
"Ojalá esto sirva para que otras niñas no se queden, al menos tantas veces", ha anunciado la deportista tras detallar un relato desgarrador. "Se ponía un cristal templado, que no permitía ver el teléfono, a no ser que estuvieses de frente, porque decía que no paraba de mirarle el teléfono cada vez que escribía. Y aun así, me quedé. Cada vez que sospechaba que estaba hablando con otra persona más, con otra chica más, pues intentaba o estaba a punto de descubrir una infidelidad, me decía que estaba completamente loca, que eran todo invenciones de mi cabeza. Y que iba a acabar rompiendo nuestra relación por tanta desconfianza. Y aun así, me quedé", narra la gallega, sin dar el nombre de su agresor sexual.
La campeona europea asegura que "cuando llegó la pandemia me dejó sola durante cuatro meses, teniendo la oportunidad de pasarla juntos. Y aun así me quedé. Descubrí que tenía una doble vida y por ende otra relación que no era la mía, a escondidas. Y aun así me quedé. Le perdoné. Cuando fuimos a vivir juntos me dijo que la cocina era solo mía. Que él no se iba a ocupar absolutamente de nada que tuviese que ver con la cocina y los quehaceres de casa. Y aun así me quedé. Si iba los fines de semana a su casa, de repente desaparecía y yo no sabía absolutamente nada él durante todo el fin de semana. Me decía a lo mejor un día esporádicamente, ‘buenos días’, y se excusaba diciendo que necesitaba su espacio y que tenía que confiar en él y dejarle hacer esas cosas porque eso era normal en una relación. Y aun así me quedé. Volvía de esos viajes como con chupones en el cuerpo y me decía que eran picaduras de bichos que tal vez había en su colchón. Y aun así me quedé".
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