A los 17 años, Andrea contó con su abuelo materno abusaba sexualmente de ella desde los 13. La culpa y la vergüenza, unidas al chantaje emocional, frenaron que pidiera socorro antes. Finalmente, acabó liberándose. "Cuando lo conté me sentí liberada", ha asegurado en declaraciones a Canal Sur.
"La veíamos muy rara, no tenía ganas de nada", aseguran sus padres sobre una época en la que fueron poco a poco intuyendo que algo grave le pasaba a su hija.
Han pasado cinco años de la sentencia judicial. Andrea tiene ahora 22 años, ha estudiado Educación Infantil y todo apuntaba que la pesadilla ya iba siendo pasto del olvido.
Sin embargo, esta semana ha tenido que volver a los juzgados. Su abuelo fue condenado a once años de cárcel por abusos sexuales continuados sobre su nieta, pero en cambio solo cumplió tres años por riesgo de muerte inminente, y ahora se pasea por el mismo barrio donde vive Andrea quebrantando la orden de alejamiento y la paz que había conseguido la joven tras años de violencia psíquica y física.
El Juzgado de Instrucción número 1 de Andújar tomó declaración esta semana al violador condenado por el quebrantamiento de la orden de alejamiento. No ha cumplido ni tres cuartas partes de la condena. La familia pide protección y explicaciones. "Ya es hora de que vivamos nuestra vida, estos años han sido como si fueran el doble; es como ver al demonio", lamenta Andrea.