Apenas han salido los primeros rayos de sol y en la antigua Cofradía de Pescadores de Sanlúcar, Regina Arocha, directora de la cocina solidaria de la Señora del Carmen de Cáritas de Bonanza, ya está con las manos en la masa. Desde 2018, este lugar se ha convertido en el salvavidas de miles de personas en riesgo de exclusión social, que han encontrado un lugar para integrarse, aprender y ganarse la comida que cada día ellos mismos preparan.
Cada cinco meses, las personas más necesitadas de las siete Cáritas de Sanlúcar son candidatas para participar en este proyecto. “Se hacen entrevistas en profundidad e intentamos sacarles por lo que están pasando. Hacemos de psicólogas todos los días porque a muchas personas que vienen aquí les cuesta relacionarse”, cuentan Arocha y María José Rodríguez, jefa de Cocina.
El programa consiste en mucho más que brindar una alimentación básica. “Forman parte del proceso de elaboración. Limpian, ordenan y cocinan. De aquí salen formados, hacen un curso de 500 horas que incluye manipulación de alimentos, prevención de riesgos laborales, nutrición, cooperativa, etc. Al terminar se les entrega un título de Cáritas”, narra Sandra Ramírez, técnico de Cáritas.
La Cocina Solidaria de Bonanza es un proyecto de dignificación para aquellos que tienen necesidad, un sitio donde se sienten valorados. Se les da una formación transversal para que tengan todas las herramientas posibles para el desarrollo de su día a día. “En Sanlúcar un comedor no tiene salida. Aquí se llevan la comida y nadie sabe si esto es dado o regalado. Esto es un trabajo que ha hecho su madre para llevarse la comida a su casa”, explica Arocha.
Esta iniciativa nació en 2014 de la necesidad que existía en Sanlúcar, aunque no se pudo abrir hasta cuatro años más tarde por problemas burocráticos. “En esa época había una crisis muy grande y subió el número de personas que acudían a Cáritas. Con ayuda de Salvador, el antiguo presidente de la Cofradía de Pescadores, que insistió en que la cocina debía estar aquí, logramos abrir esto”, narra la directora desde una de las oficinas con mejores vistas de la ciudad. Tras sus grandes ventanales se divisa el muelle pesquero y el Parque Nacional de Doñana. Un enclave privilegiado para gente a la que la vida no le sonríe desde hace mucho tiempo.
Sandra Ramírez: "salen de aquí lo hacen totalmente renovados"
“Aquí acude gente con todo tipo de problemas, desde mujeres que han sufrido violencia de género hasta ocupas. La mayoría viene con la autoestima por el suelo y cuando salen de aquí lo hacen totalmente renovados. Son personas que no salen de su núcleo y aquí socializan con otros integrantes y con el voluntariado. La mayoría de las personas que vienen a ayudar son mujeres que tienen una media de edad de 55 a 65 años con mucha experiencia en la vida y el cariño que brindan es impagable”, cuenta Ramírez.
Es un proyecto multicultural, por eso la diversidad siempre está en sus platos, que respetan todo tipo de costumbres. “En este momento hay dos personas musulmanas, así que en sus menús no ponemos cerdos y lo reemplazamos por otra cosa” dice Arocha, señalando una larga fila de bolsas de comida etiquetadas con nombres y el número de personas que conforman la familia.
Sanlúcar, volcada con los más necesitados
Uno de los momentos más complicados y satisfactorios por el que pasó el equipo fue en la época del confinamiento por la pandemia de covid-19. Había mucha hambre y la gente no tenía nada que llevarse a la boca. Junto al Ayuntamiento y Asuntos Sociales encendieron los fogones para todo aquel que lo necesitaba. “Dábamos de comer a unas 300 familias cada día y éramos unas 30 personas trabajando. Nadie se quedó sin un plato de comida”, recuerda Arocha. Hacían lo que podían para mejorar la extraña situación por la que estaban pasando: “En Semana Santa hicimos torrijas y arroz con leche. En Feria, un menú con tortilla, jamón y croquetas para que se llevaran un poco de alegría a casa”.
Regina Arocha: "Nadie se quedó sin un plato de comida"
La directora muestra una mirada de orgullo en el rostro al pensar en esa época y hablar de la solidaridad de los sanluqueños: “Se volcó toda Sanlúcar: echaban una mano, traían productos, hacían la compra para las personas mayores que no podían salir. Fue una época dura y maravillosa. Todos los que trabajamos en aquel momento recordamos lo bien que salió todo”. “Sanlúcar es muy solidaria. Tenemos una red de voluntarios maravillosa. Yo siempre le digo a la gente que nos quiere empezar a ayudar que venga antes y vean esto. Que vean adónde va todo lo que se trae aquí”, exclama.
Los alimentos que llegan a la casa de comidas vienen de sitios muy diferentes: “Mercadona, pescadores, cooperativas, particulares. Viene mucha gente de Sanlúcar a donar lo que sea, aunque no le sobre. Cuando aquí se pide ayuda, el que menos tiene es el que más aporta”. En la entrada se puede ver una camiseta de Nolito, el futbolista sanluqueño que ahora juega en el Celta de Vigo: “Nos la mandó junto a unos zapatos para que la rifásemos. Ya nos ha dicho que este verano se va a llegar por aquí”.
Un libro de recetas para recaudar fondos
Para seguir recogiendo fondos, han elaborado un libro de recetas en el que cada uno de los participantes del proyecto ha escrito una propia. Lo hacen con ingredientes básicos y baratos, para que todo el mundo pueda hacerlo en casa. Como sus integrantes, son recetas variadas y sabrosas, elaboradas con mucho cariño. En sus páginas, las personas que han pasado por la cocina escriben cómo se han sentido en el proyecto y qué han sacado de toda esta experiencia.
Con el encarecimiento de los productos la situación se está complicando, por eso cada vez se amontonan más y más recipientes con comida. No hay tiempo para detenerse en la cocina solidaria, que no piensa rendirse ante la adversidad. Cuando los malos tiempos acechen, ellas seguirán siendo el salvavidas de las personas que más lo necesitan, el refugio donde sentirse en casa. Regina se despide orgullosa de lo que ha creado y presagiando los tiempos aún más difíciles que están por venir. “Resistiremos”, finaliza.