Cuando llueve no puede salir. Las ruedas de la silla que empuja con sus manos para poder desplazarse se empaparían y tampoco podría sujetar el paraguas para no mojarse. Cuando el cielo está despejado, sale, pero las limitaciones no desaparecen. Luis Andrés Rivera recorre las calles de Jerez salteando obstáculos sin quitar ojo a su alrededor. Él es uno de los 386 millones de personas en el mundo en edad de trabajar- según la Organización Internacional del Trabajo (OIT)- que lidian con una discapacidad física.
Cuando tenía 19 años, el colombiano sufrió un accidente de moto que le lesionó para siempre, dejándole sin movilidad en las extremidades inferiores. “Era un chavalito, fue muy duro”, comenta. Hace tres años aterrizó en Arcos, donde se enfrentó a las adversidades del pueblo. “No es muy amigable para una persona con discapacidad. Las cuestas me tenían reventada la columna”, dice. Por ello, se mudó a Jerez donde, al menos, las calles no son tan empinadas y un plan de movilidad urbana trata de definir estrategias factibles.
El zapatero de profesión es un ejemplo de superación. El choque “físico y emocional” al que se tuvo que enfrentar “nada más que lo sabe el que lo vive”. Justo una semana después del infortunio, conoció a su esposa que le ayudó a sanar su mente durante los años de tormento.
“Nada más que lo sabe el que lo vive”
Un día cualquiera da un paseo junto a Nacho Alonso, de 37 años, por las inmediaciones de la sede de la Asociación de personas con discapacidad física (ADIFI), a la que pertenecen. Un simple recorrido desvela un secreto a voces: urgen medidas para facilitar la autonomía de las personas con movilidad reducida. En cada esquina se topa con una traba para participar en la sociedad y atravesar Jerez se convierte en una odisea.
“Cuando voy con alguien todo es más fácil”, dice Nacho, informático jerezano que padece distrofia muscular desde los 14 años. Su último paso lo dio con 22. Desde entonces, no tuvo más remedio que sentarse. “Como no puedo mover mucho los brazos, voy en silla eléctrica y no en silla manual, no tengo la fuerza para moverla”, comenta. Según cuenta a lavozdelsur.es, al principio fue complicado asimilar su situación y dejó de ir a ciertos lugares, pero con el tiempo, ha logrado la seguridad en sí mismo para merodear por la ciudad, eso sí, sin explorar más allá del centro.
Nacho y Luis esquivan todo tipo de barreras arquitectónicas que les impiden moverse con total libertad por el municipio. En pleno siglo XXI, la igualdad de oportunidades sigue siendo una tarea pendiente. ¿Es Jerez una ciudad accesible? Aún queda mucho por hacer. La falta de mantenimiento supone un riesgo y dificulta aún más los desplazamientos.
Cuando Nacho y Luis llegan a la calle Campana se encuentran con unos pivotes que invaden la acera. Imposible transitar con las sillas en un espacio tan pequeño. El mismo problema se repite en la calle Marimanta donde las aceras son tan estrechas que, para subirse a ellas, tendrían que ir con una rueda en la carretera. “Hay calles en las que, o pasa el coche, o pasamos nosotros. Afortunadamente hay gente de buen corazón y nos dejan pasar”, expresa Luis durante la vuelta.
Al llegar a la calle Sol, el asfaltado presenta desperfectos, huecos en el terreno que, en un despiste, pueden provocar la caída de las personas con movilidad reducida. Sin ir más lejos, “antes de ayer me caí, había raíces de un árbol muy antiguo que habían levantado el arcén y me tumbó”, cuenta Luis que asegura que cuando los adoquines están fuera de lugar “es complicado”. En ocasiones, terminan con dolores de espalda por el movimiento y el agotamiento físico es mayor.
De pronto, la rueda de la silla de Luis se queda atrapada en un socavón localizado entre una rampa y un paso de cebra de la calle Porvenir. Un bache que podría haber acabado en una aparatosa caída.
Menos mal que Nacho conoce las vías que sí son transitables para no sufrir imprevistos indeseados cuando va solo. Una limitación en toda regla. “Como me desvíe de las calles que estoy acostumbrado a coger, ya no sé si voy a poder cruzarlas o no, porque no sé si va a haber una rampa al final de la acera”, comenta el jerezano que también se siente impotente frente a los escalones.
“En el autobús no siempre funciona la rampa"
Los impedimentos para su libre circulación por Jerez no cesan. Tienen claro que “no puedes ir a muchos sitios” y, a veces, el transporte público no sirve de ayuda para visitar otros barrios de la ciudad. “En el autobús no siempre funciona la rampa y no todos la tienen. O cargo bien la silla y me arriesgo, o no voy a ningún lado”, sostiene Nacho que optó por adquirir su propio vehículo.
El recorrido llega a su fin cargado de reivindicación que salta a la vista. Es necesario promover la plena integración en la vía urbana y seguir luchando por la mejora de la calidad de vida de personas como Nacho y Luis. De ello se encarga Adifi que da un toque a las autoridades competentes y a la población en cada Semana Europea de la Movilidad para que el compromiso con la accesibilidad no se quede en el discurso.
Ya lo recoge el artículo 22 del Real Decreto Legislativo 1/2013, de 29 de noviembre, de la Ley General de derechos de las personas con discapacidad y de su inclusión social. “Tienen derecho a vivir de forma independiente y a participar plenamente en todos los aspectos de la vida. Para ello, los poderes públicos adoptarán las medidas pertinentes para asegurar la accesibilidad universal, en igualdad de condiciones con las demás personas…”
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