La vida está llena de alegrías e instantes felices, pero también de adversidades. Los seres humanos tienen la capacidad de elegir si plantarles cara a los baches o dejar que se apoderen de ellos. Carla Panciocco (Lazio, Italia), de 37 años, opta por que los obstáculos no marquen su rumbo y sea ella la que tome las riendas.
Su historia es de esas que se quedan deambulando por la mente unos días. Sin tener el placer de conocerla, transmite una ilusión inmensa por la vida que es digna de admirar, sobre todo, porque a ella no se lo han puesto nada fácil.
Primero se enfrentó a una bacteria en los ojos que le obligó a estar casi dos años metida en un cuarto oscuro sin poder ver la luz. Cuando superó la tempestad, el viento sopló en su contra y el 13 de diciembre de 2019 sufrió un nuevo imprevisto. Esclerosis múltiple, aunque todavía ella no lo sabía.
“Iba de camino al trabajo en mi coche cuando de repente no sentí mi extremidad izquierda. Tuve un accidente porque no tuve el control de mi cuerpo”, explica la italiana a lavozdelsur.es. A partir de ese momento, estuvo postrada en una silla de ruedas durante meses, sin poder andar y sin conocer qué le pasaba realmente. No fue hasta marzo de 2021 cuando llegó su diagnóstico, y la pandemia.
“No saber con quién luchar era realmente frustrante. Recuerdo que cuando lo recibí, lejos de mi familia, solté un suspiro de alivio”, cuenta Carla, “un alma libre” que, pese a todo, tenía ganas de seguir adelante y lidiar cualquier batalla.
“Me di cuenta de que tendría que vivir con la enfermedad el resto de mis días. Así que nunca intenté convertirla en enemiga, sino en amiga, porque iba a ser mi compañera de vida”. Sus palabras, llenas de energía, demuestran la actitud que tomó y que le llevó a cumplir una promesa que había hecho cuando realizó el Camino de Santiago por primera vez, en 2018.
“Fue un viaje muy difícil, sufrí mucho física y psicológicamente”
Le había prometido a San Giacomo que volvería. Y así fue. En septiembre de este año cogió un andador, una mochila y la medicina que necesitaba y se lanzó a la aventura, esta vez, con una dificultad añadida. “Fue un viaje muy difícil, sufrí mucho física y psicológicamente”, reconoce Carla. Pero ella nunca se derrumbó, hasta llegó a ser considerada “la inspiración del camino” por muchos peregrinos que se encontraban con ella.
Durante las etapas conoció a personas de todos los rincones del planeta. Entre ellas, nunca olvidará a un portuense que aportó su granito de arena para que su caminata fuese más liviana. Manuel Pastrana siempre había tenido la inquietud de emprender la ruta más antigua del viejo continente desde que leyó el diario de su hermano mayor. Al igual que él, se cargó la mochila para desconectar tras una separación.
“Iba con ilusión, pero un poco escéptico porque no creo mucho en la espiritualidad”, recuerda Manuel cuya visión cambió por completo cuando conoció a Carla en un albergue de Pamplona. Estaba sentada frente a él y entabló una conversación. El portuense se quejó de que tenía unas ampollas enormes en los pies sin saber que ella tenía un problema mayor.
Desde ese día, continuaron el Camino juntos. Una experiencia cargada de risas, fotos e, inevitablemente, momentos duros que a Manuel se le quedaron grabados en la cabeza. “Un día se desmayó y perdió el conocimiento porque ponía mucho ímpetu en el esfuerzo que hacía”, señala.
“Un día se desmayó y perdió el conocimiento”
Manuel se percató de que utilizaba un andador “no apto” para este tipo de excursiones. Según explica, la italiana no había encontrado stock en su país, y, para ella, era todo un reto pasar por algunos tramos. “Aunque ha habido días en los que realmente quise rendirme, siempre he encontrado dentro de mí la fuerza y el coraje”. Nada tumbaba el tesón de Carla. Cumplir con su promesa era su único objetivo.
Al verla sufrir tanto, a Manuel se le ocurrió una idea “simplemente para que fuera un poco más feliz en su camino”. Decidió impulsar una recaudación con el fin de comprar un andador nuevo a su compañera de peregrinación.
Carla tuvo que detenerse debido a varias complicaciones, pero él, sin contarle su misión, continuó y un día se encontró con la primera persona que quiso contribuir a la causa. Era un chico árabe de Baréin, en el Golfo Pérsico. “De pronto, sacó 50 euros del bolsillo, me dijo que nunca le dijera a ella que él había dado ese dinero y que, si Carla no aceptaba el regalo que se lo entregara a una ONG”, cuenta Manuel con emoción.
Fue el punto de partida para que el portuense se acercara a cada peregrino que viera. Le mostraba un vídeo de ella y le contaba la recolecta que estaba llevando a cabo. “Un exgeneral, un exbanquero, un abogado, todos empezaron a hacerme transferencias bancarias”. A los 10 días, Manuel, conmovido por la ayuda que estaba recibiendo por parte de desconocidos, logró la cantidad suficiente.
Carla se quedó con la boca abierta cuando le entregó el andador ortopédico. “El Camino me dio la oportunidad de conocer a personas especiales, que creían en mí y que me motivaron a seguir adelante, incluso cuando todo parecía tan difícil”, comenta la luchadora que completó su ruta.
Al llegar a la imponente Catedral de Santiago, estalló en lágrimas. Emocionada, feliz de haber conseguido su meta. Con sus pasos, Carla había transmitido a los peregrinos que “nada es imposible” y ellos habían demostrado que “todavía existe humanidad”.
A ella le encantaría regresar a ese lugar mágico que la mantiene en contacto con su alma y le insufla ánimos para que la sonrisa nunca se borre de su cara. Pero, para ello, habrá que esperar. Actualmente, se encuentra “bastante mal”, no está caminando y acude a sesiones de fisioterapia, eso sí, sin perder la voluntad que la caracteriza.
Sin duda, ella es un ejemplo de superación y, sobre todo, de inspiración para los 2,8 millones de personas que sufren esclerosis múltiple en el mundo. Según la Federación Internacional de Esclerosis Múltiple (MSIF), 1 de cada 3.000 personas viven con esta enfermedad neurológica que afecta al menos al doble de mujeres que de hombres.
“No te dejes llevar por la desesperación, cree en la belleza de la vida, en todas sus facetas y nunca te rindas, aunque hubiera mil razones para hacerlo”, dice Carla con el corazón en la mano.