"Perdí a mi niña Daniela el 27 de agosto de 2016, en la semana 38 y seis días. Llevábamos cinco años buscando al bebé...", comparte entre lágrimas la jerezana Silvia Montoro, de 37 años de edad. "El sábado 16 de febrero de 2019, por la mañana bien temprano, noté por última vez a mi niña María", cuenta la gaditana Rocío Rosano, de 35 años. "No te preocupes, probablemente la próxima vez que te vea, será con tu niño en brazos, me dijo la matrona el 4 de junio de 2015. A partir de aquel día, todo cambió. Aquella misma noche sentí un pellizco en mi vientre, fue una sensación en mis entrañas, algo que aún me cuesta describir; pero desde ese momento dejé de sentir a Leo", relata Sonia Jiménez, de 44 años.
Todas tienen grabado a fuego la fecha en la que perdieron a sus hijos. Una experiencia traumática que durante décadas no se ha sabido abordar ni desde las instituciones, los profesionales sanitarios o desde el propio entorno familiar. Básicamente, es un problema social, de falta de sensibilización y de conocimientos.
“Ah, no te preocupes; eres muy joven, ya tendrás otro”, “Los hijos se pueden sustituir”, "No es tan importante, no le has visto la cara”, son algunos de los comentarios dolorosos a los que se tienen que enfrentar las madres que dan a luz a un bebé muerto o que sufren un aborto durante el embarazo. "Tengo una amiga que tuvo dos pérdidas seguidas. Le decían que era muy normal y ella les respondía: Pero la que ve a sus hijos irse por el váter soy yo; aunque tú veas solo un conglomerado de células, ¿entiendes?".
"Una es madre desde el momento en que quiere serlo", reivindica Eirene García (Almería, 1983), psicóloga residente en Jerez, mamá de Mateo e Inés — que falleció por muerte súbita intrauterina (en el vientre)— y actual presidenta de Matrioskas, asociación gaditana de acompañamiento y apoyo al duelo gestacional y perinatal (cuando el bebé fallece entre el inicio del embarazo y la primera semana de vida).
"Falta una humanización por parte de la sociedad", expresa Paqui Ubierna (Madrid, 1953), matrona jubilada desde noviembre de 2018 y secretaria de la recién formada asociación. "El duelo es algo que está mal visto. No estamos educados en ello. Es todo muy trágico, muy tabú; y hay que darle una connotación humana. Lo que hay que hacer es apoyar, y sobre todo hay que estar callados y escuchar", agrega la matrona. Y es que, aunque el equipo médico está cada vez más sensibilizado en este asunto, "sales del hospital con una mano delante y otra detrás". Las madres, una vez que reciben el alta, se encuentran totalmente desamparadas, sin recibir apoyo psicológico por parte de la Seguridad Social.
Nosotras necesitamos asistencia psicológica, que de un día para otro, tu hijo se muere
"Cuando a mi me pasó, yo necesité un psicólogo, y por allí —Hospital de Jerez— no apareció nadie. Hay un psicólogo clínico allí, ¿sabes? Para mí aquello fue una catástrofe. Y nosotras necesitamos asistencia psicológica, que de un día para otro, tu hijo se muere", expresa Eirene compungida, desprendiéndose de sus gafas.
No solo los servicios públicos no atienden las necesidades de estas mujeres en el inicio de su duelo, sino que tampoco son reconocidas como lo que son: madres. "Nuestros hijos —los que nacen fallecidos— no aparecen en los libros de familia", apunta Eirene, sino que son registrados en el legajo de abortos, libros en los que se inscriben a los bebés fallecidos durante el embarazo. "Y no le ponen nombre ni nada", lamenta Silvia, sino que tan solo se pone el "feto de" con el nombre de la madre. A día de hoy existen redes de apoyo a la lactancia, al embarazo, a la crianza..., pero "cuando llega este tema, la gente se paraliza".
Cada una lleva el dolor de la pérdida de una manera diferente. Las hay quienes prefieren no ver el cuerpo sin vida de su bebé, quienes guardan la ropita que la familia regaló con mimo previamente y quienes no lo asimilan. Pero la experiencia de sufrimiento es parecida. Con la muerte de su bebé, la vida se les derrumba. Todo lo que habían planificado en cuestión de meses o incluso años, se desvanece, se esfuma.
Entran en depresión, desarrollan ansiedad, sienten una tristeza muy profunda y apatía por la vida. Y a todo ello se le suma la incomprensión, la insensibilidad de la gente. "En los casos en los que el fallecimiento ocurre más adelante, tienes más permiso de duelo, pero si te pasa a los cinco meses, para muchos no es para tanto y eres una exagerada", dice una de las socias de Matrioskas. "Perdona, no vas a banalizar mi pérdida de ocho semanas", reivindica otra. "A mi marido le dijeron que no se hiciera más la víctima a los tres meses de perder a Daniela", incide Silvia.
Eirene, la presidenta de la asociación, es una de las que tiene más reciente la pérdida de su hija Inés. Es capaz hasta de recordar a la hora en que compartió una publicación en Facebook sobre la gestación perinatal. "Esto le había pasado a la hija de un primo mío, así que me informé. Encontré algunas cosas en páginas de internet, y el 15 de octubre de 2018 —coincidiendo con el Día Internacional del duelo perinatal—, a las 9:42 hice una publicación en mi página de psicología. Y a las seis de la tarde, cuando fui a la ecografía, no la encontraban...", narra.
"En un principio no quieres reconocerlo", dicen. Y si bien ella afrontó la pérdida de su hija viéndola, tratándola como si Inés estuviera viva —"aunque estés muerta de miedo"—, hay madres que no son capaces de vivirlo en el momento. Que necesitan su tiempo. Y ahora, años después se dicen a sí mimas que ojalá haber conservado la pinza, sus huellas "o lo que sea". Es el caso de Silvia, que tan solo pudo guardar las ecografías de Daniela: "No la vi porque en ese momento era muy duro tenerla en el recuerdo... Pero me quedo tranquila porque mi padre la vio, la incineró y la llevó al nicho con mi abuelo. Y bueno, a ver cuándo me siento con fuerza para ir a verla". Pero hay madres que no se arrepienten de no ver a sus bebés. Cada una es un mundo y lleva el duelo a su manera.
En Matrioskas hay 23 familias con historias de sufrimiento muy duras. No todas son primerizas, como en el caso de Silvia; y Eirene, por ejemplo, primero tuvo a su hijo Mateo. Existe el caso de mujeres que sufren hasta por once pérdidas, o madres con un embarazo raro de gemelas. Como le ocurrió a la portuense Lucía González Vela, quien, después de sufrir un aborto a las 11 semanas de embarazo a los 30 años de edad, se volvió a quedar embarazada cinco años después.
Lo que aparentemente era un embarazo sano y normal —como en la mayoría de los casos—, se complicó en la semana 20. En la madrugada del pasado 5 de abril, en el Hospital Puerta del Mar (Cádiz) el médico comprobó qué tipo de embarazo tenía, y le dijo, según recuerda ella: "Tienes un tipo de embarazo que por suerte no es frecuente y es denominado raro. Se llama de transfusión feto-fetal. La bebé más pequeña —Celia— está transfiriendo toda su sangre a la bebé más grande —Emma–, y esta tiene un exceso de sangre. Esto es inviable: tiene un 90% de mortalidad. Vamos a estar expectantes contigo, pero ahora lo importante es salvarte a ti y haremos todo lo que se pueda". Pasó 20 horas en quirófano. Lucía sobrevivió, sus gemelas, no.
"No quiero volver a la realidad. La vida ahora me va a doler todos los días, ya nunca más seré la misma, ¿cómo lo hago? Me voy con mis brazos vacíos. ¿Por dónde empiezo? ¿Qué quiero? ¿Quién soy?", se preguntaba la portuense. Dudas, inseguridades, miedos que pudo resolver gracias a la asociación Matrioskas. "El dolor es imposible que me lo quiten, ni ellas ni nadie. Pero sí que me lo están calmando, cada día más. Ellas comparten el duelo conmigo, ellas ya adoran a Celia y Emma igual que yo. Igual que a Valeria, Inés, Daniela, Leo...", termina.
La sociedad en general no sabe cómo trata a las madres que están pasando por un duelo perinatal. Es más, la mayoría de las veces empeoran la situación intentando evitarlas "como si fueses una apestada". "No es por maldad, es porque no saben cómo abordar el tema, no lo saben", apunta Paqui, quien recomienda que lo que se debe hacer es, como en otros duelos, decir lo siento, acompañar, abrazar, preguntar cómo estás... "Pero por supuesto, no digas: sé por lo que estás pasando, porque es que no lo sabes. No hay que ponerse en la piel, hay que tocar la piel, que es diferente". Escuchar, entender, apoyar...
Silvia, antes de hablar sobre su hija Daniela, se le hace un nudo en la garganta al compartir que es este 12 de junio es el cumpleaños de su hijo Ángel, el hermano pequeño de Daniela. Y al decirlo, no puede remediar romper a llorar. Piensa en ella, y piensa en él, Ángel, su bebé arcoíris. Así lo llaman, "porque después de una nube muy negra, viene un arcoíris que da luz y belleza a tu vida".
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