"En mi imaginario la ingeniería era un mundo copado por hombres. Esa era la realidad que había visto desde pequeña en el trabajo de mi padre. Él es ingeniero y nunca vi a una mujer trabajando con él", narra Carla Pinto (Chiclana, 1996). "Llegué a empezar el bachillerato de Ciencias Sociales. Pero realmente sabía que no era lo mío y en Navidades decidí cambiarme. La verdad es que la gente no me vio capaz de hacer el Tecnológico y me llamaron loca", ríe mientras arquea las cejas.
Cuando Carla era una niña no concebía a una mujer ejerciendo de ingeniera. Para ella era algo imposible, inalcanzable. Durante su adolescencia fue ella misma la que dio el paso de ser la excepción a la norma. Tuvo que enfrentarse a multitud de comentarios que la invalidaban como estudiante de ciencias. No la veían capaz solo por el hecho de ser mujer. Hoy Carla es ingeniera mecánica por la Escuela Superior de Ingeniería de la Universidad de Cádiz, está estudiando un master de Ingeniería Industrial también en la UCA y participa en el proyecto Inspira para que "las niñas tengan más libertad de la que yo tuve a la hora de escoger".
Este es el primer año que la Universidad de Cádiz colabora en el programa Inspira Steam, un proyecto feminista de la Universidad de Deusto (Bilbao) que busca que ingenieras de diferentes disciplinas sirvan de referente a niñas de Primaria. ¿El objetivo? Que las jóvenes estudiantes entiendan que la Ingeniería es una opción profesional más para ellas y no un campo solo de hombres. "Tengo a una alumna que no elige Tecnología porque su madre le ha dicho que no se meta, que es de machos", comparte con rabia Carmen Huerta (Sevilla, 1978), ingeniera técnico industrial y profesora de Tecnología en el IES Marismas en Los Palacios (Sevilla). "Y eso me indigna. Me da miedo que acaba en fracaso escolar", añade entre suspiros.
"Ella resuelve todo lo de tecnología, lo pilla al vuelo. Y no quiero que esa niña, que podría ser ingeniera, se quede fuera. La mayoría de las niñas se quedan en Biología, Medicina, muy pocas tiran por la técnica", comparte la profesora de Tecnología. "Es extraño que haya una o dos alumnas que se atrevan a coger la sierra de calar. Les da miedo hacerlo mal delante de los niños", continúa.
“Tú siendo una niña vas a coger una herramienta”, le decían a Carlota Armillas (El Puerto, 1996) en el instituto. La joven, que se acaba de graduar en un doble grado de Ingeniería en Diseño Industrial y Mecánica, por la ESI, dice que jamás ha tolerado que nadie "me haga menos por ser mujer", pero que sí ha contemplado cómo compañeras suyas han estudiado en la rama de la Salud, "porque es algo más de mujeres", en vez de meterse en un tecnológico.
"Estamos aquí para prepararnos para ser mentoras", dice Carla sobre la parte inicial del proyecto Inspira Steam, donde 12 profesionales de la ciencias tecnológicas están aprendiendo cómo transmitir la pasión por la Ingeniería a niñas de seis colegios de la provincia de Cádiz.
Como explica Milagros Huerta, ingeniera industrial, profesora de la ESI y la coordinadora del proyecto en la Universidad de Cádiz (la única de Andalucía que participa en el programa), será en este mismo curso, en el primer o segundo cuatrimestre, cuando las mentoras, ya formadas por Inspira Steam, entren en las aulas de Primaria "para que las niñas tengan referentes femeninos", y que estos no sean solo masculinos. "Que las conozcan de primera mano, que son mujeres como ellas", apuntan.
Según los últimos datos del Instituto de la Mujer, solo un 25,64% del alumnado universitario que estudia Ingeniería y Arquitectura son mujeres, las dos únicas ramas universitarias donde hay una minoría pronunciada del género femenino, ya que en el resto de áreas universitarias las mujeres son mayoría frente a los hombres. De ahí surge la necesidad de proyectos educativos como Inspira Steam, un proyecto pionero para el fomento de la vocación tecnológica entre las niñas.
"A las chicas las echa para atrás la palabra ingeniería. Por eso me gusta este proyecto, porque hay una idea equivocada en las chicas, y quizá viendo a otras mujeres que han estudiado esto, se les cambia la forma de pensar", indica Tatiana Person (Cádiz, 1991). Ingeniera informática, Tatiana se encuentra actualmente trabajando en su doctorado, en la UCA. "Sabía que, de 160 alumnos, éramos unas 6 mujeres. Sabía que iba a tener más compañeros que compañeras, pero tampoco me iba a importar mucho", cuenta, al tiempo en que destaca que "nunca he recibido comentarios sexistas, habré tenido suerte".
No obstante, sus compañeras sí se han sentido discriminadas al pertenecer al género femenino. "Una vez, en la carrera, estaba soldando y un profesor me soltó: Dale más fuerte, que esto no es una muñeca de peinar, me quedé muerta", recuerda Carla.
Carlota ha sentido el sexismo desde que era una cría. "De pequeña, mi madre me preguntaba si quería jugar con un mecano, pero yo en los anuncios solo veía a niños jugando a eso y no me sentía identificada, así que lo rechazaba por simple estereotipo social", cuenta. Para Carlota su madre, que es informática, es su referente. "Ella siempre me hablaba de Edison, y desde que tengo razón de ser quise ser como él, inventora", confiesa. "Mi niña quiere meterse en Ingeniería Electrónica, pero yo le he dicho que mejor Ingeniería en Diseño, que es más de niñas, le escuché decir a una madre. Algo totalmente absurdo, la ingeniería no entiende de sexos", remata.
Ellas, que siempre han sido minoría en las clases de Ingeniería, —"de 100, cinco éramos mujeres", incide Carla—, se colocarán frente a diferentes cursos de Primaria para liberar a las futuras ingenieras de ese prejuicio de que las tecnologías son solo de hombres. "Yo en mi adolescencia me vi limitada, pero ahora sí me siento libre", sonríe la joven ingeniera industrial.