Ambos trabajan, pero no saben hasta cuándo. Uno en la factoría de Airbus en Puerto Real, cuyo futuro pende de un hilo. El otro en la hostelería, donde a pesar de echar una media de 10 horas diarias, no llega a los 600 euros mensuales. Jorge y Manuel —nombre ficticio— representan a dos sectores representativos en una provincia, la de Cádiz, donde el paro y la precariedad son endémicos, donde hay mucho que reivindicar, y reclamar, este Primero de mayo, Día Internacional del Trabajador.
Cádiz es la provincia con la mayor tasa de paro de Andalucía, por encima del 27% en el primer trimestre de 2021, unos datos que la sitúan por delante de Sevilla (23,81%), Granada, del 23,32% o Málaga (22,42%). La comunidad andaluza ve cómo baja el desempleo en 19.300 personas durante los primeros tres meses del año, sumando un total 887.900 parados, según la Encuesta de Población Activa (EPA), pero Cádiz aumenta sus parados, agregando 8.000 a su particular lista negra, incrementando en dos puntos la tasa respecto al último trimestre de 2020, que es 11 puntos mayor que la media española —sólo la supera Ceuta en este triste ranking, con el 28,5%—.
Los datos son preocupantes. Y las perspectivas no lo son menos. Más de 150.000 desempleados tiene una provincia que destruyó más de 24.000 empleos en el primer trimestre de 2021. No presentaba unos datos tan negativos desde finales de 2013, en pleno apogeo de la anterior crisis. La que derive del coronavirus amenaza con seguir ahondando esa brecha, que será aún mayor si Airbus confirma los peores presagios y cierra su planta de Puerto Real, donde trabajan unos 400 trabajadores, aunque genera unos 1.000 puestos de forma indirecta.
Jorge entró en septiembre de 2003 en la factoría, cuando se estaba fabricando el primer A380. “Tuve la la suerte de estar entre los programas que había entonces, del A320, A340, A340-600…”, enumera. Desde 2009 se encuentra en el equipo de células automáticas, en unas máquinas llamadas tricepts. “En aquel entonces se hacían los diferentes timones del A380 y los del A330, y actualmente, tras el cese de producción del A380, solo se produce el A330”, cuenta.
Para Jorge, el Primero de Mayo es “un símbolo para la clase trabajadora. Fue un golpe en la mesa de que las cosas se tenían que hacer de otro modo y la demostración de que hay que luchar por lo que uno cree justo. Se consiguieron grandes mejoras sociales y laborales para los que, como siempre, mantienen en pie un país, y esa es la clase trabajadora”. Por eso apoya las protestas celebradas contra el posible cierre de Airbus, como la acampada convocada por CGT a las puertas de la factoría.
El futuro laboral de Jorge, ahora, es “incierto”. Él ha trabajado fuera de la provincia antes de entrar en la compañía, en Canarias como empleado de mantenimiento de un hotel, y desde su llegada a Airbus, en las plantas de Toulouse y Saint-Nazaire, en Francia, y en Hamburgo, en Alemania. Si se confirma el cierre, puede que haga de nuevo las maletas. “Probablemente hagan traslados masivos a otras plantas, con lo que ello supone”, dice. “Trasladarte a una planta en Sevilla o a Getafe, por ejemplo, supone un cambio no solo en tu puesto de trabajo, sino en tu propia vida, pues probablemente habría que trasladarse, llevarse a tu familia y empezar de cero”.
“Los ánimos están crispados y por los suelos, pues se tiene muy presente a otras industrias de la Bahía como Delphi, y el temor de correr la misma suerte no te deja dormir por las noches”, cuenta Jorge, quien considera que se está llevando un “lento desmantelamiento” de la factoría de Airbus en Puerto Real. “No hay carga de trabajo definida hoy por hoy, y no hay carga para la capacidad que tenemos. Es decir, hay más empleados que trabajo. Por eso una de nuestras reivindicaciones es que se defina un paquete de carga que nos garantice un futuro a largo plazo”, indica.
Manuel, por su parte, lleva toda su vida dedicado a la hostelería. Cuando cumplió la mayoría de edad probó suerte en otras comunidades, donde llegó a tener buenos contratos. En Andalucía el sueldo más alto que ha tenido, trabajando una media de entre 10 y 12 horas diarias, es de 600 euros. Ahora tiene uno de 12 horas semanales, aunque trabaja muchas más. “Si voy a trabajar me dan 25 euros, si no, pues no gano nada”, resume.
El 1 de Mayo, para Manuel, significa trabajar. “Los días festivos es cuando más trabajamos en la hostelería”, señala. “Aquí no hay días festivos, al revés, es cuando más liados estamos”, resume. En el bar donde trabaja cobra según las horas que eche. “Si me pongo malo ese día no cobro, no tengo baja, ni vacaciones, ni nada”.
Manuel sabe lo que es la precariedad. “En Jerez me han pagado 3 euros la hora. En la semana de Feria me iba de noche y volvía de noche, para ganar a 3 euros la hora. Encima me echaban la bronca si hacía algo mal y me amenazaban con pagarme aún menos”, relata. A la hostelería lleva dedicada toda su vida laboral, aunque sólo fuera de Andalucía ha tenido unas condiciones “dignas”.
En casa de Manuel, ahora mismo, entran 450 euros, con los que da de comer a sus dos hijos pequeños. Y poco más. “Me gustaría tener un sueldo en condiciones, pero eso no se encuentra, ni nadie lo ofrece”, dice. “Yo es que no puedo buscar otra cosa, me tengo que agarrar a un clavo ardiendo. Es lo único que tengo”, añade este “buscavidas”. El Día del Trabajador, para él, merecerá celebración “cuando me paguen un sueldo digno”.
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