Dicen que hay que perderse para encontrarse. La vida da muchas vueltas y, a veces, el contexto económico no ayuda a la hora de encontrar oportunidades laborales en la ciudad natal. La crisis y el paro descontrolado se unen a esa inquietud latente que lleva a querer explorar otros territorios. En busca de satisfacer sus aspiraciones, de vivir nuevas experiencias o de huir de las tempestades, dos jóvenes portuenses se lanzaron a la aventura. Decidieron salir de su tierra y forjarse un futuro en ciudades recónditas del mundo que han marcado sus carreras profesionales.
Los ilustradores Ilde Betanzos (1987) y Celia Moro Peruyera (1991) han coincidido más de una vez en la mítica galería Blanco y Negro de El Puerto –“todo el mundo al que le interesa la cultura pasa por ahí”– pero no es lo único que tienen en común. Ambos están interesados en agitar la vida cultural, esa que, en ocasiones, es difícil de impulsar, y desarrollan su trabajo a kilómetros de su ciudad.
Celia, graduada en Bellas Artes por la Universidad de Granada, se fue de Erasmus al norte de Italia, a la academia de Raffaello. Más tarde tuvo la oportunidad de hacer un voluntariado en India hasta acabar dando clases de español en Mayotte, una isla francesa situada entre Madagascar y Mozambique, en pleno océano Índico.
“Desde que tenía 14 años he viajado sola, mi madre me mandaba a estudiar inglés fuera”, cuenta la apasionada del dibujo en blanco y negro “primero a mano y luego en un proceso de digitalización”.
Cuando volvió de Mayotte, estuvo un año trabajando como asistenta técnica del artista contemporáneo Daniel Sueiras, en El Puerto y, de nuevo alzó el vuelo, esta vez, rumbo a Barcelona. “Lo de moverme, además de por necesidad, es un poco por placer. Nunca me he visto obligada a hacerlo”, confiesa Celia repasando sus pasos.
Se mudó a Cataluña para hacer un máster en gestión cultural, un mundo que siempre le había fascinado y al que ya dedicaba un hueco entre trazo y trazo. Desde el colectivo portuense El Hervidero siempre anda desarrollando proyectos culturales con el fin de dinamizar y crear escaparates para el arte emergente.
“Nos vemos obligados siempre a ir a ciudades más grandes”
El último, una exposición sobre el proceso creativo dentro de la ilustración con pintores andaluces. “Nos vemos obligados siempre a ir a ciudades más grandes donde hay más oportunidades. Pero, creo que poco a poco, hay un movimiento creativo que está apostando por quedarse en Andalucía”, comenta.
En Barcelona profesionalizó esta faceta sin soltar el lápiz de su mano. Además de aficionarse al arte mural, se empapó del movimiento cultural que echaba en falta en su ciudad. “Allí hay de todo, podía asistir a conciertos y exposiciones cada día, fueron dos años muy intensos”, dice la portuense que solía plasmar su arte en los “muros libres”. Una iniciativa pública que permitía a los artistas pintar gratis y sin problemas legales los espacios habilitados.
La gran ciudad le abrió fronteras y le llevó a su próximo destino. Pronto, conoció a una de las miles de personas que merodean por la capital y se enamoró de su propuesta. “Fue de casualidad, el señor tiene un espacio donde íbamos a trabajar un proyecto de casa rural para residencias artísticas”, explica Celia desde Marruecos, lugar donde aterrizó dos meses antes de la pandemia para comenzar una nueva experiencia.
“Me gustaría que el siguiente paso fuese volver"
La pandemia paralizó la idea, sin embargo, la portuense continúa con su trabajo de ilustración y conociendo a otros artistas. Eso sí, más cerca de su tierra, donde no pudo echar raíces. “Me gustaría que el siguiente paso fuese volver, pero nunca se sabe”, dice.
Para ella, es cada vez más importante el compromiso con Andalucía a nivel creativo y se plantea intentar trabajar como gestora cultural en la comunidad autónoma “para darle un poco de vida, porque no tenemos oportunidades para desarrollarnos, la gente está cansada de tener que irse”.
A Celia le chifla la obra de los muralistas portuenses Francisco y Manolo Mesa que usan las paredes como lienzos a gran escala. Casualmente, familiares de Ilde Betanzos, licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Granada, que también se dejó llevar por el ramalazo artístico.
En su caso, optó por buscarse la vida fuera de El Puerto en 2011, una época infectada de la crisis económica que ya llevaba dos años molestando. “Hablaba con gente y veía que estaba la cosa muy difícil, leía el periódico y solo veía cosas malas”, recuerda Ilde que hizo las maletas para instalarse en Glasgow, Escocia, junto a un compañero que tenía allí a un conocido.
“Leía el periódico y solo veía cosas malas”
No se arrepiente de su decisión. Aunque “siempre llovía” y trabajaba “de lo que salía”, cambiar de aires y alejarse de la negatividad que latía en su tierra le vino bien. En paralelo, siguió desarrollando su trabajo, diseño de carteles, ilustraciones y cómics hasta 2015, cuando su vida volvió a dar un giro.
Ilde descubrió el cine polaco de los 50 y quiso ir de vacaciones a Polonia, pero le gustó tanto que decidió probar y quedarse allí. “Esa fue un poco la excusa”, dice el portuense que ya lleva 6 años en Cracovia donde, al menos, “hay estaciones”.
Allí trabaja en una empresa de marketing, autoedita cómics y organiza eventos culturales. “En la mesa estas solo dibujando cómics a tu bola y echaba en falta estar con gente”, confiesa. Así que empezó a moverse hasta que armó un ciclo de conciertos al ver que muchos músicos tenían grupos, pero ya no tocaban.
“Cada vez que hay un ciclo mezclamos a esos músicos de diferentes grupos y tienen que formar una banda solo para esa noche. La idea es crear comunidad y que se conozcan entre ellos”, cuenta a lavozdelsur.es. A partir de ahí, propuso un festival de cómics alternativo. Que al fin y al cabo es su pasión. “Yo siempre he estado dibujando, pero no vivo de eso porque me gusta mucho el rollo underground”, dice al otro lado del teléfono.
Actualmente, compagina su inquietud por ofrecer actividades culturales con su obra artística y se maneja entre el inglés y el polaco. Ilde echa de menos su tierra, pero “veo muy difícil volver, siempre queda la duda, pero aquí estoy contento”.
Ellos forman parte de la diáspora que continuamente sufre El Puerto. Hay quienes se van para no volver, hay otros que regresan y otros que no permanecen inmóviles en un mismo sitio. Quedarse o buscar mejores salidas, esa es la cuestión.