“Cuando recibí la invitación, no lo dudé, tenía ganas de bajar al sur”, comenta entre risas Júlia Martí. Anticapitalistas, la formación política que hace unos días ha escenificado su ruptura con Podemos, la invitó a la ciudad para hablar sobre “retos ecofeministas”. Licenciada en Ciencias Políticas y de la Administración por la Universidad Autónoma de Barcelona, miembro del Observatorio de Multinacionales en América Latina, y también militante de la formación de Teresa Rodríguez y Miguel Urbán, la investigadora recorre la situación actual del ecologismo y del feminismo.
Desde los cuidados a “poner la vida en el centro”, con referencias latinoamericanas, como la Pachamama, a la “necropolítica” africana, o a la India, donde una delgada línea separa al feminismo de la espiritualidad, con el “riesgo” que también conlleva. Ecofeminismo como salida a una situación de colapso económico y climático que para la investigadora se torna inevitable: “No nos queda otra que pensar que hay un escenario poscapitalista”.
Es coordinadora de un libro, 'Repensar la economía desde lo popular' (Icaria, 2019), con experiencias a lo largo y ancho del continente. Parece que la pérdida de la soberanía no solo va ligada a la de la identidad sino también a la pérdida de la autonomía política y económica.
En Latinoamérica desde hace mucho tiempo hay movimientos populares en defensa del territorio y de la vida que justamente hablan de “recolonización” al luchar contra las empresas transnacionales estadounidenses. Son procesos colonizadores que no han parado nunca. Obviamente, no es la misma colonización que hace unos siglos, pero siguen generando los mismos impactos y consecuencias.
En América Latina confluyen intereses económicos de empresas estadounidenses pero también de empresas españolas.
Claro, las empresas españolas, y desde la crisis aún más, han basado su crecimiento y su supervivencia en negocios en Latinoamérica. Desde las grandes energéticas, como Repsol o Gas Natural Fenosa —ahora Naturgy —, a las de telecomunicaciones, pasando por la banca: BBVA, Santander, etcétera. Todas ellas, si no fuera por todo el negocio que hacen en América Latina, no habrían sobrevivido a la crisis económica.
Habla de ecofeminismo. Figuras como Berta Cáceres son una referencia en esa línea en América Latina pese a no estar en la agenda de los medios occidentales. ¿Cómo describe la situación del ecologismo y del feminismo en el continente?
En Latinoamérica ha habido un proceso hegemónico de defensa del buen vivir y de proyectos políticos y económicos post-neoliberales que han sido muy importantes para que bastantes capas de la población salgan de la pobreza. Luego, hay una corriente encabezada por los movimientos feministas, de lucha contra las diferentes formas de violencia. Desde Argentina hasta México se aúna la lucha contra la violencia machista con la lucha contra el despojo del territorio. Ahí es cuando figuras como la de Berta Cáceres se convierten en un referente. Es verdad que aquí no llega mucho, aquí sigue primando el discurso de “nuestras empresas”, esas de las que supuestamente debemos sentirnos orgullosos. La mayoría de la gente no lo recuerda pero cuando en Argentina nacionalizaron una parte de YPF se dijo que era un ataque a España, como si realmente a la población que vivimos aquí nos perjudicara. Se trataba de una relación entre empresas que no tiene nada que ver con nosotros, pero sigue siendo el relato que gana.
¿Por qué ecofeminismo? ¿Por qué ecologismo y feminismo van de la mano?
Porque cada vez hay más gente que se está dando cuenta que la opresión de género, la opresión de las mujeres, y la opresión de la naturaleza son dos caras de la misma moneda. El sistema capitalista necesita oprimir a las mujeres y explotar a la naturaleza para sobrevivir. Para superarlo, necesitamos un proyecto que sea socialista, que sea ecologista y que sea feminista.
Trabaja en el Observatorio de Multinacionales en América Latina. ¿En qué terreno se orientan sus investigaciones?
Investigamos los impactos de las empresas transnacionales, sus formas de actuar y pensamos las alternativas. Por eso en el libro [Repensar la economía desde lo popular] queríamos reivindicar varias experiencias de economía popular, de economía alternativa, que muestren que hay otras formas de producir o reproducir la vida, cambiando la forma de trabajar basándose en una lógica que no sea la de los mercados.
Por ejemplo, alguna de esas experiencias...
En el libro recogemos experiencias de cuatro países: Cuba, Brasil, Venezuela y Argentina. Uno de los ejemplos son las comunas venezolanas, un proyecto muy interesante porque es económico, político y comunitario. Son comunidades de miles de personas que han conseguido cambiar sus formas de reproducir la vida, de vivir y de trabajar, generando una democracia participativa. Luego hay otros ejemplos de economía popular en Argentina en el contexto de neoliberalismo profundo de Macri en estos últimos años. Estuvimos trabajando con una comunidad que defendía la soberanía alimentaria desde la economía popular. Plantean cómo resolver el día a día en una crisis donde la gente no tiene qué comer, empezar a producir de forma colectiva la tierra para poder generar alimentos y sacar la vida adelante construyendo, al mismo tiempo, un proyecto político de largo alcance.
Hace unas décadas algunos seguían los postulados de Fukuyama, de que con el capitalismo se alcanzaría el fin de la historia. Otros, a cuenta de la crisis y la propia crisis de régimen, volvían a rescatar a Gramsci. Como anticapitalista, ¿hacia dónde cree que vamos ahora?
Lo que nos está diciendo ahora el ecologismo es que el sistema capitalista nos aboca al desastre por la crisis ecológica a la que nos lleva. Vemos cómo el sistema capitalista, que necesita crecer constantemente, está llegando a los límites y el planeta no da para más, no da para seguir creciendo. Lo que está en duda es cuál va a ser la salida a esto, si va a ser una salida caótica, de colapso social y ecológico, o va a ser una salida con justicia climática, con justicia social y con justicia reproductiva. No nos queda otra que pensar que hay un escenario poscapitalista.
Existe el riesgo de que el propio capitalismo se apropie de esas luchas. Incluso se habla de ecocapitalismo o capitalismo verde...
Por eso son muy interesantes las propuestas ecofeministas, porque plantean que una salida ecologista real solo es viable con una lógica totalmente contraria a la del capitalismo. Precisamente porque el capitalismo necesita crecer siempre para sobrevivir, y en un momento en el que no se puede mantener ese nivel de crecimiento, porque no hay más energía ni materias primas, o vamos a las bases, o no hay solución al problema.
Para hacer frente a ese colapso económico, también habla de combatir el patriarcado.
Hay que plantear proyectos que aúnen las diferentes perspectivas. Proyectos ecologistas que no tengan en cuenta la mirada feminista o la mirada de clase, no van a tener salida. No nos sirven de nada proyectos ecologistas que reivindiquen, por ejemplo, una vuelta a la vida tradicional en la que solo se tengan cuentan los cuidados, sin tener en cuenta la conquista de derechos por la igualdad que reivindica el feminismo. El feminismo es una crítica muy profunda a este sistema que se basa en la explotación de una parte de la población y de la propia naturaleza.