El 'Pazo de Meirás' andaluz regalado a Queipo de Llano por matar a Blas Infante y a 50.000 personas más

El Cortijo de Gambogaz, en el que se usó mano de obra esclava de los presos sevillanos del franquismo, fue una propiedad que el alcalde franquista de la capital andaluza en 1937, Ramón de Carranza, regaló al general golpista

El Cortijo de Gambogaz, el 'Pazo de Meirás' andaluz.

Entre Sevilla capital y el vecino municipio de Camas, a pocos metros de la ribera del Guadalquivir, en una de las vegas agrícolas más fértiles de Andalucía, al final de un camino de arena en buen estado, por el que se accede directamente desde un puente que nace en los antiguos aparcamientos de la Expo 92, a 20 minutos en bicicleta del centro de la capital andaluza, se encuentra un apabullante conjunto de tierras y un caserío de 1.000 fanegas de extensión, unas 640 hectáreas, con una torre de estilo gótico-mudéjar catalogada como Bien de Interés Cultural (BIC).

El Cortijo de Gambogaz, del que actualmente queda la sombra de lo que fue, forma parte del paisaje habitual de los muchos vecinos que pasean cada día por los caminos con los que limita, sin que éstos sepan que este lugar, en el que se usó mano de obra esclava de los presos sevillanos del franquismo, fue una propiedad que el alcalde franquista de la capital andaluza en 1937, Ramón de Carranza, designado por Queipo de Llano, le regaló a éste, jefe militar de las tropas rebeldes en Andalucía y responsable directo de los 50.000 asesinatos producidos en territorio andaluz durante el golpe de Estado fascista y los años posteriores al fin de la Guerra Civil. Entre los asesinatos que ordenó está el de Blas Infante, Padre de la Patria Andaluza.

Las 640 hectáreas de tierras y el caserío, cerrado a cal y canto y guardado por unos cuantos perros con poca pinta de vigilantes de seguridad, fueron expropiados a su legítimo propietario, Ignacio Vázquez, un terrateniente famoso por su buen trato con los trabajadores y por haber modernizado la explotación agrícola, siendo un ejemplo de los cambios que produjo la reforma agraria.

A Ignacio Vázquez se le expropió el Cortijo de Gambogaz por 100.000 pesetas recaudadas en una cuestación popular y del salario de un día de trabajo de los funcionarios del Ayuntamiento y la Diputación de Sevilla, ya que en las arcas públicas no había dinero para poder ofrendar al criminal de guerra Queipo de Llano una hacienda de este nivel.

El militar franquista, nacido en la localidad vallisoletana de Tordesillas y que murió en este cortijo, su vivienda habitual, fue enterrado en la Basílica de la Macarena, para cuya construcción impulsó una recaudación entre los acaudalados de la ciudad, lo que le valió ser nombrado “hermano mayor honorífico” de una hermandad vinculada a las clases populares de la capital hispalense.

El Cortijo de Gambogaz desde otro enfoque. FOTO: R.S.

Explotación agrícola muy rentable

La finca, que actualmente es propiedad de los nietos del criminal de guerra que no tuvo moderación en matar a andaluces contrarios a sus tesis fascistas y en llamar desde Radio Sevilla a violar mujeres, que ha pasado a la historia por su absoluta impiedad, sigue siendo una explotación agrícola rentable y generosa en sus cosechas. “Hace sólo quince días salían camiones de patatas que parecían barcos”, dice José Garrido, un activista de la memoria democrática de Camas, el término municipal al que pertenece este símbolo de las incautaciones económicas que los fascistas hicieron tras instalar su terror y que les permitió vivir a cuerpo de rey durante la dictadura. Ellos y sus herederos, que hoy disfrutan de las propiedades expropiadas a los ciudadanos que se mantuvieron fieles al sistema democrático español vigente en 1936.

Para el historiador José Luis Gutiérrez, que ha estudiado el trabajo esclavo durante el franquismo, el Cortijo de Gambogaz “no usaba sistemas de explotación decimonónicos y buscaba la rentabilidad a través de nuevos sistemas de trabajo”. Así fue hasta que en 1937 se le expropió a su legítimo dueño, Ignacio Vázquez, y el enclave agrícola pasó a ser un lugar de destino de mano de obra esclava traída diariamente desde los centros penitenciarios hispalenses.

Los presos “hicieron trabajos de albañilería, agrícolas, cuidado de ganado y todos los aparejados a un cortijo”, detalla el historiador, que indica que en Andalucía hubo 19 campos de concentración donde, como en Gambogaz, se usó el trabajo esclavo de presos republicanos.

Gracia Maqueda y Raúl Sánchez, activistas memorialistas, en una de las zonas abandonadas de Gambogaz. FOTO: R.S.

Curro Romero trabajó de niño

El Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH) señala sobre el enclave cortijero que en él comenzó a trabajar de niño, aunque no esclavo, el torero más universal de Camas, Curro Romero, cuyo padre era republicano, “pero no represaliado”, apostilla José Garrido, integrante del colectivo memorialista de esta localidad hispalense, cuyo Ayuntamiento solicitó en 2012 a la Junta de Andalucía que el Cortijo de Gambogaz sea declarado Lugar de Memoria y que se abra al público, como está obligado por estar catalogado como Bien de Interés Cultural.

Los colectivos memorialistas no han dedicado aún mucho esfuerzo a investigar y exigir que el Cortijo de Gambogaz pase a manos públicas y sea arrebatado a los herederos del genocida Queipo de Llano: “No somos muchos y no podemos con todo. Ahora estamos centrados en sacar a Queipo de Llano de la Basílica de la Macarena. En cuanto lo consigamos, que estamos a punto, nos plantearemos qué hacer con esto”, expresa categórico Raúl Sánchez, activista memorialista.

“Franco enriqueció a sus aliados para tenerlos neutralizados. Todos los militares golpistas cercanos a Franco y sus familias –Queipo de Llano, Moscardó, Varela, Yagüe, Sanjurjo o Mola- hicieron caja con el régimen”, sentencia el historiador Laureano Rodríguez, profesor jubilado de la Universidad de Sevilla, que indica que Queipo de Llano llegó a Sevilla “con una mano atrás y otra delante” y que cuando murió tenía una gran fortuna, ahora en manos de sus nietos.

Otro de los premios que recibió el genocida, por su matanza en Andalucía, fue un marquesado en 1950, renovado por los gobiernos democráticos de 1982 y 2012, título nobiliario que actualmente ostenta el nieto del criminal de guerra, quien lleva su mismo nombre, Gonzalo Queipo de Llano y Mencos: nacido el año que murió su abuelo, 1951, y tercer marqués del linaje nobiliario.

Activistas de entidades de memoria histórica y democrática enseñan la hacienda a lavozdelsur.es

Origen de Gambogaz

Gambogaz es una de las explotaciones agrícolas “más paradigmáticas de Andalucía”, como lo refleja el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico en la ficha de BIC de la torre de estilo gótico-mudéjar con la que cuenta el enclave. En su origen fue una alquería andalusí que pasó a manos de los conquistadores castellanos que se repartieron Sevilla tras la conquista.

Llegó a ser patrimonio del Cabildo de la Catedral de Sevilla, pasando en el siglo XV a los monjes cartujos de Santa María de las Cuevas y comprada en 1851 por Manuela Gutiérrez, quien se la dejó en herencia a su hijo, Ignacio Vázquez y Gutiérrez, último propietario de la hacienda antes de que fuera expropiada y pasara a manos del genocida Queipo de Llano, por un ‘regalo’ del Ayuntamiento de Sevilla.

Un terrateniente moderno

La figura del propietario legítimo de la hacienda, Ignacio Vázquez, figura clave de la agroburguesía sevillana y de la modernización del campo andaluz en el siglo XIX, ha sido estudiada al detalle por el sociólogo francés Francois Héran, quien fue jefe del Instituto Nacional de Estadística y de Estudios Económicos de Francia, dependiente del Ministerio de Finanzas galo. El sociólogo y antropólogo francés se doctoró con una tesis, titulada Tierra y parentesco en Andalucía Occidental: Investigación antropológica, social e histórica sobre la burguesía agraria sevillana, un estudio sobre la reforma agraria del siglo XIX llevada a cabo en España y presentada en 1979 en la prestigiosa Escuela de Altos Estudios de Francia, cuna de estadistas y de los altos funcionarios del Estado francés.

Ignacio Vázquez, cuyo biznieto, del mismo nombre y apellido, también terrateniente y un destacado miembro del Partido Comunista de España que llegó a ser candidato al Senado en las primeras elecciones generales tras la recuperación de la democracia, fue un auténtico renovador de los grandes latifundios agrícolas, contrario a la imagen del agroburgués andaluz, rentista y poco amigo de producir valor añadido. Dirigió sus explotaciones con una inusual y fina inteligencia y fue pionero de la agricultura contemporánea, fundador y presidente del sevillano Círculo de Labradores y Ganadores y el primer terrateniente que importó desde Inglaterra maquinaria para mecanizar y modernizar las labores agrarias en Andalucía.