El ecologismo andaluz ha perdido a un hombre que se entregó durante muchos años a la defensa del campo. Juan Terroba falleció el 12 de julio, a los 64 años, dejando una huella imborrable. El cáncer, una dura y larga enfermedad, le ha arrebatado la vida a este ecologista, natural de Ronda, cuyo recuerdo se mantiene en la memoria de quienes le conocieron. Este sábado 14 de septiembre ha tenido lugar un homenaje al que fuera presidente y uno de los fundadores la Asociación Silvema Serranía de Ronda-Ecologistas en Acción.
Este policía local de Ronda, fue desde 1990 agente de la Patrulla Verde y es uno de los grandes defensores históricos del patrimonio cultural y natural de la Serranía de Ronda. Llevaba más de 30 años vinculado al movimiento ambiental e impulsó un proyecto pionero en la finca La Algaba, de recuperación de razas autóctonas como el cerdo rubio gaditano y vacas pajunas. También desarrolló un proyecto de arqueología experimental que consistió en la recreación de un poblado prehistórico.
Además, participó en distintas acciones educativas y divulgativas. Hace unas semanas, publicó Patrimonio Etnológico de Ronda, obra en la que expresaba su preocupación por el abandono del campo y la pérdida de la cultura rural.
Durante muchos años fue representante en las juntas rectoras del Parque Natural Sierra de Grazalema y del Parque Natural Sierra de las Nieves. Ha sido en este paraje natural de Málaga donde se han reunido sus seres queridos para darle una emotiva despedida.
“Ha sido una persona con unos principios muy claros, con gran generosidad, siempre predispuesto, sin pedir nada a cambio, un compromiso extremo. Es un ejemplo para todos”. Son las palabras de Francisco Casero, presidente de la Fundación Savia —una ONG que trabaja para visibilizar el mundo rural y sus valores. Este defensor del campo lo consideraba “como un hermano” y ha coincidido con él en numerosas ocasiones. “Lo conozco desde hace muchos años, siempre ha tenido esa inquietud”, comenta a lavozdelsur.es.
Él es una de las cerca de 60 personas que se han desplazado este fin de semana a la Sierra para estar presente en este último adiós. Familiares, amigos, compañeros y vecinos que, pese a la lluvia inesperada que les sorprendió, participaron en este acto. “Fue muy bonito, en un entorno que él ha defendido muchísimo”, dice Francisco.
De forma simbólica, los presentes plantaron un pinsapo encima de sus cenizas. “Hoy en la tierra que te vio crecer plantamos un árbol en el cultivo de tu memoria”, leyeron en una atmósfera especial marcada por el agua.
Tras llenar de tierra el hoyo, se realizaron intervenciones y se recitaron poemas como El Canto a la tierra de Alfonso Canales y Verdecida de Antonio Machado. “Se creó un clima lleno de emotividad, más de una vez se nos saltaron las lágrimas”, comenta Casero, que apenas pudo compartir palabras.
Este acto refuerza su compromiso con el medio ambiente. “Tenemos que continuar. El papel de la sociedad civil es fundamental en la defensa ante la clase políticas, independientemente del signo que sea”, añade Casero, que destaca la responsabilidad de las generaciones futuras. “No podemos admitir y aceptar ciertas reglas de juego. El cambio climático está por la actuación no correcta del ser humano y nosotros tenemos la responsabilidad de seguir con ese compromiso”, sostiene.
María Sánchez, viuda de Juan Terroba, también asistió junto a sus dos hijas. De su boca solo salen adjetivos de admiración hacia él. “Generoso, tranquilo, lleno de energía, incansable, conocedor de muchas cosas, fiel, valiente, austero y honesto”, comparte con lavozdelsur.es.
“Su huella va más allá del ecologismo, porque fue un funcionario ejemplar de esos con vocación de ayuda a la ciudadanía, de defensa de lo público, de los que nunca contó las horas de trabajo porque siempre fueron muchas más que de 8.00 a 15.00 horas”, expresa.
María le recuerda como una personas que "nunca tuvo reparos en enfrentarse al poder político cuando sus decisiones suponían o podían suponer graves errores o atentados a la normativa vigente” y “siempre defendía a los mas débiles y se enfrentaba a los poderosos”.
Según Maria, el movimiento ecologista fue el motor de la vida de Juan Terroba. “Fue un ejemplo en perseverancia y entrega hasta conseguir que la justicia se pusiera del lado de los que defienden la tierra. Miles de páginas de alegaciones y mucho más que miles de horas de trabajo. Trabajos reivindicativos concluidos casi siempre bajo amenazas y falsas denuncias. Alegaciones defendidas frente a un sistema de acoso y manipulación orquestado para destruir al movimiento ecologista... el más grave en toda la historia de la democracia, el caso Merinos”, sostiene.