Por los pasillos de una universidad caminan jóvenes preocupados por labrarse su futuro, pero también personas con experiencia vital que se atreven a volver a las aulas. Tener esa inquietud personal y llevarla a cabo no deja de ser un gesto valiente, digno de admiración. Son muy pocos los rostros con arrugas que se distinguen en las clases, sentados junto a las nuevas generaciones que luchan por otras metas.
Las personas mayores de 45 años que desean estudiar en las universidades andaluzas disponen de un 2% de reserva en cada grado. Es una oportunidad de formarse por primera vez en este ámbito o de regresar a las andadas décadas después. Joaquín Calandria Migueti entra en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Cádiz con una mochila reposada en su hombro. A sus 66 años, este gaditano, que ha ejercido como abogado desde el año 1979, cursa el segundo año del grado en Humanidades.
El año pasado se jubiló, y aunque todavía está terminando de cerrar algunos casos —”los asuntos de la abogacía son largos”, dice— decidió matricularse. “Necesitaba tiempo para mí, algo que me llenara. Me negaba a estar paseando por Cádiz viendo obras. También a estar jugando al golf todo el día... me gusta mucho, pero en su justa medida”, comenta a lavozdelsur.es.
El gaditano estudia Lengua, Filosofía o Filología Clásica a tiempo parcial. Solo se prepara las asignaturas que se imparten a partir de las 10.30 horas, por eso, cada semestre saca adelante tres de cinco. “Aparte del trabajo que me queda, llevar a mi nieta al colegio cada mañana es una cosa que no perdono por nada”, sonríe.
Joaquín deseaba ocupar su tiempo con una actividad que le motivara, pero, además, volver a una facultad era para él una forma de entrar en contacto directo con la sociedad actual. “Quería integrarme y ver cómo funciona. Se habla mucho de la juventud de hoy, yo no he tratado con ella hasta que he accedido y ahora tengo más conocimiento sobre lo que piensa y habla”, sostiene el estudiante, que cada día se empapa de los jóvenes.
Esta aventura académica le brinda la oportunidad de conocer gente nueva y palpar sus visiones. En esta ocasión, el agobio no tiene cabida y se lo toma con tranquilidad. “Esto es un desahogo, un descanso. El estrés lo he dejado atrás, eso es una evasión que me gusta”, expresa.
Desde que estudia en la UCA, entre veinteañeros, asegura que nunca ha tenido problemas para integrarse. Sin embargo, sí que ha notado la diferencia evidente con respecto a la universidad en la que se formó en los setenta. “No tiene absolutamente nada que ver. Estudié Derecho en Sevilla, en la época de los coletazos del franquismo, y esta universidad la veo como una prolongación del colegio. En primero tenía una asignatura donde pasaban lista”, cuenta el alumno desde la facultad.
"Queríamos cambiar un poco el chip"
En el banco donde se ha sentado se hallan otras dos personas, también conocedoras de la universidad de antaño. “Ahora hay otro ambiente diferente, se aplaude en clase cuando alguien expone, eso antes no se veía. Y también se habla con los profesores de otra forma”, comparte Alejandro Ruiz, gaditano de 52 años. Tanto él como su hermano Sergio, de 48, estudian el grado en Ciencias del Mar en el Campus de Puerto Real de la UCA, también a tiempo parcial.
Casualmente, la sobrina de Joaquín está en la clase de estos ingenieros técnicos industriales, que tras completar un módulo de topografía fundaron su propia empresa especializada. Ya llevan más de 20 años trabajando juntos como autónomos, realizando batimetrías o midiendo el fondo del mar. Iniciaron sus estudios universitarios hace unos tres años, con la pandemia en medio, y con la idea de “cambiar un poco el chip y apartarnos un poquito del trabajo”.
Ambos tenían la inquietud de seguir formándose en este campo no solo por cambiar de dinámica, sino porque “nos puede aportar nuevos conocimientos para nuestro trabajo”.
Sergio y Alejandro compaginan el grado con su actividad laboral como autónomos, algo que, a veces, se les hace cuesta arriba. Para ellos, es complicado asistir a clases, pero cuando encuentran el hueco, comentan que se sienten integrados, sin problemas, y que los profesores, algunos ya conocidos del sector, entienden su caso.
“Sabemos que es una carrera a largo plazo. A veces se nos echa el tiempo encima, no nos da tiempo a estudiar los exámenes y tenemos que dejar la asignatura. Ir a clase para relajarnos es imposible”, expresan los hermanos, que intentan hacer malabares para disfrutar de la experiencia.
Durante estos años, como alumnos han tratado materias que nunca antes habían visto de cerca como la Microbiología o la Zoología. “Aunque no aprobemos algunas asignaturas, el simple hecho de tener contacto con los temas ya nos aporta mucho”, dicen.
Les gustaría poder implicarse más en el estudio, pero, de momento, completan su carrera sin prisas pero sin pausa, siendo conscientes de sus circunstancias. “No tenemos agobio, pero nos da coraje no poder dedicarle más tiempo”, confiesan.
Acceso a la UCA
En la actualidad, existen tres vías de acceso para mayores a la universidad. En el caso de los mayores de 25 años, se habilita una prueba destinada a aquellas personas que no disponen de acceso por bachillerato más selectividad o ciclos formativos de grado superior. Los mayores de 45 sin acceso –mediante el bachillerato más la selectividad o ciclos formativos– disponen de una prueba específica. Y, por último, las personas mayores de 40 años podrán estudiar en la UCA cuando acrediten la experiencia laboral o profesional relacionada con la titulación a la que se desea acceder.
Comentarios (1)