Pilar perdió a su pareja, de forma inesperada, en 2011. Cuando estaba en una parada de autobús sufrió un infarto, del que no pudo recuperarse, y ahí empezaron sus problemas con el banco. Junto a él había suscrito una hipoteca —la segunda que tenía— para reformar una vivienda que tiene a las afueras de Chiclana de la que, teme, tendrá que salir en los próximos meses.
De momento, tiene de plazo hasta 2024, aunque entonces no sabe qué pasará. Tras estar pagando su parte de la hipoteca hasta cinco años después del fallecimiento de su pareja, el banco sacó a subasta la vivienda apenas un mes después de pagar la última mensualidad que abonó. Y ahora, en plena negociación con Pilar, que estaba interesada en llegar a un acuerdo para comprarla, la ha vendido a un tercero.
“Es indignante, una puñalada”, expresa Pilar, que en todo este tiempo ha intentado negociar con la entidad bancaria para adquirir la vivienda, “una extensión de mí, mi vida”, como ella la define. Para entender la situación actual hay que retrotraerse a 2003, cuando firma una hipoteca para los siguientes 20 años. Cuando conoce a su pareja, suscribe un segundo préstamo. Por ambos, ella y su pareja pagaban 900 euros mensuales y ella siguió abonando su parte durante cinco años después de su muerte.
La vivienda, ahora, tiene nuevo dueño. En una ocasión, se presentó en la casa diciendo que la había comprado, pero hasta dentro de año y medio, al menos, no podrá hacer uso de ella, que es el plazo con el que cuenta Pilar, en base al derecho de habitación, por su especial situación de vulnerabilidad.
"Es indignante, todo el procedimiento ha sido muy injusto para ella", dice el abogado de Pilar
“Hay una resolución judicial que la faculta a seguir en la vivienda hasta 2024”, comenta Manuel Fernández, abogado con despacho en El Puerto, que defiende los intereses de Pilar. “Estamos intentando retrasar su salida lo máximo posible para ver si puede adquirir de nuevo su vivienda”, cuenta a lavozdelsur.es.
Después de años de lucha, Pilar no se cree que su historia vaya a acabar así: echada de su propia casa tras vender el banco la casa a sus espaldas. Y es que después de llegar a un principio de acuerdo con la entidad bancaria, negoció con otros bancos la adquisición del préstamo, pero cuando lo comunicó ya había sido adquirida por otra persona. “No me lo podía creer”, señala.
“Es indignante, todo el procedimiento ha sido muy injusto para ella”, dice el letrado Manuel Fernández, quien considera que Pilar es “quién más derecho tiene” a habitar la vivienda en la que lleva residiendo dos décadas. “El banco en su momento ejecutó la hipoteca y se adjudicó la casa por 60.000 yeros, pero no sabemos por cuánto la ha vendido”, reseña el abogado.
"Cada ladrillo de esta vivienda me ha costado un dolor de riñones, esta es una lucha por mi vida"
Pilar, de familia andaluza aunque nacida en Madrid, se encuentra trabajando en estos momentos, tiene algunos ahorros y está en condiciones de pedir un préstamo para hacer frente a la compra de la vivienda de Chiclana, “pero la negociación con el banco ha sido ficticia”, lamenta su abogado. Ella siente que la han engañado y le han hecho perder el tiempo.
“Estuvimos en su momento estudiando la posibilidad de interponer una querella contra el banco por estafa, por hacerle creer que iba a poder recuperar su vivienda, pero estaría cogida con pinzas. La verdad es que judicialmente hay poco recorrido”, confiesa el abogado, que sin embargo no pierde la esperanza de conseguir que Pilar se quede en la vivienda.
Ella, dice, quiere “morirse en un lugar donde todavía puedas decir buenos días y buenas tardes”, ya que “las grandes ciudades —nació en Madrid— están deshumanizadas”. “Pensábamos irnos a Madrid unos años, hasta que se jubilara mi pareja, y luego volver”, cuenta Pilar, pero el desgraciado accidente truncó sus planes.
La subasta de la casa, hace unos años, quedó desierta, por lo que Pilar y su hijo pudieron permanecer en ella, pero la venta de la vivienda a un tercero hace que su estancia tenga fecha de caducidad. Su voluntad de pagar y la cuantía de la deuda —que no supera la cuarta parte de la hipoteca— le hacían tener esperanzas, aunque este último varapalo ha sido duro.
“Como nos echen nos vamos a ir tener que ir a dormir en una tienda de campaña a la puerta del Ayuntamiento”, decía cuando lavozdelsur.es contó su historia. Y se hacía varias preguntas, que siguen sin respuesta: “¿Por qué no me han escuchado? ¿Es que acaso quieren mi casa desde el primer momento?”. A la luz de la reciente venta, parece que sí, pero ella no ceja en su empeño: “Cada ladrillo de esta vivienda me ha costado un dolor de riñones, esta es una lucha por mi vida”.
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