El hogar de Chiclana que da alas a jóvenes migrantes más allá de los 18 años

Younes, Imad, Mamadou, Younes, Soufiane y Oualid son jóvenes extutelados a los que ayuda Afasode, una asociación que les tramita los permisos de residencia y les da herramientas para su emancipación

Younes, Younes, Imad, Mamadou, Soufiane y Oualid en una vivienda de Afasode en Chiclana.

En una vivienda ubicada cerca del centro de Chiclana, las paredes están llenas de fotografías, en blanco y negro, de las personas que han vivido allí en los últimos años. Todas tienen algo en común: un día salieron de su país para probar suerte en Europa. Lo hicieron, la mayoría, cuando aún eran menores de edad, y se vieron en la calle al cumplir los 18. Ahora se forman y trabajan, los que pueden, para mejorar su futuro. Todos lo repiten como un mantra. 

Younes, Imad, Mamadou, los hermanos Younes y Soufiane y Oualid son seis de los 27 jóvenes extutelados por la Junta de Andalucía a los que ayuda Afasode, la Asociación de Familias Solidarias para el Desarrollo. La reciente reforma del reglamento de Extranjería facilita los trámites que, hasta ahora, suponían un impedimiento para que jóvenes extranjeros como ellos pudieran obtener permisos de residencia y trabajo. Por eso confían en enderezar pronto su situación. 

Afasode, a través de su proyecto de emancipación de jóvenes extutelados llamado Emprendiendo el vuelo, les proporciona un techo mientras se forman y encuentran un trabajo que les permita ser independientes. "Hacemos un itinerario completo, les ofrecemos alojamiento durante el tiempo que necesiten antes de emanciparse", cuenta Juan Molina, secretario de la asociación. "No hay límite de tiempo pero tienen que cumplir unos objetivos, esto no es para ninis y ellos lo saben", aclara. 

Juan Molina de Afasode, en primer término, con Imad, Younes, Mamadou y Oualid. MANU GARCÍA 

"Es un programa de apoyo integral, educativo, sanitario, legal y sociolaboral", reseña Molina, quien a través de Afasode, con las voluntarias que aportan su ayuda a la asociación, tramita los permisos y hace de intermediario para que los jóvenes trabajen, por ejemplo, en empresas de la fresa en Huelva. "Tenemos un acuerdo con una compañía. El primer año mandamos a 40 chavales, el año pasado a unos 100 y para el año que viene ya nos han pedido a 150", explica. 

Uno de ellos fue Younes, un marroquí de 20 años que llegó a España siendo menor de edad. "Cuandol llegué a los 18 me vi en la calle", cuenta. Estuvo en un centro de menores en El Bosque, con una familia de acogida, hasta que llegó a Chiclana, donde vive con otros jóvenes extutelados. El trabajo en el campo es duro, dice, "pero está bien si con eso se consiguen los papeles". Mientras no trabaja, estudia un FP de electricidad en Cádiz. La electricidad es su gran pasión, aunque no descarta decantarse por la peluquería. 

"Quiero buscar empresas para trabajar", dice Younes, que una noche de hace tres años se montó en una patera que pinchó en mitad del trayecto. Unas 50 personas iban en ella. "Tuvimos suerte, porque teníamos un barco al lado y avisó a la Cruz Roja", recuerda. Él es hijo único y lleva desde entonces sin ver a sus padres. "Si siempre piensas en la familia te vienes abajo", dice. "Aunque te diga la familia que está bien, están regular seguro, nunca te van a decir que están mal por ti, ni tú tampoco vas a decir que estás mal. Cada uno tapa por su parte", agrega.

Imad y Younes, mirando las fotos de los jóvenes que han pasado por la vivienda de Afasode.   MANU GARCÍA

A Mamadou, costamarfileño de 23 años, tampoco se le olvidará nunca la noche en la que cruzó el Estrecho en patera. “En ese momento tienes que elegir entre la muerte y la vida”, dice hablando español con bastante fluidez. Durante un tiempo estuvo residiendo en Marruecos, malviviendo mientras esperaba el momento de probar suerte, compartiendo habitación con varios compañeros.

Por cosas del destino, ellos cruzaron en otra patera, y Mamadou se quedó esperando la siguiente. Los 64 ocupantes de la primera embarcación fallecieron después de que volcara por el temporal. Él se salvó. “Eso no se puede olvidar”, insiste, “porque hay familia y amigos que se han quedado ahí”, dice en referencia al Estrecho de Gibraltar. “Es difícil cruzar por el mismo sitio…”, agrega, con voz entrecortada.

En Costa de Marfil, Mamadou se dedicaba a vender ropa. "Yo salí porque no hay lo que yo quería, formarme en algo para ganar mi futuro, para ayudar a mi familia", explica a lavozdelsur.es. "Muchos terminan robando para poder comer, yo preferí salir para no terminar así", explica. "Para buscar un futuro mejor". En su caso, sueña con conseguir la nacionalidad y ejercer como militar cuando se regularice su situación.

Soufiane y Younes son hermanos. El primero tiene 22 años y el segundo, 18. Soufiane salió de su Marruecos natal en 2017, y Younes en 2019, y se reencontraron en España después de pasar por muchas dificultades. El mayor de los hermanos cuenta que estuvo durante un tiempo trabajando en una fábrica textil de Alicante, pero no pudo renovar sus papeles. "Encontré dificultades", dice, sin entrar en muchos detalles. Ahora espera que Afasode le ayude a conseguir el permiso de trabajo para volver allí con su hermano.

Younes y Soufiane, hermanos que se han reencontrado en España.  MANU GARCÍA

El pequeño, Younes, estuvo dos años en el centro de menores La Purísima, de Melilla, conocido por las duras condiciones en las que tiene a muchos extranjeros hacinados. Durante ese tiempo estuvo conviviendo con unas 1.000 personas, durmiendo en colchones roídos tirados en el suelo. "Que haya tanta gente es lo peor", comenta Younes, mecánico de profesión, quien espera ejercer pronto en España. 

El sueño de Imad, marroquí de 18 años, es trabajar como fontanero. Incluso creando su propia empresa. Ahora estudia formación básica, el paso previo a cursar un módulo, y luego buscará prácticas de fontanería. Después de pasar por Chipiona, llegó a Chiclana. "Es duro", dice, pero asume que tiene que luchar para tener "un futuro bueno". Oualid, de su misma edad y también procedente de Marruecos, lleva desde verano trabajando en un restaurante de Conil, donde ha pasado de pinche a segundo de cocina. 

"Todos son muy trabajadores", asegura Juan Molina, de Afasode, una asociación que financia mayormente con fondos propios, aunque a duras penas, la ayuda que presta a estos jóvenes. "Tenemos tres fuentes de financiación: la Junta, que nos da para cuatro de los 27 chavales que tenemos, donaciones particulares y una cantidad que Diputación nos abona al año. Cuando llega octubre no tenemos nada", señala. Por eso organizan una comida solidaria, este sábado 27 de noviembre, a las 14:00 horas en el Palacio Garvey de Jerez, para la que se puede reservar o realizar Bizum para colaborar al teléfono 661 308 866.