¿Puede convertirse ser influencer en una auténtica pesadilla a nivel emocional? Los gaditanos con más seguidores en Instagram lo tienen claro: sí. Ser una estrella de las redes sociales no es solo recibir regalos de las marcas y vivir la vida perfecta que postean en sus perfiles, es también, en muchos casos, generar contenido sin descanso, crear ficciones, mediatizar la vida propia, sobrevivir a los caprichos de los seguidores, fingir en ocasiones lo que no se es, dejar de dormir por miedo a pasar de moda o sufrir ataques de ansiedad por no saber qué más publicar.
Álvaro Kruse (Cádiz, 1994) forma parte de la lista Forbes de los 100 influencers más importantes de España y sabe muy bien el vértigo que se siente al mirar desde la última planta del mundo influencer el suelo raso del que partió. Cuando apenas tenía 15 años, comenzó a subir vídeos a YouTube, donde ahora cuenta con más de 300.000 suscriptores. Gracias a ellos, hoy es CEO de su propia empresa de maquillaje, Krash Kosmetics, que actualmente da trabajo a 24 empleados.
“Muchas veces pienso en qué hubiera pasado si esa tarde yo no me hubiera sentado en mi cuarto de Cádiz y le hubiera dado al play”, reconoce Álvaro. “Pero también tengo muy claro que, más allá del esfuerzo, he tenido suerte: cuando dejé la carrera de Publicidad en tercero para intentarlo de verdad en este mundillo de los influencers, me podría haber salido todo mal”, asegura rotundo.
“Yo digo que los influencers somos tendencias de carne y hueso, que pasamos de moda muy rápido. Un día estás arriba y, otro, ninguna marca quiere contar contigo. Por eso es fundamental mantener siempre los pies en la tierra”, advierte este instagrammer. “Sin embargo, aunque tengas cuidado, a veces, ser influencer es devastador a nivel emocional”.
“Piensas: ‘¿Y si paso de moda? ¿Y si esta chica nueva me pasa por delante y yo dejo de gustar?’ Eso genera muchos problemas de ansiedad y de sueño que son difíciles de gestionar, por muy fuerte que tú creas que seas”, confiesa Álvaro Kruse, que sabe muy bien lo que es sentir la presión sobre los hombros de alcanzar un número de visitas, likes y seguidores. “Este trabajo es muy duro a nivel emocional por el propio estrés que genera y porque, pase lo que pase, en las redes tienes que ser la felicidad en persona: nadie quiere seguir a alguien que está triste”, afirma.
“Yo lo que aconsejo a las niñas y niños que llegan de repente a este mundillo es que no pueden pensar que esto les va a durar toda la vida. Ser influencer es una fantasía, una especie de sueño. Yo recomiendo invertir bien el dinero para montar algo más estable que un simple video de YouTube. Porque, ser influencer, es como que te toque la lotería: no dura para siempre”, concluye Álvaro.
La gaditana África Benítez estudió trabajo social y, hasta hace poco, se dedicaba a coordinar un equipo de ayuda a domicilio en Cádiz capital. En 2013, comenzó en las redes sociales “un poco como divertimento, también para ayudar a mi marido, que es músico”. Ocho años más tarde, va camino de alcanzar los 43.000 seguidores en Instagram.
“Antes esto era una forma de pasar el rato, una especie de juego; ahora se ha convertido en mi verdadero trabajo. Llega un momento en que ya no te diviertes, sino que es una responsabilidad”, reconoce esta influencer gaditana. “He dejado la oficina para dedicarme plenamente a esto, porque este es un trabajo que no tiene horarios y que, aunque no lo parezca, requiere de una gran inversión de tiempo”, asegura.
“No es solo generar contenido nuevo cada día, que ya es complicado si quieres que tenga un mínimo de calidad. También hay que negociar con las marcas y ponerse en contacto con mucha gente. Luego, además, tienes que cuidar de tus seguidores”, advierte África. “Hay personas que son muy bordes si no le respondes a sus mensajes, y te aseguro que yo recibo muchos mensajes al día”, subraya.
“Hay personas que son muy bordes si no le respondes a sus mensajes, y te aseguro que yo recibo muchos mensajes al día”
Por todas estas razones, esta conocida instagrammer gaditana afirma haber pasado por rachas complicadas. “Hay días que llevo mal este trabajo”, confiesa. “A veces sufro mucha presión y me siento completamente desbordada. Entonces, procuro parar, porque esa es la única forma de salir hacia delante”, señala África, que, además de influencer, es mamá de dos niñas.
Respecto a la “mediatización” de sus hijas para conseguir más seguidores, esta gaditana no tiene atisbo de duda: “Estoy en contra de la aparición de los menores en las redes sociales. A la gente le gusta mucho un Gran Hermano, pero yo no voy a hacer eso con mi vida. En Instagram, enseño lo que quiero y lo que creo que puede inspirar”, precisa África.
“La gente muchas veces nos critica porque dicen que solo mostramos vidas perfectas, pero te aseguro que es que eso es lo que quieren ver. Una vez escribí algo triste, porque sucedió algo muy duro en mi familia, y recibí mensajes muy difíciles de digerir, en los que la gente poco menos que me criticaba por estar triste. Desde entonces, solo subo cosas ‘alegres’, por así decirlo, y lo triste me lo guardo para mí”, termina África.
Diego Villalba (San Fernando, 1986) es actor y cofundador de la famosa marca Puterful. El perfil de su personaje Er Christian cuenta con más de 294.000 seguidores en Instagram y 127.000 suscriptores en YouTube, un éxito rotundo que ni él mismo puede creerse todavía. “Yo empecé con Er Christian para hacer, precisamente, una crítica o una parodia de los influencers”, comenta entre risas Diego.
“Antes de eso, yo había subido a la plataforma Vine unos vídeos de humor muy cortitos que, sin yo esperarlo, se hicieron muy populares. Alcanzaron los 40 millones de reproducciones, que entonces era una cosa casi impensable. A raíz de eso, me invitaron a un evento de influencers y fue allí donde realmente me dí cuenta de lo que significaba esa palabra y de que yo no quería vivir así”, relata este joven.
“Durante mis primeras semanas de éxito en Vine, me mantuve super pegado al móvil, pendiente de las estadísticas. Pero luego, sobre todo después del evento que te digo, me dije que esto tenía que ser una cosa que yo hiciera por diversión, no por presión ni obligación. Mi trabajo es Puterful, eso lo tengo claro”, explica.
“Por eso yo soy bastante diferente a lo que es un influencer de verdad, porque, por ejemplo, yo subo vídeos cada 15 o 20 días, cuando se me ocurre algo que me parece bueno de verdad; sin embargo, un instagrammer o un youtuber que consideran que ese es su trabajo, no pueden estar más de dos o tres días sin subir contenido a las redes, tengan algo bueno o no”, cuenta Diego
“Tengo compañeros que han sufrido muchos problemas de ansiedad o de insomnio por este motivo. A veces, cuanta más presión tienes, menos ideas se te ocurren y no sabes qué contenido generar para que guste a la gente. Además, ahora el algoritmo de Google premia mucho que subas contenido original a diario, y ese ritmo es muy difícil de seguir”, lamenta el creador de Er Christian.
Influencers, Instagrammers, youtubers y otros nuevos “profesionales” que han nacido con las redes sociales coinciden en la facilidad con que estas, a medida que encumbran al éxito, pueden también generar adicción, estrés, ansiedad y otros muchos trastornos mentales. En la mayoría de ocasiones, el público solo conoce la cara perfecta que ofrecen sus ídolos a través de Instagram. Sin embargo, a veces, detrás de ella se esconde un calvario emocional marcado por la presión de las marcas, el miedo a dejar de gustar, la incertidumbre sobre el próximo número de likes, la necesidad de parecer perfecto, la angustia de no saber qué más publicar y la soledad de no tenerse a veces ni a uno mismo.