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De las conocidas tiendas de veinte duros quedan pocas. Son enormes bazares los que habitualmente pueblan los rincones de cualquier ciudad. En la última década, la invasión china se ha apoderado de la venta que antaño se realizaba en esos locales de todo a 100. En El Puerto queda uno de esos. Un lugar auténtico donde comprar de todo a buen precio. Isabel resiste en la Placilla. Después de 25 años, se ha consolidado como el bazar más longevo de la zona. “Aquí la gente me conoce desde que era una niña”, dice Isabel, portuense que empezó en el negocio familiar cuando tenía 12 años.
Ella es la mujer que atiende a todo el que entra y que conoce al dedillo la ubicación de cada artículo de las estanterías. Isabel es la más pequeña de los cinco hermanos, Elicio, Paco, Magdalena y Chari, que también han trabajado en el comercio desde muy jóvenes.
Dos monjas recorren los pasillos mientras Isabel intenta hilvanar la historia de su familia desde la puerta. Bajo el toldo, y entre saludo y saludo, la comerciante, ya veterana, menciona a sus abuelos. “Venimos de una familia buena, trabajadora, humilde”, comenta a lavozdelsur.es.
El origen de la emblemática tienda a la que se han acercado muchísimos portuenses alguna vez se remonta al siglo pasado. En 1945, Elicio y Magdalena, un matrimonio procedente de Salvatierra de los Barros, municipio de Badajoz, se trasladó a Jerez en los camiones donde transportaban la mercancía y se quedaron en una posada. Los otros dos hermanos de Elicio también se mudaron con sus familias y uno de ellos, Antonio, se instaló en Cádiz. “Antes mi abuelo ya había hecho viajes, fue a Holanda y a Francia a vender búcaros y productos artesanos del pueblo”, añade.
Su abuela Magdalena montaba un puesto en el mercado de abastos de Jerez, al mismo tiempo que su abuelo Elicio hacía lo mismo en la plaza de El Puerto. “Vendían lo necesario para la cocina, platos, vajillas, loza, búcaros, lebrillos, orza, cristal, todo lo que es barro, que es típico del pueblo de mis abuelos”, explica la portuense.
Cuando su marido falleció, Magdalena, por entonces joven, continuó con la venta en Jerez contando con la ayuda del padre de Isabel, Francisco, barbero de profesión, que alternó ambos trabajos hasta que se casó y emprendió su propio negocio en solitario en El Puerto. Allí, fue conocido popularmente como Paco 'el de los platos' y solía, además, vender juguetes y flores en varias festividades.
“Cuando yo era chica veía los camiones descargando los búcaros. Eran muy difíciles de coger, se ponían boca abajo”, recuerda Isabel, explicando la forma de levantarlos. La familia se mantuvo en la plaza de abastos hasta finales de los noventa, cuando se instaló en el local que hoy pisan sus pies, en la calle Placilla, frente a otro mítico, El Cafetín.
La tendera enseña la licencia de apertura que revela que la actividad comercial arrancó oficialmente en mayo de 1999. Al negocio le bautizaron Isabel, por ella y por su madre, y, desde entonces, son muchas las familias que mencionan estas seis letras cada vez que les falta papel higiénico o les hace falta un sacapuntas. Isabel es persona y lugar al mismo tiempo. Cuántas veces una madre le habrá dicho a su hijo “ve a Isabel”. Y allí ha estado ella, con la amabilidad y el desparpajo que la caracteriza.
“Gracias a mis hermanos montamos esta tienda. Si no hubiera sido por ellos, no se monta”, explica la comerciante, que tomó las riendas tras el fallecimiento de su padre, con el que aprendió el oficio. En los inicios, el concepto de bazar aún no estaba tan extendido y, aunque había algunos, no tantos como ahora. Poco a poco, se convirtió en una de las tiendas de veinte duros más populares de la ciudad, un bazar con artículos de papelería o limpieza y, desde hace ocho años, con productos de alimentación.
Allí ya no hay búcaros. Esos que también ha visto de cerca Paco, hijo de Isabel. “Él ha echado los dientes aquí”, comenta mientras él termina de atender a una clienta. También ha estado desde pequeño detrás del mostrador y reponiendo artículos. “Cuando empezamos no había ni la mitad de lo que hay ahora. Con el tiempo, el local se ha ido ampliando”, explica Paco.
Una señora acaba de entrar en el bazar. “Isabel, ¿hay tarros grandes?”, le pregunta a la que, cuando la gente le pide cosas que no tiene, las apunta y las busca. Al otro lado, otra mujer echa un vistazo a la zona de decoración.
Con esfuerzo y tesón esta familia de comerciantes tan querida en la ciudad sigue luchando contra los gigantes. La fórmula mágica es la clientela fiel que se ha afianzado desde los inicios. Generaciones de portuenses que eligen a Isabel, que expresa su agradecimiento a las personas que depositan su confianza en ellos. “La clave es el cliente. Podemos montar lo que queramos, pero sin los clientes no somos nada”, añade Paco desde el conocido bazar.
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